CAPÍTULO OCHO

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A Damon le daba igual la mala impresión que pudiera dar, no tenía ninguna intención de dejar que Sebastian y compañía vieran a Isabelle así. Se levantó sin más preámbulos y agarró el pareo de Isabelle con una mano y el brazo de la joven con la otra.

—Tenemos que hablar —le dijo al tiempo que la levantaba de un tirón.

Isabelle se tambaleó hacia él y el empresario dejó escapar un siseo cuando los pechos femeninos entraron en contacto con su antebrazo. Tenía que vestirla sin perder más tiempo.

—Ponte esto —dijo mientras le tiraba el pareo.

Las otras cuatro mujeres se lo habían quedado mirando sin decir nada.

Isabelle hizo caso omiso del pareo y lo dejó caer en la arena.

—Suéltame —dijo. Intentó soltarse pero Damon la sujetaba con firmeza por el antebrazo—. ¿Pero qué problema tienes? —Isabelle volvió a tirar otra vez y se tambaleó al perder pie.

Damon tropezó al recibir todo el impacto del peso de la joven pero se las arregló para sujetarla antes de que cayeran los dos.

—Oh, eh, Sebastian, eh, chicos. —Isabelle se acababa de fijar en los cuatro chicos que subían por la playa y los saludó con el brazo libre. Los cuatro hombres llevaban gafas de sol pero los cristales oscuros no pudieron ocultar la expresión libidinosa que invadió las cuatro sonrisas cuando vieron que las mujeres estaban en topless.

Los celos retorcieron las tripas de Damon. Sabía que no debería importarle. Isabelle no era nada suyo. No debería importarle si quería enseñarle los pechos al mundo entero, pero fue incapaz de contener aquel impulso primitivo e irracional que se disparó cuando aquellos hombres lanzaron una mirada de deseo a aquel cuerpo que él consideraba suyo.

<<No, no es tuya, nunca lo fue y nunca lo será. Y una reacción como esta es el ejemplo perfecto de por qué tienes que guardar las distancias. Cuanto más lejos de ella, mejor>>.

No obstante, Damon no podía quedarse allí sentado y dejar que otros cuatro hombres se comieran con los ojos a Isabelle. Así que se inclinó y, sin hacer caso de su chillido, la agarró por las piernas y se la echó al hombro. Le rodeó con un brazo firme los muslos y le hizo un gesto a Caroline para que le pasara el pareo y la bolsa de la playa de Isabelle.

—Bájame ahora mismo, imbécil —chilló Isabelle mientras le golpeaba la espalda con el puño cuando Damon emprendió el camino que llevaba a la quinta de la joven.

Damon le dio un azote firme en el trasero pero después no pudo resistir la tentación de rodear la nalga femenina con la palma de la mano para darle un buen apretón.

—¿Me estás metiendo mano?

—Cállate, ¿quieres que nos oiga todo el mundo? —la riñó Damon.

—Me da igual quién nos oiga, eres tú el que se está llevando a una de tus huéspedes como sí fueras un Neandertal. Seguro que eso queda muy bien.

—Eh, que eres tú la que estás borracha antes de las doce de la mañana y la que anda por ahí sin sujetador. —Damon dobló la esquina.

—No estoy borracha.

Damon bufó.

—Te digo que no lo estoy. Y en cuanto a estar en topless, no te oí quejarte de ninguna de las otras. Ay.

Damon le dio un par de empujones mientras buscaba la llave en su bolsa.

—¿Qué hace que mis pechos sean especialmente ofensivos?

FIESTA PRIVADAWhere stories live. Discover now