Capítulo Cuarenta y Nueve | Editado

192 17 11
                                    

Me senté a su lado y abrí la carpeta. Intentaba tranquilizarme pero teniéndolo al lado no podía.

-Eres un mentiroso. No te llamas Ethan. -solté lo suficientemente bajo para que nadie más escuchara.

-No es mentira -respondió. -Ese es mi nombre ahora, no podía tener el mismo si quería empezar desde cero.

Aguanté un suspiro. No podía creer que él estaba aquí a mi lado, después de cinco meses que se hicieron eternos.

-¿Era necesario irte para empezar de cero? -pregunté herida. Le hablaba con mi vista al frente, no podía mirarlo.

Un altavoz sonó anunciando que la sesión comenzaría en diez minutos.

Diez minutos más de tortura para mí.

-Tuve que matar a unos cuantos para llegar hasta aquí. No creas que es tan fácil denunciar toda una red de la mafia legalmente sin salir ileso -dijo sereno.

Lo miré sin creer lo que había dicho. Me acababa de ofender.

-Para tí lo legal no tendrá mucho sentido, pero para mí es todo.

-¿Lo es todo? -sentí que me miró.

Lo miré desafiante. Sentí calosfrios.

-Si lo es todo dime por qué tantos niños menores de quince años se escapan de los hogares de niños. -dijo amenazante. -Dime, ¿se escapan porque el estado vela por su bienestar? ¿Son delincuentes por los valores que les enseñaron? ¿Son violadores porque les enseñaron que violar estaba mal mientras se los violaban?

-¡Entonces por qué estás aquí, joder! -exploté. -¿Por qué volviste? -dije dolida.

-¡Lo hice por tí! -dijo exaltado. -¿no te das cuenta? Podría seguir siendo un parásito de ser humano pero te amo, ¡te amo! Me enamoré de ti. -sus ojos estaban cristalizados.

-¡me dejaste! -susurré con rabia. -No pensaste en mí, y me engañaste para estar aquí en este momento.

-Sabía que ganarías, Celeste. Por eso volví, porque ganaríamos, triunfaríamos y podríamos ser felices. -sonaba tan dolido.

-No puedes hacer eso, Daniel. Tú te fuiste sin pensar en mí -insistí -Mi mamá murió -una lagrima rodó por mi mejilla. -Y no estuviste.

-Celeste yo... -no lo deje hablar.

Lo que dije a continuación me dolió tanto, pero era lo mejor.

-Yo ya te olvidé, Daniel. -dije sin mirarlo. -Me casaré con otro hombre y tendremos un hijo.

Las lágrimas no podían dejar de caer por mis ojos, agradecía que estábamos de espaldas a las personas, así nadie podía vernos.

No dijo nada. Reinó el silencio.

Entonces decidí mirarlo, pero me arrepentí tanto de hacerlo.

Estaba llorando desconsoladamente, pero no emitía ruido. Solamente las lágrimas caían de sus ojos, su semblante serio aún estaba allí.

-Entonces ya nada de esto tiene sentido -dijo limpiándose las lágrimas. -Me voy.

Se iba a poner de pie pero lo tomé del brazo.

-No te vas. Esto lo terminas -dije cortante.

Me limpié las lágrimas con un pañuelo que traía bajo la manga de mi vestido. Ganaría, no por él ni por mi, sino por mi hijo. Nuestro hijo.

Él no merecía una historia como la nuestra.

El juez se hizo presente en la sala y todos guardamos silencio. Se sentó en su lugar y golpeó el podio dos veces dando por inicio la sesión.

Prometo Olvidarte ©| CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora