Capitulo 38

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Sofía.

Saúl no dejaba de insultar y maldecir mientras nos dirigíamos a casa. Sabía que lo hacía por sus gestos, pero mi mente estaba en un lugar muy lejos de allí pensando en cómo se encontraría Mariano y en la reacción de su madre. Era algo que no me esperaba para nada, podría decir que reaccionó con violencia al pensar que estaba con su hijo y esa no era una reacción normal para una madre o no sé cuál seria. Creo que no soy la más apropiada para decir de qué forma deberían reaccionar los padres.

Al notar que nos desviábamos del camino sentí terror, observé como evitábamos la bifurcación y muy tarde supe que no me llevaba hasta la casa.

—¿Hacia dónde nos dirigimos? —pregunté con preocupación en mi voz. No había notado que Saúl ahora tenía el celular pegado a la oreja y había dejado de discutir conmigo.

Se limitó a observarme con mala cara y no respondió mi pregunta.

—Necesito que me atiendas ahora mismo —Ordenó a la persona al otro lado de la línea. No podía escuchar lo que esta le respondía, pero imaginé que era una negativa—. Me importa una mierda si estas con la maldita reina Isabel. ¡Necesito que me atiendas ya! ¿O es que olvidas la clase de favores que me debes? —Siempre me había parecido amenazante la forma en la que se comportaba, pero ahora sentía mucho miedo ¿a qué clase de favores se referirá?

Nunca he sabido con certeza a que se dedica; hablaba como un matón de la mafia. De esos con actitud amenazante que consiguen siempre lo que quieren en las películas de Scorsese. Solo deseaba que no se dirigiera a cumplir su amenaza por lo que había visto.

Aceleró sin cuidado rebasando a cada coche que se ponía en frente. Su actitud era casi suicida como si no pensara en las consecuencias que un choque podría tener. Yo solo me aferraba a la silla, clavando las uñas en el impecable cuero pidiéndole a Dios que si existía me sacara de este aprieto.

—Si te has burlado de mi lo pagaras muy caro, Sofía. —Su tono era tranquilo y eso era más atemorizante que los gritos. Apretaba el volante y la quijada al mismo tiempo, mientras respiraba con dificultad—. Si él te ha puesto un dedo encima...—Se tomó una pausa y despegó los ojos de la carretera para mirar fijamente los míos—. Si tan solo te ha tocado un cabello. Lo mataré. Eres mía, solo mía.

Aparcó el coche frente a una gran casa en un barrio residencial. El exterior se veía normal, muy pulcro y sin flores que adornaran el camino de la entrada. Se bajó y rodeó el carro para abrir mi puerta.

—Baja —Ordenó.

—¿Qué es este lugar?

—Te dije que bajaras. —Me tomó fuertemente del brazo y aunque intente resistirme me saco a rastras del coche y cerró la puerta con fuerza excesiva. No me soltó; nos acercábamos a la puerta de la enorme casa mientras entre suplicas le pedía que me explicara donde estábamos.

Oprimió el timbre y atreves del intercomunicador una voz femenina le pidió el número de documento y de reserva. Él se limitó a decir que venía a ver a Ignacio Garcés.

—Señor, si no tiene una cita previa no lo puedo dejar ingresar.

—Escúchame bien estúpida, avísale a Ignacio que Saúl está aquí si no quieres que te despidan en este maldito instante. —Silencio fue lo único que provino de la bocina. Imaginaba a la pobre chica en shock o aguantando las lágrimas.

Un minuto después el sonido de la puerta des trabándose me indicó que realmente Saúl tenía el poder para hacer ese tipo de amenazas. Avanzamos por un largo pasillo lleno de sillas en el que esperaban varias chicas que en su mayoría no aparentaban más de diecisiete años. Comencé a pensar lo peor.

DARK MINDWhere stories live. Discover now