Capítulo 14

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El cielo estaba teñido de matices cerúleos y rosados, y la luz contorneaba a las nubes de color lavanda y coral. Sobre una solitaria colina cubierta de hierba verde se hallaba un único árbol. Era un cerezo, cuyas flores de la misma tonalidad que el cielo se desprendían y danzaban al compás del fresco aire campirano de Tadfield. Junto a él se encontraba un auténtico Bentley de 1929. La impecable pintura negra del automóvil resplandecía, destellando con los últimos rayos de sol al atardecer, y de él emanaban los primeros segundos de una icónica canción de inicios de los ochentas.

Si los vehículos tuviesen emociones, cualquiera diría que ese Bentley estaba de un excelente humor.

<<I want to break free
I want to break free
I want to break free from your lies
You're so self satisfied I don't need you >>

Frente al Bentley, bajo la sombra del cerezo, dos hombres con siluetas inusuales disfrutaban de un picnic sentados sobre un tapete de tartán. Sus siluetas eran inusuales porque a pesar de parecer humanos, en la espalda de cada uno sobresalían sendos pares de alas forradas de un plumaje tan perfecto que no podía ser terrenal. Su aspecto era similar, pero contrastaban. Las alas de uno eran blancas y mullidas, al igual que su cabello. Las del otro eran negras y elegantes.

Las ciabattas de una cafetería cercana se habían esfumado y habían reaparecido en una canasta de mimbre en la que Crowley había colocado las manzanas y el vino importado que había comprado en el supermercado. Él supervisaba la canasta, encargándose de que la comida no faltara, robando más ciabattas de la cafetería a medida que su compañero las consumía.

-¿Seguro que es buena idea desplegar las alas aquí?- preguntó Azirafel mientras examinaba la etiqueta de una botella de vino tinto y hacía que el año de cosecha cambiara como un reloj digital en retroceso, hasta volverlo veinte años más añejo.

Crowley oteó al horizonte. El sol se ocultaba lentamente descendiendo sobre las copas de los árboles y se reflejaba en sus gafas. Estaban solos.

-No hay nadie. De todos modos, los humanos modernos no tienen buena vista, por la luz de las pantallas o algo así. Si nos ven pensarán que somos aves descomunales. Ya sabes, como...-el demonio se mordió el labio inferior, buscando rápidamente en su cerebro algún nombre de ave, pero sólo una le venía a la mente: -...como patos.

El ángel asintió con la cabeza y procedió a destapar el vino. Le dio un sorbo y le pasó la botella a su homologo, quien le dio un largo trago. Crowley se limpió con el antebrazo un hilillo granate del borde de su boca y le regresó la botella. Después le ofreció una manzana. Azirafel aceptó y él tomó una del cesto también. Ambos las mordieron con un crujido que resonó al mismo tiempo y Crowley aprovechó ese momento de distracción mientras masticaban para pensar.

Persuadir a Adán de ayudarlos había sido demasiado sencillo y su truco de despistar a sus superiores había funcionado. Lo habían comprobado hace unos minutos. Casi había chocado al Bentley contra el cerezo cuando subían por la ladera, pues la señal de radio había sido interrumpida por una voz pastosa y familiar: la de Lingur.

El demonio no-muerto, resucitado y definitivamente no derretido por agua bendita, le había avisado que Belcebú había aplazado los lunes de baile disco de protesta contra la santidad a los miércoles. Y eso había sido todo. Bien por él y Hastur, pensó Crowley. Nunca recordarían que Lingur se había convertido en una pegajosa sopa de malicia muy difícil de limpiar en el umbral del estudio de su apartamento. Y tampoco recordarían que había conspirado con un ángel para evitar el apocalipsis...

Aún así, una parte de él todavía no podía creer que, a pesar de su encuentro con el padre de Adán y el enfrentamiento con Hastur, todo había resultado bien. Normalmente, sus proyectos se volvían en su contra tarde o temprano, como la vez que se le ocurrió inventar el moho para arruinar la comida de los humanos y ellos descubrieron la penicilina. "El mal contiene la semilla de su propia destrucción" solía tararear Azirafel para molestarle cuando ocurría algo así. Crowley había vivido suficiente tiempo en la Tierra como para saber que esa afirmación no siempre se aplicaba a la realidad, pero en su persona sí ¿Por esa razón su plan había funcionado? ¿Porqué no era nada malo?

TentaciónWhere stories live. Discover now