Ivanna - A Spanish Short Story by @J_V_I_

52 10 3
                                    


I

La nave de suministros descendió a las 10 de la mañana, puntualmente como lo hacía cada semana. Ricardo se acercó impaciente a recibir a su piloto por la manga de salida, que los técnicos de pista rápidamente aseguraron contra la compuerta. Si bien llevaba varios meses recibiendo a Ivanna, no podía evitar que su corazón se acelerase cada vez que acudía, y no solo por el hecho de llegar casi corriendo.

La antecámara de desinfección solo demoró un par de minutos de permitirle la salida a la piloto, que sonrió amablemente pero que a Ricardo le parecía la mejor expresión del mundo. No podía dejar de admirar su tersa piel, y a pesar de la tonalidad verdosa, al terrícola se le antojaba como una esmeralda. Una piedra preciosa de un incalculable valor.

Ciertamente enamorado, como tosco operario a cargo de la bodega de suministros solo se permitía disfrutar de su breve compañía cada semana, sin atreverse a confesar sus sentimientos.

II

Por razones casi históricas, la península donde se encontraba la bodega FLA504 fue el escenario principal de lanzamientos y aterrizajes espaciales. Aunque no el mejor, la probabilidad de sufrir la llegada de huracanes en temporadas estivales a todas luces era un peligro latente para la línea de abastecimiento 17, justamente la que pilotaba Ivanna. Para esa misma tarde se esperaba el arribo de uno pequeño, por lo que el despegue debía ser inusualmente temprano. En vista de ello, Ivanna pidió a Ricardo que la llevara al restaurant de la base antes que nada, mientras cargaban su nave.

Una sala especial vidriada del restaurant, permitía disfrutar de la vista al océano lindante a la base. Aunque su función principalmente era acoger a los colonos que descendían, quienes podían disfrutar de la luz diurna en forma directa.

III

Casi hipnotizado por las anécdotas de la colonia espacial, y entre risas, Ricardo compartía la mesa con Ivanna. Muchas de sus costumbres le parecían extrañas, a pesar de ser humanos había mucho misterio alrededor del aspecto y modo de vida de los colonos. Si bien el secreto sobre el porqué de estas diferencias no le permitía preguntar más allá, las encontraba en cierto modo simpáticas.

El tiempo pareció volar y recién pasado el mediodía llegó la confirmación de carga completa. No había más excusas para estar allí con ella, y el viento creciente del huracán cercano anticipaba la llegada del huracán en forma puntual.

IV

A través del radio de sala de control, Ricardo comunicaba a Ivanna que todo estaba listo para el despegue. Un titubeo de ella al responder le hizo dudar, y lo repitió. Luego de unos segundos Ivanna respondió alarmada que había un desperfecto. De inmediato Ricardo envió técnicos a verificarlo.

Siguió conversando para tratar de animarla, pero a medida que el cielo se cargaba de nubes amenazadoras, corriendo rápidamente por el viento que aumentaba de intensidad, Ivanna no podía disimular su gran preocupación. Los técnicos comentaron que corregir el desperfecto les llevaría al menos dos horas más, y aquello hacía imposible despegar ese día con el huracán inminente. Ivanna dejó entonces de responder a Ricardo. Asustado por el raro comportamiento, Ricardo siguió insistiendo hasta que vio a Ivanna corriendo por la pista desesperada. Había abandonado las nave.

VI

Mientras caían las primeras gotas de llovizna, Ricardo alcanzó corriendo a Ivanna, que había resbalado y cayó sobre su rodilla. Ricardo la sujetó de los hombros y pudo ver que lloraba desconsoladamente. La sorpresa apenas le dejaba balbucear tratando de tranquilizarla, aunque ella estaba en un estado casi desesperado.

