Capítulo 2: La Aldea Ha Cambiado

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El rastrillo negro, hecho a partir de una pata de mosca gigante, es clavado en la arena, luego, hace un camino de líneas. El granjero se limpia el sudor de su frente, se trataba de Thrun, ni más ni menos, quien por los últimos acontecimientos, pareciera que es el único encargado de seguir con la plantación del rudhin, dado que no hay nadie más que lo ayude.

Thrun interrumpe su labor para contemplar el anaranjado atardecer; su expresión es seria, casi triste. Entonces escucha el sonido de la arena elevándose y cayendo rápidamente, al girarse notó que se trataban de muchas pisadas rápidas aproximándose a la entrada de la aldea. Se trataba de un conjunto de lagartos gigantes, los cuales caminaban en línea horizontal, pues todas portaban una sola carga que arrastraban al mismo tiempo.

Los lagartos se detienen, quienes se bajan de ellos son Yinn-Haa, la orca calva; Rhommar, el orco con rastas; Gorhom, un orco con barba; Thirin, una orca, que también tenía algo de barba; y Zybára, quién aún conservaba su pelo rojo-oscuro amarrado, sólo con el deprorum que le dedicaba a su pequeña Viryn colgando cerca de su ojo derecho.

-Trajimos la cena. –Dijo Zybára con entusiasmo antes de agarrar lo que todas los lagartos portaban al mismo tiempo: Una serpiente, una gigantesca, seguramente medía más que seis hombres alineados uno detrás del otro boca abajo.

Zybára aventó la cabeza de la serpiente a la arena, el resto del cuerpo se desprendió de las monturas. -¿Dónde encontraron eso? –Preguntó Thrun, preocupado.

-Cerca de las cuevas entre la aldea y el oasis. –Dijo Zybára mientras los demás orcos comenzaban a cargar al gran reptil.

-Se ve peligroso. –Observó Thrun.

-Lo era. Se defendió bastante, después de todo, atacamos su nido. –Sonrió Zybára.

-También por eso trajimos el postre. –Rio Gorhom mientras sacaba un huevo gigante de una bolsa que portaba su lagarto.

Los orcos, alegres, comenzaron a cargar a la serpiente hasta la aldea, pero en el camino, Zybára volteó a ver a su esposo, quien meneaba la cabeza como en negación mientras seguía con su labor de granjero.

-Yinn-haa ¿puedes llevar esto por mí?

-Claro, comeremos la mitad hoy y el resto en la mañana. –Sonrió la orca calva.

Zybára le dio la cabeza a su amiga y luego se dirigió hacia Thrun.

-Jamás habíamos comido tanta carne. –Dijo Thrun como comentario al percatarse de que su esposa se dirigía hacia él.

-Porque jamás nos habíamos aventurado tanto a cazar.

-Eso se debe a que es peligroso.

-Todo lo divertido lo es. –Sonrió Zybára mientras se apoyaba de espaldas en la reja de la plantación, justo en frente de Thrun.

-¿Entonces te divertiste arriesgando tu vida?

-Como no tienes idea... ¿Y tú? ¿Te entretuvo hacer lo mismo que has hecho durante treinta años?

-Sí, Zybára, a eso se le llama tradición.

-También era una tradición dejar que los humanos nos quitaran el rudhin cada temporada.

-No es lo mismo. –Exclamó Thrun con cierta molestia.

-Lo que quiero decir es que, desde que llegó Ziriviir, han sido momento de cambios. –Dijo mientras se acercaba a Thrun. –No solo lo de los saqueadores, también nos ha enseñado a hacer muchas cosas nuevas: A cazar, fabricar armas, armaduras; le ha estado enseñado a los niños a hacer esas cosas rojas y... bueno... -Zybára se le acercó a Thrun, susurrándole al oído. -... Aquí, entre nos, me ha hablado sobre ciertas... posturas elfícas que podemos practicar en la intimidad. –Sonrió Zybára; Thrun se aleja de ella, viéndola con una expresión de sorpresa. –Vamos, hay que intentarlo. –Dijo mientras acariciaba el grueso pectoral verde del orco.

Historias de un mundo olvidadoWhere stories live. Discover now