El lobo

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Esa noche, dos jóvenes entraron en el bosque... y dos salieron. Los licántropos no tuvieron valor para desobedecer a Faust por la razón que fuera. Su jefe montó en cólera cuando ninguno de ellos se opuso al favor o lo apoyó. Era como si la manada temiera elegir un bando y acabar encontrándose en el lado perdedor de un conflicto que seguramente, no tardarían en resolver. Por la fuerza.

Tal fue así que días después, Lentia ya estaba empezando a olvidar que casi había arrastrado a Rolf de vuelta a casa y le había curado las heridas. Su primo Luther estaba en Neverwinter y le había prohibido salir al bosque hasta que regresara, al fin y al cabo era el único familiar que le quedaba y estaba bajo su custodia. Los padres de ambos muchachos estaban enterrados en la Cripta de la Vigilancia, como todos aquellos paladines de Helm que habían muerto protegiendo inocentes.

Luther había avisado incluso a los Steelcrest. Ellos ni siquiera sabían que Lentia había estado en el bosque; cuando regresara, les diría que había pasado la noche en casa de Rolf. Nadie debía enterarse de lo de los licántropos.

Esta vez sin la compañía del joven aún convaleciente, se aventuró a los bosques con pies de plomo. Llevaba años visitándolo todos los días. Que en una ocasión se encontrara con los licántropos no significaba que fuera a hacerlo de nuevo.

Sin embargo se equivocó, aunque para su suerte, no dio con todo el grupo sino con uno solo. En su forma humana. Tenía la espalda apoyada contra un tronco y estaba sentado en el suelo, unos metros más adelante.

Lentia sacó una flecha del carcaj y la cargó en el arco, apuntándole al hombro que sobresalía tras el árbol. Si conseguía la potencia suficiente, podía atravesarle el corazón.

"Si haces eso, haber escapado de la cacería no te habrá servido para nada. No quieras tener una muerte sin sentido." El ya no tan desconocido hablaba el dialecto úzhgardt del Illuskan. Sólo había una persona a la que Lentia había oído usarlo tan naturalmente.

A la vez que lo hacía, el licántropo extendió una mano herida hacia la espesura. Allá donde señaló había un bulto ensangrentado, un cadáver en apariencia humano.

"Ese era Cillian, el que quería matar a tu amigo." El licántropo tomó aire y enderezó la espalda contra el tronco. "Sé agradecida y no me dispares."

"¿Le mataste porque no quería perdonarle la vida a Rolf?"

Una risa amarga, seca como una lija sobre madera, acompañó a sus palabras.

"Ay, ¿En serio?" Lentia dio un paso adelante, llegando a avistar el perfil del joven. "¿Crees que le quitaría la vida a mi hermano por amenazar la de un mocoso?"

Lentia bajó el arco.

"Tengo mis razones. Otras razones."

Faust giró el rostro hacia ella. La examinó con ojos color plomo. Había sangre... resbalándole por la barbilla, y en sus manos. Cillian no debía haber sido fácil de matar, tampoco es que lo hubiera parecido aquella noche.

"¿Sueles venir mucho por aquí?" Preguntó Faust.

"Es la zona que queda más cerca de mi casa. Y la de Rolf."

"Bien. Entonces no volverás a ver a los míos." Faust se apoyó en el suelo y se puso en pie. "Pero ahora, vuélvete a esa casa tuya o en un rato tendrás que estar suplicando por tu vida otra vez. Vienen hacia aquí."

"Acabas de decir que no los volvería a ver."

Un destello inteligente cruzó los ojos de Faust.

"Como su nuevo jefe, puedo prohibirles poner una sola zarpa en este sitio si quiero." Miró al cadáver de Cillian. "Pero primero han de saber que mi hermano ha perdido el puesto."

A Faust parecía no importarle la sangre que apelmazaba las pieles que llevaba por armadura. Cambió el peso de pierna y se cruzó de brazos.

"Vuelve a casa. Rézale a tu dios para que tu amigo no se convierta en licántropo, o me veré obligado a encargarme de él personalmente."

Lentia obedeció.

Pero un día después, estaba allí. Y al siguiente, y al siguiente; al principio veía a Faust en la lejanía, siempre vigilante. Se las apañaba maravillosamente para evitar a los paladines de Helm's Hold, escurriéndose entre las sombras que la mañana dibujaba bajo los árboles. Eso siempre se le había dado excepcionalmente bien.

Con el paso del tiempo, chica y licántropo vieron que la distancia y el silencio no les servía de nada. Lentia no se marchaba, Faust no la atacaba. Empezaron a entablar conversaciones. El licántropo preguntaba por Rolf y ella le contaba que seguía en cama, por una fiebre que había contraído por culpa de sus heridas. Lentia no quería pensar que su vida corría peligro, pero los indicios no mentían.

Se hizo amiga de Faust. Luego... más que amiga.

Mientras todo eso ocurría y sin que ellos dos supieran nada, Luther regresó de Neverwinter para encontrarse a su primo al borde de la muerte. Inmediatamente empezó a acosarle con preguntas, y debido a la fiebre y al cansancio, Rolf acabó contándole lo que le habían hecho los licántropos.

Esa tarde, tras despedirse de Faust, Lentia fue a casa de su mejor amigo para ver cómo se encontraba.

No pasó mucho tiempo desde que traspasó la puerta de su habitación hasta que este la avisó de que Luther iba hacia el bosque con un batallón de sus hombres, dispuestos a aniquilar a la tribu de licántropos. Según el paladín, eran una amenaza para todo aquel que viviera en Thundertree o incluso Helm's Hold.

Cuando Lentia llegó, los paladines ya habían encontrado a la tribu. Ambos bandos estaban frente a frente, examinándose, listos para empezar a masacrarse unos a otros. En la primera fila, como era esperable por su posición, estaba Faust.

Luther preguntó entonces por el jefe de la tribu, y fue él quien contestó.

Debía pensar que fue Faust quien quiso matar a Rolf, y no Cillian.

Pocas palabras antecedieron al ataque, cuya iniciativa tuvieron los paladines. Lentia se lanzó sin pensarlo a la refriega, intentando avisar a Luther de que se estaba equivocando. No culpaba a los licántropos de estar defendiéndose de su ataque cuando él no les había dado la oportunidad de explicar por qué razón estaba allí.

Todo pasó tan rápido que Lentia no fue consciente de la situación hasta que estuvo en el suelo.

En un arranque de insensatez, se había interpuesto entre Luther y Faust para intentar convencer al primo de Rolf de su error. Pero ya era demasiado tarde para que el licántropo corrigiera la trayectoria de su golpe; le clavó el hacha en el costado.

La espada de Luther le cortó el pómulo antes de que Lentia se desplomara moribunda. Faust gritó, la recogió en sus brazos, y el paladín aprovechó que bajó la guardia para asestar el golpe que acabó con él también.

¿Es aquí donde acaba la historia?

No, en este caso, la muerte no es el final.

ElegíaWhere stories live. Discover now