Extra 3: 25 de Febrero.

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2 años más tarde.
Myke Walker, 19 años.
11:50 pm.

— ¡Mierda, te dije que se me rompería el zapato! —Exclamó la amiga rubia. La pesada más bien— Y todo por no querer subir al taxi con Jack.

— ¿Podrías superar de una vez por todas la maldita idea de qué Jack y yo tengamos una relación? —Preguntó la llamativa chica de pelo largo.

— Yuli, está coladito por ti desde sexto de primaria ¡Dale una oportunidad! —Insistió.

— Definitivamente, no. —Caminó en dirección contraria para esquivar a su amiga— Jack no es mi prototipo. Lo veo como un amigo e incluso como un oso tierno.

— No te entiendo —Ríe— ayer me dijiste que buscabas alguien romántico y tierno.

— ¡No empalagoso! ¿Sabes lo qué es estar con él? Quiere manosearte todo el día, es un pulpo.

— ¿Pulpo u oso tierno de peluche? Aclárate.

La empujó.

Las dos caminaron por la otra acera acercándose a mi. No lo sabían, pero en la oscuridad era donde yo me encontraba.

Horas antes.

10:00 am.
Abrí los ojos y por sorpresa para mi, esta vez no era una voz, era más que eso. Mientras él dormía, conseguí apoderarme de su cuerpo totalmente y todo se volvió negro hasta ahora.

Observo sus manos. Me puse en pie y caminé hasta un espejo. El muy imbécil los tenía todos hecho pedazos pero aun así, conseguí mirarme en los trozos rotos del baño. Mis verdaderos ojos asomaban deslumbrando, tenía que aprender a esconderlos al resto de la gente o por desgracia para ellos, morirán antes de lo previsto.
Busqué ropa en el armario pero tan solo encontré ropa de color negro. Siempre supe todo lo que él pensaba y lo estúpido que era creyendo que el color negro lo haría pasar desapercibido. Yo lo habría hecho mucho mejor, me habría vestido llamativo y la gente me habría ignorado al ser tan igual al resto.

Decidí vestirme con lo primero que cogí. Técnicamente la ropa era toda exactamente igual, no había mucha ropa que elegir. Me acerqué una vez más al espejo, apoyé las manos en el lavabo y cerré los ojos hasta conseguir un control perfecto sobre el color.

Relamí mis labios. Cogí las llaves del coche y bajé las escaleras para entrar en el coche que Kendo, el casi amigo de Myke, le dejó.
Conduje hasta el lugar de las carreras y bajé del coche observando todos los cochazos que posee  el imbécil de Kendo.

— ¡Bestia, qué sorpresa! —Gritó desde una esquina dejando a un señor con la palanca en la boca. — ¡Ven, acércate!

Hacía mis adentros suspiré.

— ¿Qué es lo qué quieres?

— Veo que no te has levantado de buen humor, peor que ningún día me atrevo a decir.

— ¿Quieres visitar antes el cementerio? —Mi voz cambió volviéndose aún más siniestra. Sospechó y acto seguido tosí— Habla y di lo que quieres.

— Este tío —Dijo refiriéndose a mi— es uno de los mejores ¡Tiene qué estar en la carrera de mañana!

— ¿Qué podemos sacar de ti? —Preguntó el señor aparentemente adinerado. — ¿Ganaría dinero?

Bestia. ® ||EXTRAS||Where stories live. Discover now