Park SeongHwa» ATEEZ; prt. I

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Con pasos tambaleantes caminaste calle abajo, alejándote del local en donde te habías reunido con tu mejor amiga para beber un par de copas y desahogarte acerca de los duros golpes que habías estado recibiendo continuamente de la vida, la cual te demostraba que podía llegar a ser la peor perra con la que te hubieras podido topar en toda tu existencia.

¿Habías hecho algo malo para recibir tal karma? No tenías idea, sin embargo, no podías negar que el mundo te estaba aporreando como si les debieses dinero. Algo irónico, teniendo en cuenta que jamás aceptaste quedarle debiendo nada a nadie porque tu orgullo era muy grande para ello.

De niña jamás llegaste a imaginar qué tan duro podía llegar a ser el mundo adulto, pero ahora, a tus veintisiete años de edad, te dabas cuenta de que era similar a cuando caías del trampolín y tus amigos continuaban saltando alrededor tuyo, impidiendo que pudieras colocarte nuevamente de pie.

Te encontrabas dolida, frustrada y tan deprimida que no encontraste mejor refugio que en tu amiga y el alcohol, con el que al final te terminaste excediendo un poco a pesar de todas tus vacías promesas de "esta es la última", promesa que tu amiga también hizo y tampoco cumplió.

Ambas eran unas mentirosas consigo mismas.

Estabas ebria, y tomar buenas decisiones con tanto alcohol corriendo por su sistema es algo que nunca escuchaste de nadie. El alcohol no es un buen amigo. Es pésimo, a decir verdad. Porque te da ideas estúpidas que, bajo de su control, al final terminas creyendo que son buenas cuando es todo lo contrario.

Conduce ebrio, hasta lo haces mejor así.

Ve a bailar sobre la mesa, de igual forma te sale igualito que Shakira.

Llama a tu ex a las cuatro de la mañana, es la mejor hora para hacerlo.

Camina de regreso a casa sola y ebria, no sucederá nada malo.

Pésimas ideas por parte del alcohol, que duerme tu lado racional invitándote a cometer acciones arriesgadas que pueden atentar contra tu vida y la de los demás.

Hay que admitirlo, tu idea hubiera sido buena si vivieras dentro de una sociedad donde la gente aprovechadora es solo un mito y la noticia del día no es la muerte, ya que tambalearte hasta la estación de buses de noche y sola, es una decisión muy cuestionable que en su mayoría no tiene buenas consecuencias y, menos, para una mujer.

Y te terminaste dando cuenta de tu error en el instante en que atravesabas una calle poco concurrida y una mano tiró de tu brazo hacia su cuerpo, apegándote a un pecho completamente desconocido. Tus alertas se encendieron de inmediato al percatarte de que un hombre desconocido invadía de aquella forma tu espacio personal, y el miedo comenzó a corroerte cuando intentaste alejarte, pero él te lo impidió.

— ¿Estás ebria? — preguntó, como si la respuesta no fuera más que obvia. Trataste de evitar que rodeara tus hombros con su brazo, pero no fuiste capaz de hacerlo porque a diferencia de él, tus movimientos eran más torpes y lentos.

Hecho que le facilitaba mucho las cosas.

— Suéltame — pediste, utilizando todas sus fuerzas para zafarte de su agarre y apenas logrando que se separa un poco de ti.

— Vamos, mi casa no está lejos. Ahí puedes tomar una siesta.

— ¡No! ¡Suéltame! — gritaste con más potencia, con la esperanza de llamar la atención de alguien o que el sujeto diera su brazo a torcer y se marchara para dejarte sola otra vez.

Pero ninguno de los dos pasó.

Te comenzó a arrastrar en dirección a quién sabe dónde, entretanto tu continuabas quejándote y forcejeando contra él y su potente insistencia. Te sentías mareada, asustada y estúpida peleando con todo lo que tu cuerpo podía dar para impedir que ese hombre, más fuerte y grande que tú, te llevara y la noche terminara en algo que no querías en lo absoluto.

Te estaban secuestrando, y te sentías impotente por no poder evitarlo con todas tus energías gracias a que tus sentidos estaban afectados por todo el soju que bebiste.

Escuchabas el latir de tu corazón en tu cabeza, en un ritmo roto y errático que te cortaba el aliento con cada paso que te obligaba a dar hacia lo desconocido.

— ¡Ni siquiera te conozco! ¡Déjame ir!

— Vamos. No seas así.

— ¡YAH! — Aquel potente grito y la imagen de cuatro chicos con apariencia de gánster aproximándose a ustedes, consiguió hacer que tu secuestrador se detuviera, todavía sin soltarte. — ¿Qué crees que estás haciendo, rata inmunda? Suéltala.

— Nosotros somos amigos...

— ¡No te conozco! — bramaste, arrastrando ligeramente las palabras y empujándote lejos de él y más cerca del azabache con chasquilla de cortina y chaqueta de cuero, quien te tomó por los hombros y te posicionó detrás de él sin pensarlo dos veces.

Tanto él como sus amigos crearon una muralla entre tú y aquel desconocido, usando su cuerpo para cubrirte de ese aprovechador que terminó cayendo de espaldas cuando uno de ellos le propinó un brusco empujón.

— Lárgate de aquí antes de que te partamos la cara.

— Ha bebido mucho y...

— ¡No es de tu incumbencia cuánto ha bebido! — chilló un pelirrojo. — ¡Y esta es tu última oportunidad para desvanecerte de nuestra vista!

Sus amenazas sirvieron para espantar al sujeto, quien a los segundos terminó desapareciendo de tu vista. Suspiraste profundamente, dejándote caer sobre una banca cercana mientras percibías la presencia de tus salvadores alrededor de ti.

— ¿Estás bien?

— S- sí, gracias por ayudarme — le contestaste a un castaño de sonrisa adorable.

— Deberías llamar a un taxi. Volver a casa en este estado es muy peligroso — dijo el azabache de antes, sin molestarse en lo más mínimo en hacer a un lado la cortina de cabello que le cubría un ojo y no te dejaba ver todo su rostro. — Nosotros esperaremos contigo a que llegue.

— Gracias...— susurraste, sacando tu móvil y llamando a un taxi para que viniera por ti.

Mientras esperabas sentada en la banca a que el vehículo apareciera, los escuchaste hablar entre de ellos. Eran notablemente menores que tú, tal vez cinco o seis años menores, y te sorprendía un poco el que te hubieran salvado.

Cuando el taxi que pediste arribo, te sorprendiste cuando uno de tus salvadores te arrebató tu teléfono móvil de entre las manos para anotar algo, aprovechando de que se encontraba desbloqueado.

— ¿Qué crees que haces?

— Cuando llegues a tu casa envíame un mensaje para que sepamos que llegaste bien. — Te devolvió tu celular. — No lo vayas a olvidar.

— ¡Aww! ¡SeongHwa y su instinto maternal! — se burló uno de sus amigos entretanto el tal SeongHwa te abría la puerta del carro.

— ¡Yah! — se quejó, dándoles una seria mirada que luego recayó en ti. — No vayas a olvidarte de avisarnos. Luego borras mi número.

Asentiste con pereza, sentándote en el asiento trasero y sonriéndole con agradecimiento para seguido hacerle un corazón con los dedos tanto a él como a sus amigos. Gesto que solo harías bajo los efectos de la bebida.

— Gracias por su ayudaaa.

Escuchaste a algunos reír y la puerta se cerró, indicándole al conductor que comenzara a andar.

<< Es bueno saber que aún existen personas de buen corazón >> pensaste, recostándote en el asiento. 

DRABBLES » KPOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora