Capítulo Tres

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Anahí volteó la cabeza dejando libre su cuello. No se acordaba dónde había leído sobre eso, pero significaba que mostrando su parte vulnerable para demostrar que no era un peligro para él. Funcionaba en algunos animales, podía funcionar con una Especie Salvaje.

Ella vio por el rabillo del ojo como él se acercaba más y le olía ruidosamente el cuello. Podía sentir su aliento y si hubiera sido otro momento, hasta cosquillas le hubiera dado.

El macho bajo hasta su pecho y ella dejo de respirar. Una idea le llegó: que la mordería ahí para empezar a comer sus órganos internos; algunos animales en África lo hacían. Pero él siguió bajando, oliendo ruidosamente hasta su cadera. El impulso de apartarlo fue grande, le recordó a un perro en una zona de Egipto que la había perseguido para olerle el coño, casi había enloquecido por la vergüenza.

Pero sabía que este era diferente, y por eso se quedó lo más quieta posible. El olió con más fuerza y después siguió bajando hasta sus pies. Sintió como los tocaba y acariciaba. No sabía en qué momento su otra sandalia había salido de su pie.

La mujer decidió cerrar los ojos, y trataría de relajarse. En ese momento deseo haberse vestido más normal en vez de esa tela que le servía de vestido.

El macho volvió a subir y pudo sentir teniéndolo cara a cara. Después se alejó de ella, sintió y oyó como rasgaba su tela, pero se obligó a permanecer callada. Había sido mal momento para no usar brassier y unas bragas pequeñas. El frío tocó su piel. Quería que la tierra se abriera y se la tragara.

Pero lo que más la sorprendió fue que él chupó uno de sus pezones. Un gemido de sorpresa la abandonó. El macho estaba succionando su pecho. Pudo sentir sus dientes y por un momento se le formó la idea que se lo arrancaría, pero no pasó, él siguió chupando. Un escalofrío la recorrió. Ella cerró con fuerza los labios y sus ojos, no era correcto que sintiera corrientes de placer por eso cuando podía morir en cualquier momento por los musulmanes o por el macho sobre ella.

Pero le gustó. Había mucho tiempo que no sentía una sensación igual.

Otro gemido salió de ella mientras el pellizcó su pezón y la soltaba para dirigirse al otro. Su pezón estaba completamente erguido y el frío hizo que se tensara más. Él le prestó la misma atención a su otro pecho y la sensación de placer se estaba agrandando. Se sentía un poco apenada que pudiera sentir placer en un momento como ese, hacía poco tiempo la habían tratado de matar y ahora estaba a punto de follar con una Especie desconocida. Se estaba volviendo loca.

De pronto él paró y se separó de ella. Sin darle tiempo a quejarse, la montó sobre su hombro y se paró. Ella se sintió mareada por el movimiento tan rápido y no ayudó a que él empezó a correr con ella en su hombro. Ajustó el agarre sobre sus piernas y su trasero. Todas las sombras se movían rápidamente y no se pudo ubicar. Después sintió que el macho saltaba y eso la hizo rebotar sobre su espalda. Rechazó completamente las arcadas.

Se movieron por unos segundos más hasta que el paró abruptamente. Ella se sentía lo suficiente mareada como para quedarse callada, en caso que lo que había comido saliera por su boca. Él caminó hasta que se detuvo y movió a la mujer de su hombro, y la puso sobre una superficie suave, y ella reconoció que era un colchón.

Eso significa algo bueno. No la iba a matar, aunque ya lo había conformado cuando empezó a chuparle los pechos, porque sabía que él no ensuciaría su cama con la sangre de ella. No se la comería. Sintió alivio por eso.

Él se posicionó sobre ella y la miró. Gracias a las sombras de la luna, vio que sus ojos eran cafés muy claros pero las pupilas eran redondeadas, diferente a los felinos que había conocido en esa semana que llevaba en la reserva; y diferente a Brass, que era canino. Su cabello era un poco largo hasta los hombros. Su cerebro sólo quería disfrutar, no pensar.

Hyperion. Nuevas Especies #3Where stories live. Discover now