28. Mi lugar seguro.

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Joaquín.

No pude evitar sentir como se me rompía el corazón al recordar a Emilio saliendo de mi habitación.

El saber que no había creído en mi hasta el momento en que le grité y le dije todo lo que Alex me había dicho... me dolía. Y me dolía mucho.

Me estaba cansando, y más me estaba cansando de no tener a alguien a quien contarle como me sentía realmente.

Antes de que Emilio llegara a mi habitación el día de nuestra discusión, había estado hablando con Niko, mi mejor amigo.

Niko sabía toda la historia con Emilio. Niko sabía lo mucho que había llorado los años que estuve separado de Emilio.

Y en este momento lo único que necesitaba era platicar con él y contarle como me estaba sintiendo.

Narrador.

Viernes por la mañana. Y el clima no ayudaba mucho. Parecía que sería un día nublado, lluvioso y frío.

Tanto Joaquín como Emilio se despertaron tranquilamente y cada uno comenzó su día.

Joaquín por su parte se sentía desganado, sin nada de ganas o emoción por ir a la escuela.

Y Emilio se sentía cada minuto más culpable por haber provocado el llanto de su bonito.

[...]

Llegaron a la escuela cada quien por su lado. Los viernes no compartían ninguna clase, por lo que no se vieron en el transcurso del día. Ni siquiera en el receso porque Joaquín no había querido salir de su salón.

Fue hasta el final de la jornada de clases que al sonar el timbre, Emilio salió rápidamente de su salón de clases en busca de Joaquín.

Joaquín por su parte se encontraba guardando algunos libros en su casillero.

[...]

Joaquín.

Justo cuando cerré mi casillero y di la vuelta para dirigirme a la salida de la escuela, miré a Emilio chocando con un chico.

—Fíjate idiota. —dijo Emilio molesto.

Y justo cuando iba a irme de ahí decidido a ignorarlo. Noté bien quien era el chico con el que había chocado.

—¿Niko? —pregunté.

Niko dio una media vuelta y cuando me miró, no pudo evitar sonreír.

—¡Bebé! —gritó y corrió hacia mi.

Antes de poder reaccionar, solo sentí como me abrazó fuertemente.

Le correspondí el abrazo y cuando acomodé mi cabeza en su hombro, pude ver a Emilio molesto.

Arrugaba su naricita, cosa que solo hacía cuando estaba molesto. Y con el ceño fruncido dio una vuelta y se fue.

Niko y yo dejamos de abrazarnos y rápidamente comenzamos una conversación.

—Pues adivina a quien le dieron beca también. —dijo emocionado.

Lo miré sorprendido.

—¿QUÉ? —dije emocionado— ¿Por qué no me dijiste nada cuando hablé contigo ayer?

El niño de la sonrisa bonita. | Emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora