Capítulo 8: Contrariedad

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La duda y la confusión contribuyen al caos y nos convierten en alguien lleno de inseguridades. Está en nosotros traer el orden a nuestros pensamientos y a nuestro corazón si queremos volver a estar en paz.

— Anónimo

Estaba sentada en el suelo con la espalda apoyada en su cama y la cabeza echada hacia atrás, recostada en el colchón. Tenía los ojos cerrados, pero no estaba dormida. No, ella estaba muy lejos de estar dormida.

Después de lo ocurrido, su mente se había vuelto un matojo de preguntas y cuestiones. Todas ellas relacionadas con lo que ella y Marco habían hecho. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué lo había hecho él? ¿A caso este se había enamorado de ella, o viceversa?

¡Ah! No lo sabía, no sabía por qué lo había hecho. Intentó repasar lo ocurrido. Solo recordó que ambos habían conectado mediante el flujo de la magia oscura. Sí. Y que la sensación era bastante agradable. Sí, también. Y luego... luego... no se sintió dueña de sus actos. Es como si, por un momento, su mente se apagara y su cuerpo se moviera por sí solo.

¿Acaso había perdido la concentración y se había descuidado con la magia oscura? Se quitó los guantes y miró sus manos, la corrupción de estas seguía igual. Ningún tipo de avance o algo que se le pareciese. No, eso no era.

¿Qué más recordaba? Se echó hacia adelante y se masajeó un poco la cabeza para ayudarse a pensar. Intentó centrarse en las sensaciones que se apoderaron de ella en aquel momento. Una agradable sensación de placer en todo el cuerpo, como cuando uno se despierta y se siente relajado y caliente. Después, la imperiosa necesidad de acercarse más a Marco, como si fuese algo natural, como cuando alguien tiene sed y bebe agua. Simplemente, esa necesidad estaba allí. Y justo después, un sabor dulce en los labios. Dulce... se sentía fluir junto con él.

De pronto, abrió los ojos y se repitió aquella palabra.

— Fluir...

Recordó que la magia oscura, más que el resto de las otras magias se parecía al agua que recorre canales, riachuelos, lagos y luego vuelve a desembocar en el mar. También cayó en la cuenta de que nunca había conocido a nadie que utilizase magia oscura y, por lo tanto, tampoco había realizado magia oscura con nadie más que ella misma. Tal vez eso tuviera algo que ver con lo ocurrido. A lo mejor la oscuridad en sus cuerpos había actuado de la misma forma que actuaba el agua, fluía, no solo a través de ellos, sino que también fluía con ellos. Algo nuevo para tener en cuenta a la hora de practicar su uso.

Por ahora, no era más que una mera hipótesis, pero ayudaría a explicar el comportamiento de ambos. Es decir, a Marco le gustaba Star, y ella seguía pensando en liberar a su marido. Pero, primero tenía que superar el asunto del juicio cuando este llegase. Sí, estaba claro que ninguno de los dos se había mostrado más activo en lo que al amor se refiere entre ellos, por lo que la hipótesis cobraba más fuerza, al menos en ese sentido.

Suspiró con alivio. Aquella conclusión le había ayudado a calmar su mente y sus emociones. Se palpó el pecho y notó su corazón latir con normalidad. Ya estaba mejor.

Se puso de pie y se sacudió un poco el vestido. Tenía que encontrar a Marco. Probablemente él estaría mucho más confundido que ella, después de todo, no era más que un novicio en lo que a magia oscura se refiere. Y ella apenas acababa de llegar a la conclusión de hace un momento. Estaba en su deber arrojar luz al asunto.

Marco se hallaba en lo alto del castillo, muy, muy en lo alto. En el tejado para ser más precisos. Estaba recostado sobre las tejas mirando al cielo. Suspiró con pesadez mientras cerraba los ojos un momento y luego los volvía a abrir.

Treinta y un años. Treinta y un años eran los que tenía y, pese a todo, seguía siendo un niño en varios aspectos. Se había enfrentado a animales, criaturas de fantasía e, incluso, monstruos. Se había visto metido en conflictos políticos, ideológicos y científicos. Había comprendidos las diferencias sociales entre otras especies, llegando a aceptar a aquellas criaturas a las que todo el mundo llamaba monstruos solo por ser seres distintos a él, pero similares en cuanto a la voluntad de vivir. Había aprendido a cazar, a sobrevivir, a luchar y también se había recibido en la que, probablemente, sería la academia más prestigiosa de todas las dimensiones. Se había vuelto un adulto de los pies a la cabeza, y había hallado la forma de salir de mil y una situaciones en las que su vida o la de otros corría peligro, había madurado, y aun así... aun así seguía siendo un chico en cuanto a temas amorosos.

Marclipsa - La era de la oscuridadWhere stories live. Discover now