Capítulo Diez

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Hyperion caminaba hacia su casa con su hijo en brazos. Slade y Jerichó iban detrás de él. En todo el camino nadie dijo nada.

Cuando el macho llegó a su casa, con su brazo izquierdo apegó más a su cría y con su mano derecha se apoyó mientras escalaba.

—¿Crees que es bueno dejar al bebé con él? —preguntó Jerichó.

—Él es el padre, él es el macho con el que está más seguro el bebé. —Slade miró como el macho entraba a su casa—. Espero que podamos encontrar a su compañera rápido. Ahora tiene un motivo más para vivir.


~*~

Hyperion puso al niño sobre su cama y éste resopló abrazando a su peluche. Él se acostó a su lado y le tocó la mejilla mirándolo dormir.

Por un momento se imaginó a Anahí al otro lado mirando a su cría. Si él tan solo se hubiera quedado con ella, no habría escapado y los tres estarían juntos.

Unas cuantas lágrimas se escaparon de sus ojos, las segundas que había dejado caer de sus ojos. Las primeras habían sido cuando se dio cuenta que Anahí escapó y lo dejó. Apartó sus lágrimas y supo que ella no lo había dejado porque quería, sino porque quería protegerlos: eso mostraba su gran corazón.

Escuchó unos pequeños golpes sobre metal. Arrugó su frente y mostró sus dientes gruñendo. Cogió en brazos a su hijo y lo aferró a él. No permitiría que nadie se lo quitara, era de él para cuidar.

Siguió escuchando más golpecitos y camino con cautela cerca de la puerta, ahora cerrada, de su casa. Su hijo se movió un poco y gruñó agarrándose del cuello de su padre y su peluche. Cuando Hyperion asomó su cabeza vio dos figuras debajo de su casa, una mucho más grande que la otra. Reconoció de inmediato a la pequeña: era Gina.

― ¿Cómo está él? ¿Puedo verlo? ―dijo Gina.

Hyperion metió su cabeza de nuevo e iba a cerrar la puerta cuando escuchó.

―Yo también la extraño, quiero saber dónde está. Pero tú tienes una pequeña partecita de ella y... me gustaría conocerla. ―La voz de la mujer se quebró a lo último.

Hyperion dudó. No le gustaba que extraños estuvieran en su casa, pero Gina era la prima de su hembra, y si no fuera porque ella estaba en La Reserva en ese momento, nunca hubiera conocido de Anahí, su flor.

Se asomó de nuevo su cabeza y movió para que subieran. Abrió la puerta y caminó para pararse a tres metros de la puerta. Abrazó a su hijo, como asegurándose que todavía estaba en sus brazos y éste dio un resoplido. Fijo la vista en la puerta y después apareció un macho que traía en su espalda a Gina. Hyperion reconoció al felino de inmediato, los dos estaban en la misma instalación. Nunca se hablaron, pero fueron lo más cercano, por cuatro celdas vacías, a vecinos.

―¿Puedo sostenerlo? ―Gina habló y la atención del primate regresó a ella.

Gina dio un paso e Hyperion gruñó dando un paso atrás.

―No le gruñas a mi hembra. ―El felino siseó poniéndose delante de Gina.

―¡Ya te dijo que no me llamaras así! ―Trato de apartar al macho y miró de Hyperion―. Bueno, está bien. Sé cómo te debes de sentir, no saber nada de ella por un tiempo y cuando se supone que debía aparecer, aparece una cosita gordita y esponjosa en su lugar. Debes acostumbrarte a ser papá de repente, lo entiendo. ―ella sonreía.

―Yo también puedo hacer que te aparezca una cosita gordita y esponjosa que sea de los dos. ―dijo el felino.

La sonrisa de Gina desapareció y miró al felino que estaba totalmente serio. Una risa rompió la tensión. Todos miraron como el niño se metía la oreja del peluche a la boca y seguía riendo mirándolos.

Hyperion. Nuevas Especies #3Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon