Capítulo 3: ¿Te importa que te acompañe?

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Todos buscamos resguardo de aquello que nos produce dolor o mal estar. Es normal querer buscar el bienestar. Es humano querer estar en calma.

— Anónimo

Era la hora del desayuno y Marco se entretenía mirando un video de torneos de karate en su teléfono celular mientras disfrutaba de un tazón de leche con cereales. Se asombraba al ver la doble patada aérea que realizaba el maestro Dao Swan Pou en su exhibición de habilidades.

— Caray, cuesta creer que tenga setenta y cuatro años.

La siguiente exhibición fue la de romper una madera usando nada más que su puño mientras la sostenía uno de los asistentes del torneo. Todo el público guardó silencio mientras Dao se concentraba para golpear. Lanzó su puño y la madera se partió, produciendo dos cracks. El público calló de golpe, y Marco que estaba mirando se echó un momento hacia atrás.

— ¿A caso se ha roto la mano con ese golpe?

Todos aguardaron expectantes al veredicto del médico presente para ver si Dao se había hecho daño con aquel golpe. Cuando acabó de examinar le susurró algo a Dao al oído y este mismo tomó el micrófono y se dispuso a hablar.

— Dao no tenel hueso loto -dijo el propio Dao.

El público suspiró aliviado.

— No —intervino el asistente que sostenía la tabla—, el que se rompió algo fui yo —dijo entre lágrimas mostrando una de sus muñecas rotas debido al golpe del anciano.

Marco cambio la expresión de su rostro por una de dolor al ver la forma en la que la muñeca del asistente había quedado. Solo por eso decidió bloquear el celular y dejarlo a un lado para acabar su tazón con leche.

De todos los momentos del día, el desayuno era uno de los que más le gustaba, ya que era un momento tranquilo en el que el resto del mundo aun dormía, mientras que él disfrutaba de una agradable y sencilla comida. Se solía despertar temprano, así que era costumbre para él desayunar solo en Mewni. Respiró la calma, exhaló con satisfacción y se llevó otra cucharada a la boca.

— ¡Marco! —gritó Star entrando de golpe en el comedor con una patada a la puerta.

La sorpresa de Marco fue tal, que escupió la leche y los cereales que tenía en la boca. Tosió un par de veces para recobrar el aliento.

— Star, ¿qué ocurre? —preguntó con voz ronca y apoyado sobre la mesa mientras se sujetaba el cuello.

— Buenos días —saludó mostrando aquella amplia y reluciente sonrisa que siempre traía consigo.

Marco se quedó mirándola con incredulidad ante la sencillez con la que esta se mostraba, pues el chico podría haberse atragantado con su comida por culpa de aquel saludo sorpresa. Pero al final le devolvió el gesto al ver que ella no cambiaba su expresión.

— Buenos días, Star. ¿Qué haces despierta a esta hora? ¿tenías hambre? —mientras correspondía el saludo de la chica intentó nuevamente tomar otra cucharada de aquel tazón.

— No, solo quería saludar a mi mejor amigo en el mundo —le decía mientras le daba un abrazo. A lo cual Marco entornó la mirada, pues aquella actitud repentina le resultó extraña.

— ¿Estás segura de que es solo por eso?

—Bueno —estiró la primera sílaba—, y porque hoy me voy de nuevo con Tom a los volcanes del inframundo.

Al oír eso, Marco se tragó los cereales de golpe y aquello le provocó una ligera tos. Se dio un par de golpecitos en el pecho con el puño para ayudarse a pasar la comida y que llegase al estómago.

Marclipsa - La era de la oscuridadWhere stories live. Discover now