Las sombras

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En cuanto la sombra de su mano alcanzó la espalda del paladín, este se revolvió y con la destreza de alguien que lo ha hecho mil veces, sacó una daga que no podía medir menos de tres palmos de debajo de la almohada. Barrió en arco ante Lentia, lo que la hizo retroceder. Mostrando una agilidad que no podría lucir bajo la armadura, Luther se incorporó sin bajar la guardia un solo milímetro.

"Llevo meses esperándote. Eres una necia por pensar que me pillarías desprevenido."

Lentia reprimió una sonrisilla. Luego se convirtió en sombras que rodearon al joven, pero él se revolvió a tiempo para parar su golpe.

"Eres una cobarde, atacando por la espalda. Peleemos frente a frente y ya veremos qué ocurre."

"Al menos tengo la suficiente inteligencia como para estudiar antes a mi enemigo. No como otros." La no muerta apareció frente a él.

"No te enaltezcas, asesina, cuando han caído inocentes por tu mano." Luther cambió su guardia con su movimiento.

"Mira quien habla." Lentia se escurrió por las sombras que proyectaban las cortinas. "Yo no mato sin razón."

Luther desvió la daga de la chica.

"¡Mentirosa!"

"¿Qué sabrás tú? Faust era inocente y tú lo mataste igualmente."

Los ojos de Luther se encendieron, dorados, y Lentia le dejó hacer. Esto era lo que estaba buscando, al fin y al cabo.

El paladín levantó una mano contra ella y sobre su corazón brilló la marca que mostraba el guantelete de Helm, su símbolo. La no muerta, presa de un conjuro sagrado, salió disparada e impactó con la pared del fondo de la habitación, con la espalda pegada a la piedra.

"Tú casi matas a mi primo una vez, y no te conformaste con ello; te perdoné, porque eras su mejor amiga. No podías ser capaz de hacerle eso deliberadamente. Pero luego, en tu casa, le mataste a sangre fría. Dejaste morir a Rolf ahogándose en la misma sangre que derramó para protegerte de los lobos. Supe que eras tú, no necesité verte con claridad siquiera. Apestas a traición."

Lentia sólo había retenido una de las muchas frases que habían salido por la boca del paladín.

"¿Quién es-" Comenzó, pero su voz se extinguió en mitad de la frase.

Rolf.

El paladín novato, el que parecía nervioso, había sido Rolf. Le había llamado la atención aún más que Luther, por el que simplemente había sentido un odio ardiente. Un torbellino de recuerdos, desde la noche de la Gran Cacería hasta que cayó por el hacha de Faust, encajaron en sus huecos de nuevo.

Había matado a su mejor amigo rajándole la garganta con un trozo de cristal.

Ni siquiera se había podido defender.

Lentia sacudió la cabeza y se obligó a regresar a la situación en la que se encontraba.

"¿Qué le hiciste?" Inquirió.

"¿Yo?" A la pregunta retórica la siguió una carcajada cínica. "Dirás qué le hiciste tú. Todo esto es tu culpa. Desconozco por qué razón decidiste aliarte con esos licántropos, aunque viéndote ahora, supongo que ambos tendríais metas parecidas." Luther le clavó la mirada. "Después de eso, Rolf se unió a la orden para ayudarnos a evitar que nadie saqueara tu casa, o se instalara en ella. Lo hizo por ti, y tu le mataste y disfrutaste con ello."

La verdad la golpeó en las entrañas, aunque ya difícilmente pudiera sentirlas. De no haber estado apoyada en la pared, le hubieran fallado las rodillas.

"Faust no era el líder de la manada que quiso matar a tu primo. Mataste al lobo equivocado."

"Cómo si fuera a creerme cualquier cosa que sale por tu boca, traidora."

En ese momento, alguien trasteó con la manilla de la puerta y entró en la habitación.

"¿Luther? Me encuentro algo indispuesta ¿Podrías llamar al-"

La muchacha que entró en la habitación vestía un camisón y no llevaba zapatillas. Tenía cara de haberse despertado pocos minutos antes de llegar.

"Pensé que no tendría que recurrir a esto." Lentia inclinó la cabeza hacia la muchacha, mirándola con curiosidad. "Vamos, mátame." Le dijo al paladín con liviandad.

Este, contrariado por el súbito cambio de paradigma, le dio varios segundos de duda a Lentia que ella aprovechó para desarrollar su ofrecimiento.

"Mátame, y luego baja a buscar al galeno. Pasa por delante de la cocina y date cuenta de que tu rollizo sirviente yace boca abajo sobre la mesa, con un cuchillo de carnicero entre la tercera y la cuarta costilla izquierda. Lástima que no haya sido él quien haya dejado el vaso de leche nocturno de Valarie en su mesilla." Devolvió la mirada a Luther. "Debes tener cuidado con quien manipula lo que toma tu prometida, paladín, nunca sabes lo que puede ocurrir."

Oportunamente, la muchacha del camisón se llevó la mano al vientre.

"Vas a escucharme, o no voy a darte el antídoto que evitará su muerte." Ordenó la no muerta.

"Lo robaré de tu cadáver si es necesario."

"Voy siempre cargada de pócimas, Luther. De todas ellas sólo hay una que puede salvar a Valarie. Las demás o bien no tendrán efecto o la harán morir más rápido, y los botes no están marcados. Sólo yo conozco el contenido de cada uno."

La luz, contra las sombras. El protector contra la asesina, y siempre alguien en medio. Parecía que estaban condenados a repetir el mismo patrón una vez tras otra. ¿Mataría Lentia al paladín, o sería este quien acabaría con ella por puro ímpetu?

Recuerda, lector; la muerte no es el final en esta historia.

"No tienes opciones." Lentia se separó del muro y dio tres lentos pasos hacia el joven, que no hizo nada sino mirarla y seguir manteniendo su espada entre ambos. "Así que voy a darte una. Yo no mato a los indefensos; tú y yo vamos a hacer un trato."

Luther apretó los dientes.

"Eres un monstruo." Gruñó. En el rostro de la interpelada ni un solo músculo se movió para reaccionar.

"Oh, lo sé. Pero tú vas a hacer un trato con este monstruo. Vas a ayudarlo a encontrar a su familia, convirtiéndote en alguien como él... y aun así, sigo pensando que es un castigo bastante liviano para ti."

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⏰ Last updated: Nov 27, 2019 ⏰

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