El cuervo

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"Levántate, campeona mía. Tienes algo pendiente."

Abrió los ojos con el graznido de un cuervo. El aire, helado pese a que era verano, entró en sus pulmones doloridos e hizo diluirse el contorno blanco de su visión.

Se puso en pie, tambaleando. Un extraño dolor en el costado le impedía mover una de las piernas ¿Qué había ocurrido?

Era muy tarde, tenía que volver a casa. La estarían esperando...

¿Quién?

Frunció el ceño y se detuvo al mismo tiempo, intentando recordar los rostros de las personas que estarían en su casa. Tenía un padre, y una madre, y algunos hermanos. Hermanas también ¿Cuántas?

Thundertree estaba tras la linde.

Llegó allí poco antes de que saliera el sol, cuyo brillo la cegó y la hizo ocultar el rostro tras el antebrazo. Los colores parecían verse mucho más apagados que antes.

Tenía que entrar en casa antes de que sus padres se despertaran y le regañaran por regresar tan tarde. Giró la esquina del edificio que reconoció como su hogar.

Se detuvo en seco ante la puerta... o lo que quedaba de ella.

Colgaba de una única bisagra y no era lo único dañado de la casa; las ventanas estaban hechas añicos, y por los huecos ascendían marcas negras que indicaban que allí dentro había ardido un fuego. Con dos dedos, la muchacha entornó lo que quedaba de la puerta y entró.

Al atravesar el pasillo, pisó unos trozos de cristal en el suelo y se detuvo. Era un espejito encajado en un marco metálico, redondo. En el anverso había un nombre grabado; Jessamine. La imagen de una chica le vino a la mente. Jess, claro, una de sus hermanas.

Lo alzó por delante de su rostro y se contempló. Luego lo soltó como si fuera un hierro candente. No recordaba mucho antes de despertarse y lo que había visto en el reflejo era algo que no quería rememorar jamás.

No había pupilas en sus ojos. Un corte ensangrentado y oscuro le recorría el pómulo. La piel, apergaminada, se le pegaba a los huesos luchando por permanecer donde estaba. Su pelo era del color de la ceniza. Fue entonces cuando prestó atención a sus manos, a los dedos que se oscurecían cada vez más y más, a las uñas alargadas y negras.

De repente el dolor del costado se hizo más evidente, y al retirar las ropas, la chica descubrió algo aún peor que su apariencia cadavérica; una herida desgarrada, huesos por debajo incluidos. Se le revolvió el estómago y lo peor es que pudo ver cómo.

Trastabilló en una dirección cualquiera antes de mantener la calma lo suficiente como para pensar en el lugar más indicado donde habría vendas. Si es que no habían ardido. El fuego había consumido los armarios, la mayoría de los muebles y cualquier objeto textil del salón; sólo quedaba el pie de una cortina y eso tendría que servir.

No le... no le iba a gustar... tener que recolocar las cosas de dentro continuamente.

"Luther, he visto entrar a alguien."

Luther.

Ella desgarró una tira de la tela justo en el peor momento. Las personas de fuera lo oyeron.

"¿Quién anda ahí?¡Descúbrete!"

Conocía esa voz.

"¡Si no sales inmediatamente, nos veremos obligados a entrar!"

ElegíaWhere stories live. Discover now