Idril

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Un rayo aventurero se colaba entre las cortinas del balcón. Se desperezó y abrió más los ojos, tardó un par de segundos en darse cuenta de que estaba en su alcoba, completamente desnuda y con un perfecto elfo a su lado, también desnudo y durmiendo. Se llevó una mano a la boca y se rio recordando la noche anterior, como una niña que esconde una travesura antes de que nadie la descubra.

Miró detenidamente a su esposo, de arriba a abajo, examinando cada centímetro de su cuerpo. Cuánto lo había extrañado... y cuánto lo deseaba. Recordó con nostalgia la primera vez que lo vio completamente desnudo en su noche de bodas y lo avergonzada que se sintió por estar también desnuda ante él, convencida de que no era lo suficientemente hermosa para agradar a su reciente esposo. Sus malas experiencias, o más bien nulas experiencias físicas con elfos le habían hecho creer que no era atractiva, nunca pasaban de besos y caricias. Le costó entender que se alejaban de ella por su carácter indomable y porque era mejor guerrera que ellos y se sentían intimidados... hasta que llegó Thranduil.

Se levantó con cuidado de no hacer ningún movimiento que lo despertara, recogió los estragos de la noche anterior y se fue al baño de puntillas, se aseó pero decidió darse mejor una ducha. Cuando hubo acabado se secó con una toalla pero tuvo otra idea, cogió una bata limpia y aún con la toalla puesta se fue al jardín privado. Cuando salió al exterior le sorprendió la luz que había, debían ser las diez. Se llenó los pulmones del aroma cítrico del lugar, se desprendió de la toalla y la bata y se zambulló en las aguas termales. 

Nadó perezosamente hasta llegar a la pared de la piscina natural donde apuntaba directamente el sol, dejando que la piedra cálida relajara su espalda

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Nadó perezosamente hasta llegar a la pared de la piscina natural donde apuntaba directamente el sol, dejando que la piedra cálida relajara su espalda. Cerró los ojos y dejó la mente en blanco, después de tanto tiempo en Gundabad por fin podía relajarse y disfrutar de la tranquilidad, de vivir sin estar vigilada todo el día, sin miedo a que un orco la asaltara de un momento a otro sólo porque se había encaprichado y sobre todo, estar con los suyos. Estuvo un buen rato disfrutando de un momento de paz para sí misma y volvió a nadar, cuando se relajó del todo salió del agua y se secó, se puso la bata y regresó al dormitorio mientras se secaba el cabello con la toalla, Thranduil seguía dormido. Decidió que lo dejaría descansar un poco más. Fue a la puerta de su salón privado y mandó que trajeran el almuerzo. Luego fue al tocador y terminó de secarse el cabello y peinarse, cuando hubo terminado trajeron el almuerzo. Su marido seguía dormido boca abajo pero decidió despertarlo, no era normal que durmiera tanto.

Se sentó en la cama y apartó cuidadosamente unos mechones que tapaban su cara, acarició su rostro y bajó por su fuerte espalda. El elfo emitió un gruñido indicando que se estaba despertando pero sólo giró la cara, dándole la espalda a Idril y con la intención de seguir durmiendo. Ni corta ni perezosa, gateó por la gran cama y le dio suaves besos por los hombros, bajó por la espalda siguiendo el mismo patrón y cuando llegó a su trasero le dio un mordisco en la nalga.

 Ni corta ni perezosa, gateó por la gran cama y le dio suaves besos por los hombros, bajó por la espalda siguiendo el mismo patrón y cuando llegó a su trasero le dio un mordisco en la nalga

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