Sin dejar de llorar entonces Ivanna liberó su secreto, los colonos eran humanos manipulados genéticamente para vivir solo con la luz solar. Pero ello tuvo como consecuencia que no podían pasar mucho tiempo sin recibir su radiación directa. Por ello la colonia espacial permanecía en órbita helioestacionaria y solo bajaban durante el día por los suministros. Pasar la noche en la Tierra era de hecho una sentencia de muerte para ella.

VII

Con el huracán pisándole los talones, lo único que atino Ricardo fue llevar a Ivanna a su nave particular, y despegó con rumbo al oeste. Esa ruta no solo lo alejaría del huracán, sino que además le permitiría acompañar la trayectoria relativa del sol. No tenía idea de cuanto podía sostener la velocidad de la nave corriendo tras la luz diurna, pero nada más en la Tierra permitiría que Ivanna sobreviviera.

Fijó el piloto automático, y dejó que la luz del día bañara la cabina, donde temblaba Ivanna secando con un pañuelo su rostro. Tomó Ricardo otro pañuelo y ayudó a enjugar las lágrimas que no cesaban. Ivanna entonces sonrió atrapando su mano entre la suyas y le agradeció por el esfuerzo. Las nubes eran menos intensas a medida que volaban, pero se notaba que la intensidad del día igual decaía. No avanzaban a velocidad suficiente.

VIII

Ricardo desesperó finalmente, comenzó a maldecir a quienes jugaban con las personas dejándolas en ese estado de fragilidad por el avance de la ciencia. No encontraba digno crear humanos experimentales. A su vez Ivanna intentó justificar que las grandes hambrunas, y guerras por alimentos de la Tierra cobraban millones de vidas cada año, y a pesar de esta debilidad de los colonos, una humanidad futura que solo dependa de la luz solar para vivir, virtualmente inagotable, podía ser la solución a los principales conflictos.

Ricardo asintió para dejarla conforme, pero en su interior renegaba de ello, impotente de no poder hacer nada por la mujer que amaba.

IX

La nave volaba raudamente sobre el océano, la capa de nubes apenas dejaba una franja despejada sobre el horizonte, donde el sol asomó. Instintivamente Ricardo abrazó a Ivanna, para contener su cuerpo que cesaba de temblar. Una isla perdida cruzaba su ruta, e Ivanna pidió que descendieran allí. No quería que la noche la sorprendiera en un vuelo sin esperanzas.

En la playa de la isla desierta, Ricardo e Ivanna se sentaron lejos de la nave, y sobre la arena asistieron sentados, abrazados, a la puesta naranja, que terminó de ocultar el sol, dejando las nubes coloreadas con matices entre rojos y rosados.

Ivanna susurró que la vista era hermosa, en la estación espacial nunca podían ver un espectáculo como aquel. Permanecieron en silencio hasta que cayó la noche, sin atreverse a cruzar más palabras.

X

En la oscuridad, Ricardo no pudo ver en qué momento Ivanna se convirtió en una planta. Al amanecer encontró entre sus brazos el cuerpo convertido en vegetal, pero de una extraña sensación tibia al tocarla. Levantándola delicadamente, se acercó a la zona donde comenzaba la vegetación, y adivinando sus pies como plantas, los enterró en la mezcla de tierra y arena cerca de un manantial. Con sus manos ahuecadas dejó caer más agua sobre ella, y le pareció que reverdecía resplandeciente. Con decisión se dirigió a su nave y rompió el sistema de rastreo.

Muchos años después, vistiendo ropa harapienta y en su último día de vida se recostó sobre la planta que fue en algún momento Ivanna. Nunca pudo saber si el experimento genético en realidad fue convertir un humano en vegetal, o siempre fue un vegetal al que lo manipularon antropomórficamente. Cerró los ojos satisfecho de haber cuidado de ella todo ese tiempo.

Luego de cerrar los ojos, la planta pareció ceder un par de ramas envolviéndolo, mientras el sol se ocultaba naranja, una vez más, bajo el horizonte.

Tevun-Krus #75 - International 4: SolarPunkWhere stories live. Discover now