Anoriel

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Aproximadamente 70 años después

Se despertó con la determinación de convencer a su padre sin falta ese día. Ya había hablado largo y tendido con su madre, y ésta, aunque reticente, comprendió los deseos de Anoriel. Se levantó antes del alba, como cada mañana, y se vistió con su ropa de entrenamiento. Salió de su habitación y se dirigió al campo de tiro, hoy le tocaba con su madre.

–Ven, hoy el entrenamiento será a caballo. –dijo Idril cuando llegó al punto de encuentro. Le tendió su arco y su carcaj y le hizo un gesto para que la siguiera. –Tus flechas son certeras pero sólo cuando estás fija en un sitio. Todavía fallas cuando estás en movimiento, tenemos que pulirlo. –explicó Idril al ver la expresión confusa de Anoriel.

Fueron a las caballerizas y ensillaron dos caballos ellas mismas ante la mirada angustiada del caballerango. Salieron al bosque escoltadas por dos guardias y entrenaron durante toda la mañana. Anoriel acabó agotada pero no rechistó, cuando regresaron al palacio miró en dirección a los guardias y se alejó ligeramente de ellos. Su madre la siguió hasta ponerse a su lado.

–Madre, quiero comunicarle a padre mi decisión pero no sé cómo. –dijo en voz baja y mirando hacia atrás.

–Habla con el corazón, expon tus razones. Al principio se negará, esa será su primera reacción, pero acabará entendiéndolo. Si no lo hace, yo haré que lo entienda. –y le dedicó una sonrisa.

–Gracias, madre. –

Anoriel había crecido sin la presión de ser la primera en la línea de sucesión, por lo que pudo hacer lo que realmente quería: estudiar. Leía todo lo que caía en sus manos, quería convertirse en traductora y escribana del mayor número de lenguas conocidas pero su hogar se le quedaba pequeño. Idril, conociendo los deseos de su hija, la animó a seguir estudiando y contrató a diferentes tutores para que aprendiera. Tenía tan buena disposición y tanto talento que en apenas un año ya dominaba cada nuevo idioma que aprendía como un nativo. Aunque un poco escéptico, Thranduil acabó viendo el beneficio de esas clases para Anoriel, pues Idril le había hecho ver que podía ser de gran ayuda si en un futuro la enviaban en representación diplomática del Bosque Negro. Poco sabía él que esas clases ocultaban otras intenciones.

A cambio de esto, la princesa se había comprometido a seguir con los entrenamientos, bajo la supervisión de la reina, y las clases de protocolo y diplomacia que debía mantener por su posición, aunque éstas ya estaban por concluir.

Además de esto, desde que cumplió los 50 años había empezado a recibir propuestas de matrimonio, hecho que no hacía más que exasperarla, como si esa fuera su única meta en la vida. Cada vez que recibía una a Thranduil se le crispaban los nervios, "¡¿No ven que es demasiado joven?!", gritaba furioso con cada carta. Al final, Idril acabó tomando las riendas en el asunto, pues aunque pensaba igual que su esposo, tenía más mano izquierda y la comprensión femenina de la que él carecía.

 Al final, Idril acabó tomando las riendas en el asunto, pues aunque pensaba igual que su esposo, tenía más mano izquierda y la comprensión femenina de la que él carecía

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