Edward Eric es el chico mas deseado de la escuela Alchemist, es guapo y uno de los mejores de la escuela, sus notas son casi perfectas y siempre consigue lo que quiere, pero hasta ahora ninguna chica a logrado tener algo con el.
Un día llega Winry R...
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Narra Edward
Para no llegar tarde Winry subió primero mientras yo buscaba un lugar en donde dejar la bicicleta, cuando fui con ella, me la encontré muy pálida y sudorosa.
—¿Estas bien? ¿te duele algo?— pregunté preocupado, se veía ida, como si me estuviera escuchando a medias.
—Estoy bien— limpio el sudor de su frente.
Su respuesta no me tranquilizó en lo absoluto, claramente no estaba bien. Luego intentaría averiguar si estas crisis eran normales con la doctora.
En el citofono, la voz de una mujer llamó el nombre de Winry. La ayudé a levantarse al ver que aun no se recuperaba del todo.
—Winry, ¿paso algo mientras no estaba?— la interrogue en lo que llegabamos a la consulta.
—No, no paso nada, solo es mi mente jugándome una mala pasada— tomó un respiro recobrando la compostura.
¿Que quiere decir con eso?
Al estar frente a la puerta con el número 10, Winry se adelantó entrando como si fuera a una batalla.
Ahora estoy seguro, definitivamente pasó algo mientras no estaba y eso hizo que ella se sintiera mal.
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La doctora Rebecca fue muy amable con nosotros, sobre todo con ella. Fue muy detallista al explicar las preguntas de Winry, como ¿que tipo de síntomas son o serán normales en el desarrollo del embarazo? o ¿cómo debo cuidarme en alimentación o actividades?
También preguntó sobre el tamaño de su vientre, ya que estaba preocupada por lo poco que se notaba. La doctora dijo que a veces pasaba que a algunas mujeres no se les notaba mucho los primeros meses, pero con el pasar del tiempo eso cambiaría, así que no debía preocuparse.
Luego de unos diez minutos de indicaciones y ese tipo de cosas, pasaron a hacer la ecografía. Justo en ese momento, Al me llamó, trate de ser rápido pues no quería perderme nada. Cuando entre de nuevo, lo primero que vi fueron sus ojos azules mas brillantes que nunca, estaba mirando la pantalla donde se podía ver una pequeña mancha, apenas se podía ver con claridad, pero ahí estaba su cabecita, sus manos, sus piernas y su cuerpo. Ese era nuestro hijo.
