Capítulo 11: El Convite de los Reinos.

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Shalín y Nalhia llegaron de mala gana al convite. Las realezas se encontraban sentadas en una mesa con forma de media luna, hecha del mismo material que el castillo, acomodados de la misma forma en la que sus estandartes estaban colocados en el pedestal de los reinos vivientes. Es decir, con el Rey Lobo en el centro de la mesa, teniendo a su esposa en la silla derecha, con la familia real del Reino del Oso y del León a su lado. A la izquierda del Rey Lobo había una silla vacía, pues era el lugar donde debía sentarse su hijo ausente; de ese mismo lado era donde se encontraba la familia de Shalín y del Rey Avispa. Esta era la única recamara que parecía carecer de ventanas, pues estaba únicamente alumbrada con las antorchas que estaban arriba de la redonda habitación. Mientras los reyes, reinas y príncipes degustaban platillos exquisitos hechos con ingredientes mezclados de los cinco reinos, también asombraban su vista con el espectáculo frente a ellos.

En un escenario con una elevación pequeña se encontraban los músicos del Reino del Escarabajo. Dos de ellos se estaban tocando tambores con un ritmo animado, aunque uno de esos tambores tenía más bien una forma de pandereta. Los demás instrumentos eran los más curiosos: Una especie de trompeta de lengüeta doble, la cual producía un sonido chillante. Un instrumento de cuerda de forma trapezoidal que acompañaba a la orquesta con tonadas más suaves, pero con el mismo ritmo animado. Además de un instrumento de una sola mano con forma de U, el cual contenía platillos metálicos insertados en unas varillas; el músico agitaba ese instrumento para hacerlo sonar como si fuera un pandero sin membrana.

Si bien, el ver los movimientos de los músicos era curioso, lo que realmente llamaba la atención de los reyes eran las bailarinas que acompañaban la música con su danza, vestidas con telas finas traslucidas en casi todo su cuerpo. Los movimientos de vientre y la forma en la que contoneaban sus cuerpos hacían que los reyes quedaran hipnotizados con sus pasos y giros. Incluso Noctú estaba anonadado con el espectáculo. El Rey Oso tardó en salir del trance para ver a su izquierda, percatándose de que su hijo, con la boca abierta y casi babeando, estaba haciendo algo extraño debajo de su túnica. El rey lo interrumpió, pero volvió a caer víctima del encanto de los labios de las bailarinas en cuestión de segundos, pues era lo único que la tela mostraba de su rostro. El único hombre que no parecía estar interesado en la danza era el mismo Rey Escarabajo, quien seguía degustando su comida con una cara inexpresiva, mientras que a su izquierda, la reina Nalhia igualmente comía sin ver la exhibición, pero con una notable molestia. Tras un par de minutos la danza terminó abruptamente, con las cuatro mujeres quedándose estáticas en la misma posición, con sus brazos flexionados e inclinados y sus cabezas viendo hacia su izquierda superior.

Los aplausos de la realeza no se hicieron esperar; tras un gesto de agradecimiento, las mujeres y los músicos se retiraron. Los reyes tardaron un poco en volver en sí.

-Eso... eso fue estimulante. –Comentó el Rey Lobo mientras se acomodaba su corona plateada y punteada. –En fin... ahora mis músicos tocarán una melodía de ambiente para acompañar nuestra cena.

Tal y como lo dijo, hombres vestidos con ropas más semejantes al medievo, portando en su mayoría instrumentos de cuerda como laúdes o arpas, comenzaron a tocar su música. Aunque nadie prestó atención a su llegada, pues todos siguieron con la mirada la marcha de las bailarinas.

-Amm... y... Príncipe León... –Siguió hablando el Rey Lobo, buscando mantener las apariencias. -¿A qué se debe la ausencia de su padre?

El príncipe de piel negra vestía ropajes livianos y anaranjados con bordados dorados en el área de los botones, además de una corona simple con forma de aro que cubría su calva, con la cabeza de un león adornando el centro de dicha corona. El hombre tardó un poco en contestar a la pregunta originada por el hecho de que el asiento a su derecha se encontraba vació. Su madre, como dicta la norma, no iba a responder esta pregunta. –Mi... mi padre se disculpa por no haber convivido durante todo el día con los presentes. Su edad le exige descansar bastante; ha estado todo el día en la biblioteca del castillo, reposando. Me pidió que supliera su lugar en las conversaciones hasta que llegara. Lamento no haber hablado hasta ahora. Es solo que estaba... entretenido. –Comentó todavía asombrado por el espectáculo.

Historias de un mundo olvidadoWhere stories live. Discover now