Capítulo 13

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Al restaurar el tiempo, las ruinas de la iglesia se convirtieron en un remolino de tonalidades apagadas que se transformaron en los vibrantes colores del patio rebosante de flores y árboles de la escuela de Adán. Cuando regresaron, Crowley y Azirafel se apresuraron a contarle su plan al joven Anticristo y solicitar su apoyo.

Charlar con Adán había sido muy difícil para Azirafel. La duda que Crowley había insertado en su mente, de que Adán no pudiese hacer nada para remediar su complicada situación, hacía que se sintiese enfermo: le revolvía el estómago y percibía una pesadez como si un gordo gato invisible se sentara sobre su cabeza y le quitara la energía para sustituirla con malos presentimientos. Tampoco ayudaba que de la rodilla para abajo, su pierna izquierda estuviese agarrotada; era como si no fuese suya o como si se tratara de una pata de palo y entre más pensaba en ello, más rápido se recorría la pérdida de sensibilidad. Tenía razones de sobra para estar angustiado, pero hacía lo posible por transmitir toda la calma que su creciente ansiedad le permitía por el bien de su amigo. Debía de mostrar confianza, autocontrol, porque su última esperanza era Adán, y, como el irremediable optimista que era, no quería soltarla. A Crowley, en cambio, se le notaba a kilómetros su inquietud, tenía los brazos cruzados y daba rítmicos golpecitos en el suelo de forma apremiante mientras esperaba la respuesta de Adán, que, cuando terminaron de plantearle su plan, los miraba a ambos como si estuvieran chiflados.

- ¿Están seguros de que quieren eso? - preguntó el niño. Fruncía el entrecejo, desconcertado- El cielo y el infierno es su trabajo... ¿Lo han pensado bien? Mi padre a veces dice que odia ser contador, pero en el fondo sé que lo adora, siempre habla de números y eso, como si fuera lo más apasionante del mundo. Debe de haber algo que les guste, algo que echen de menos.

-¡Oh! ¡Por supuesto que hay muchas cosas que nos encantan de nuestros trabajos! Son nuestra razón de ser, después de todo- se apresuró a contestar el ángel en tono excesivamente afectado, aunque no podía dejar de doblar las cejas con angustia - Pero, lo que pasa es que... En ocasiones debemos tomar decisiones que determinan el curso de nuestro destino y dejar de hacer las cosas que nos gustan para elegir hacer lo que es mejor.

-No podemos seguir trabajando para nuestros "encantadores"  jefes- repuso sarcásticamente el demonio- Al menos yo. En cambio- le dio unas palmaditas en la espalda al principado- Azirafel últimamente es muy cotizado por el cielo y el infierno.

-Yo prefiero seguir en la Tierra fastidiándote por el resto de los siglos, si me lo permites- replicó él sin pensarlo demasiado. Su amigo formó una rápida y efusiva sonrisa y Azirafel supo que el sentimiento era mutuo.

-Es que no lo entiendo- insistió Adán- ¿Por qué deben dejar de hacer lo que les gusta?

Ambos guardaron un breve silencio.

Crowley, abstraído, miró hacia abajo, a sus zapatos de piel de serpiente; cavilando sobre lo que Adán  había dicho.Ciertamente, había muchas cosas que disfrutaba de su empleo y también se consideraba bastante bueno en él. Extrañaría idear diabluras innovadoras como la publicidad intrusiva en internet, el spam o las comisiones por sacar dinero del banco. Pero eso no valdría la pena si Azirafel no estaba ahí, reprochándole sus malas obras. En realidad, sin la compañía del ángel, nada tendría sentido. Entonces, un nudo en la garganta y la sensación de no poder aspirar aire lo apabulló al darse cuenta de que cada minuto que pasara con él era importante y valiosisimo, pues podría ser el último. El tiempo pasaba y lo estaba desperdiciando.

- Adán,necesito confirmes si puedes ayudarnos. Porque si no, es mi deber hacer que Azirafel pase el mejor día de su estadía en la Tierra y beba tanto alcohol que cante karaoke sin camisa en un lugar lleno de desconocidos.

-¡¿Qué?!- exclamó inmediatamente el principado, tan colorado como el cabello del demonio- - ¡Yo no haría esa barbaridad!

Crowley se encogió de hombros

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