Entrada II

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Entrada II

Nada ha salido según lo previsto. Anoche, cuando ya tenía las maletas hechas para volver a casa y tenía los horarios cerrados de vuelo, apareció Connor.
Connor es el hijo de tío Osman y tía Sarah. Es un par de años menor que nosotros y es asistente de producción. He trabajado con él en mi primer proyecto y, para mí, es como un hermano.
Connor viajaba esta madrugada en vuelo privado hacia Rusia y, cuando se enteró de que yo pretendía volver a Estambul, habló con el piloto de la compañía y le ordenó que cambiara los planes de vuelo para hacer escala en la ciudad turca y evitarme dos vuelos comerciales.
No sé nunca cómo se las ingenia, pero el tío es un crack. Conoce el negocio desde que nació. El «abuelo» Paddy lo tomó bajo su ala a los dieciséis años, cuando vio que el chico se inclinaba por los intereses familiares, y le ha llevado de la mano desde entonces. Lo mismo hizo conmigo algunos años después. Hace unos meses, me dio la oportunidad que necesitaba para escapar y, a la vez, la oportunidad de volcar en los guiones toda la creatividad que siempre han asegurado mis padres que tengo. Empecé como simple publicista en Fikr'i Harika, pero llegó un momento en el que los anuncios se me quedaban... cortos, necesitaba algo más y mi madre me planteó la posibilidad de hablar con algún editor y ver si estaba hecha de su misma pasta. No dio tiempo. Llegó antes la oferta de Paddy.
Así que, aquí estoy, en el jet privado de la compañía, en la terminal reservada para vuelos privados del aeropuerto de Collinstown*, escribiendo en este diario a la una de la mañana hora local, cuatro de la mañana hora de Turquía. Un vuelo de unas tres horas y media*, así que llegaré, si todo marcha bien, sobre las siete y media de la mañana al aeropuerto Erdogan* de Estambul.
He enviado un nuevo mensaje a Berkant indicándole el cambio de horario. No me contestó al primero, no espero que me conteste a este segundo, pero Mara me ha asegurado que estará allí.

Apenas si puedo respirar en estos momentos mientras abandonamos pista. Connor está sentado frente a mí, está muy concentrado revisando algunos metrajes en el ordenador mientras toma notas. Es un hombre tranquilo, metódico, muy capaz de resolver situaciones imprevistas en un rodaje. No me extraña, ha aprendido de los mejores.
Connor ya no tiene nada de diamante en bruto; a sus veinticinco años, es ya uno totalmente pulido, pero sigue estando a la sombra de Paddy y de su padre. Dice que aún es joven para cargar con toda la responsabilidad y que aún tiene mucho que aprender de este mundillo.
Yo sí que tengo aún mucho que aprender. Además, estoy en una situación tal... que voy a tener que dejar mi carrera aparcada sin remedio durante una temporada. Sólo espero que sea el tiempo justo y necesario. Me encanta mi trabajo y, lo bueno de trabajar para la «familia» es que me van a dar todo el periodo de descanso que necesite. Como digo, espero que no sea más del estrictamente necesario, pero me da mucho miedo lo que Berkant tenga que decir al respecto. ¡Le odio por lo que me ha hecho! Pero, a la vez, le amo con tanta desesperación y le he echado tan terriblemente de menos estos meses que he pasado en Irlanda...

Nunca he viajado en un jet privado, pero podría acostumbrarme a hacerlo. El avión de la compañía no es lujoso, pero tiene todas las comodidades que una pudiera imaginarse.
He estado concentrada en mis cosas casi todo el vuelo. Sé que a Connor no le gusta que le molesten cuando está trabajando así que me he dedicado a volcar en estas páginas mis desorganizados pensamientos hasta que Connor me ha preguntado qué estába escibiendo en este cuaderno, estaba interesado en saber si eran ideas para el entramado de la nueva serie en la que quiere que colabore. Me he echado a reír porque, en mi situación... no estoy yo ahora mismo para muchas colaboraciones. Su respuesta ha sido que, por mí, puede esperar lo que haga falta.
Ya.

Nos estamos preparando para tomar tierra. Para mí será el final del viaje. Para él sólo una breve escala. Me ha dicho que no esté nerviosa que todo saldrá bien. Ha visto mis inevitables lágrimas y me las ha secado con dulzura. Es un hombre extraordinario, como su padre. Si me hubiera enamorado de él, mi vida sería mucho más simple. Haberme enamorado de Berkant...
Eso ha llevado a que, de nuevo, mi mente haya volado hacia esa noche, a ese puente y a lo que sucedió durante lo más cruento de aquella tormenta en su habitación oscura sólo iluminada por los rayos y cuyos truenos amortiguaron nuestros jadeos.
Volver a esos momentos donde sus caricias marcaron mi piel, donde sus manos recorrieron mi cuerpo por centésima vez, donde sus besos fueron tan cuantiosos como la arena del mar, sólo me lleva de la desesperación de mi abandono... a la rabia por lo que hizo.
Cuando nuestra tormenta interna se apaciguó; cuando las olas de nuestras emociones se aplacaron; cuando la calma, por fin, hizo su aparición en nuestras almas solitarias y nos relajamos sobre aquellas sábanas arrugadas... fui capaz de preguntar, en el silencio de la noche sólo interrumpido por el golpeteo de la lluvia sobre el alféizar, qué era lo que le mantenía tan callado.
En aquellos momentos, mi cabeza reposaba sobre su hombro derecho, mi pierna cubría la suya y mis dedos revoloteaban insconscientemente sobre el lugar donde un albatros como el de mi padre estaba tatuado.
Noté la caricia en mi pelo empapado de sudor, sentí sus dedos bajar desde mi sien por mi mejilla, mi cuello y mi brazo para acabar con el suyo rodeando mi cintura para acercarme más hacia él en ese movimiento instintivo que, siempre que nos acostábamos, tenía reservado para mí.
-¿Qué es lo que te mantiene tan callado? -le pregunté-. ¿Estás conmigo en estos momentos o te has evadido a otro mundo?
-Siempre que estoy contigo, estoy contigo. Nunca voy a ningún otro lugar -dijo sujetándome el mentón y obligándome a mirarle. Sus ojos grises sólo fueron visibles cuando otro rayo surcó el cielo.
-Entonces, ¿por qué tu silencio?
-Porque estoy contando ciclos y lunas.
En aquel momento no di ninguna importancia a sus crípticas palabras, sobre todo porque volvió a besarme. Ahora, tras mi conversación de anoche con Mara, esas palabras cobran todo el sentido del mundo.
¡Maldito cabrón!


Nota*: Me he tomado algunas licencias y me he inventado literalmente algunos datos. Aunque el aeropuerto de Collinstown existe... no ocurre lo mismo con el de Erdogan. Las terminales hoy día no existen y los tiempos de los vuelos son ligeramente menores a los de un vuelo actual directo entre Dublín y Estambul «adaptándome» a lo que pudiera ser un futuro factible.
Esta historia está ambientada veintiocho años más adelante, sí, pero he querido hacerla lo más actual posible y lo menos futurista también. Visto que los productores, guionistas y demás responsables de «Regreso al Futuro» en 1985 no acertaron mucho... en fin, lo dicho, disculpad mis licencias.

El diario de Deryaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن