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6:00 AM

Frank esta vez sí escucho la alarma y se levantó más feliz que nunca, miró a su alrededor y agarro su celular en seguida, viendo si de verdad había tenido una llamada con Gerard Way, "el chico pelirrojo del cual necesitaba ayuda."

7:00 AM

Ya se estaba vistiendo, se había bañado y lavado los dientes más feliz de lo normal.
Rasco su nuca algo indeciso e inseguro del qué ponerse, optó por sus ropas negras. Sabía que su madre le iba a decir que se cambiará eso, pero no le importo, porque era su gran día.

8:00 AM

Se encontraba desayunando, mientras movía su cabeza contento, parecía un niño pequeño, su madre lo vio muy feliz por lo que no le dijo nada sobre sus ropas, lo dejó ir.
Su padre, miraba el diario y de vez en cuando miraba a su hijo, jamás lo había visto tan feliz, no desde que le había comprado la guitarra, con la que había quedado maravillado.

Frank le dio un beso en la frente a sus padres y agarro su mochila para irse caminando tranquilamente, metió sus manos en sus bolsillos mientras mantenía su sonrisa para caminar hasta la escuela.

En cuanto llegó alcanzó a ver a él pelirrojo de lejos, junto a su hermano menor, hablaban animadamente, Frank no pudo evitar sonreír, quiso acercarse, sin embargo su timidez era mucho más grande.

Al dejar un pie dentro de la escuela un chico lo agarro de la chaqueta negra que llevaba, lo estampó contra los casilleros, lo cual le sorprendió a Frank, no tuvo tiempo de hacer nada, porque sus reflejos eran muy lentos.

Se golpeó la cabeza, lo que lo dejó más desconcertados, desde hace años no lo tiraban de esa forma hacia los casilleros, lo habían dejado de molestar de hace mucho, y que de repente pasara lo dejaba muy desconcertado.

No tuvo tiempo ni de mirar al rededor ni de pedir ayuda y ya lo habían encerrado en uno de los grandes casilleros de quién sabe quién.

Golpeó la puerta, pidiendo ayuda, sin embargo todos pasaban de él, pudo ver a Gerard de lejos, quien había mirado todo el espectáculo, miró hacia Frank, con sus ojos llenos de tristeza.

Ve a clase, Mikey, yo te alcanzo.– Le dijo a su hermano menor, quien no le dijo nada y siguió su camino completamente callado.

Gerard se acercó al casillero en donde Frank estaba encerrado, éste se relamió los labios y se sintió ahogado por minutos.

¿Frankie?– Se desconcertó por el apodo, sin embargo asintió mientras presionaba su mochila contra sí, podía sentir los libros en el suelo del casillero, y cosas pegadas en las paredes, se estaba sintiendo ahogado, estaba sintiendo que moría.

Oye, oye, oye. Calmate, estoy aquí, ¿no me ves? Estoy aquí, nada te pasará, todo está bien, Frankie.– Gerard trato de tranquilizarlo, viendo como estaba comenzando a respirar fuertemente, Frank lo miró de reojo y trago saliva asintiendo lentamente.

Bien, uhm... ¿Crees saber cómo salir de aquí sin tener que llamar a un conserje?– Mordió su labio el pelirrojo.

El avellana asintió y sacó algo de su mochila, tirándolo por la rejilla para que Gerard pudiera agarrarlo.

¿Y esto qué?– Frunció el ceño, sin saber de qué le servía el celular de Frank.

Me han metido en cada casillero de esta escuela. En el bloc de notas están todos los pins, ¿qué número es este casillero?– Soltó una risita, queriéndo parecer obvio.

El pelirrojo asintió lentamente y desbloqueo el celular del menor, sin querer invadir su privacidad se dirigió hasta el bloc de notas y ahí vio una buena cantidad de contraseñas, los cuales la mayoría eran de los casilleros.

Miró el número del casillero y lo busco entre todas las notas, al encontrarlo, miró a los ojos de miedo de Frank, éste también lo miró, estaba respirando fuertemente, soltó una sonrisa hacia Gerard, que se la devolvió.

¿Lo vas a hacer o te robaras mi celular y me dejaras aquí? Me avisas, así no me sigo ilusionando.–

¿Ilusionarte? ¿Por qué?–

Uh, solo pon la maldita contraseña– Pegó una carcajada del nerviosismo, Gerard enarco una ceja y siguió mirándolo, esperando la respuesta a su pregunta.

¿Gerard? ¿Sigues ahí, verdad?– Frank se comenzó a poner nervioso, ante la idea de que Gerard se fuera.

¿G-Gee?–

Gerard no respondió.

En cambio se sentó a un lado, no respondió.

¿Gerard?... Maldita sea, se fue. Frank, ¿por qué diablos confíaste en él? Eres un idiota, un idiota.– Sin embargo, Frank pensó que se había ido y que no regresaría, ni siquiera con su celular, así comenzó a llorar en silencio, pero Gerard podía oírlo.

¡Gee! | FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora