Capítulo Siete

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Hyperion sostuvo por unos minutos más a su compañera. Su piel olía a miel y eucalipto. Le encantaba sentir su piel contra la de él y tocar su cabello. Era sedoso y muy largo, su color lo atraía mucho porque no había visto Especies con ese color. Cogió una de sus delicadas manos y la puso sobre la suya, la diferencia era abismal, y la beso. Su tez blanca resaltaba sobre la de él, sus uñas moradas no eran filosas, pero eran hermosas.

Su corazón se hinchó al verla a su lado, a su compañera. Sabía que era el tipo de mujer que atraería a muchos machos, por eso quería que la voz se corriera y todos supieran que ella era de él.

Se levantó con una idea en la cabeza y cogió el teléfono, marcó el número que Slade había dejado y esperó. Una cosa más que dominaba.

―Hyperion, ¿Pasa algo? ―le contestó la voz del macho al segundo tono.

Él se quedó callado por un momento, no sabía cómo expresarse bien.

―Anahí es mía.

Del otro lado, Slade se quedó callado. No entendía a que se refería.

―Decir... Decir a todos. ―Y colgó.

Slade miró el teléfono procesando las palabras de Hyperion. Y después lo guardó. "Los machos apareados hacemos y decimos muchas cosas raras" y siguió su camino hacia su oficina.

Por su parte, Hyperion fue a la cocina y empezó a preparar el desayuno. A los pocos minutos vio a la humana frente a la cocina.

―Buenos días, Hache. ―Ella le sonrió.

Él se quedó mirándola embobado. Con el cabello revuelto, la bata blanca y la sonrisa, era como una diosa para él. Sabía que se podía acostumbrar a ver algo así por el resto de sus días.

―Buenos días, mi flor. ―La saludó.

Ella se sonrojó y volteó la cara. Empezó a caminar, pero el macho estuvo a su lado casi de inmediato, y la llevó hasta el comedor donde estaba la fruta. Anahí se sorprendió al ver la cantidad de fruta que había, recordó los mercados que visitó en oriente medio.

―¿Vamos a desayunar esto? ―dijo con asombro.

Hyperion entró en pánico―. ¿Más? ―Se paró, pero ella le cogió la mano.

―No, no me entendiste. Me refiero a que es mucha fruta, nunca podría comer todo esto. ―Él se sentó lentamente―. ¿Tienes café?

Él la miró, pero no dijo nada.

―¿Lo has probado? ―Él negó―. Entonces estás en tu día de suerte porque soy una experta preparando café.

Se levantó y con la ayuda de Hyperion llegó a la cocina y empezó a buscar. Había pocos utensilios y la comida procesada casi que ni existía. Pero encontró un tarro pequeño de café y leche en polvo. Pensó en hacer tostadas para acompañarlas con la fruta, pero no había, recordó que los primates eran principalmente herbívoros. La noche anterior habían comido carne de ciervo y pescado, pero presentía que él no comía mucha carne, porque ella había sido la que comió casi toda la carne.

Preparó el café y fritó unas porciones de tocino que encontró en el rincón del congelador.

Hyperion al principio se mostró muy escéptico de probar el café y el tocino, pero finalmente se había tomado dos tazas y una docena de tiras de tocino, y eso sin contar la fruta que comió.

Mientras Hyperion organizaba la mesa, Anahí fue al teléfono y llamó al teléfono de la casa de su prima, pero no contestó y considerando la hora, supo que estaba en su trabajo. Llamó a la línea interna y la pudieron comunicar.

Hyperion. Nuevas Especies #3Where stories live. Discover now