Capítulo 50

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Mariano.

La enfermera en mi cuarto se sobre saltó al darse cuenta de que la estaba observando. Después de mi episodio la última vez no volvería a repetir lo de arrancarme los aparatos e intentar salir corriendo mientras todos estaban allí.

—Por favor asienta si puede entenderme —pidió la chica de baja estatura. Asentí.

Salió rápidamente de la habitación. Estaba más conectado que antes y ese maldito tubo en mi garganta era lo peor que había sentido nunca, hubiera preferido mil veces sentir los balazos entrando y saliendo una y otra vez que eso. Miré las maquinas conectadas a mi cuerpo, el intento de desconectarme seguramente activara mil alarmas que pondrán en alerta a cada médico en el lugar.

Ingresó un hombre canoso con ceño fruncido. Lo reconocí como el que intentaba sacar a Sofía cuando vino a verme. Al parecer el tipo no tenía otra cara mejor que poner a sus pacientes. Me observó y revisó cada uno de los aparatos en la habitación. Sacó un informe de ellos.

—Hola, Mariano. Necesito que entiendas lo que te voy a decir. —Se acercó al lateral de la cama aun con su ceño fruncido—. Asiente si comprendes lo que te digo. —Lo hice—. Es muy importante que hagamos varias evaluaciones antes de que recibas visitas que te puedan alterar. Lo que ocurrió la primera y la segunda vez que despertaste no puede volver a ocurrir. —Asentí a regañadientes—Retiraré el tubo endotraqueal para que pueda hablarnos. De ser necesario le pondré una máscara de oxígeno.

Me había equivoca, tener el maldito tubo dentro no era lo peor. No recordaba cuando lo pusieron allí pero el sacarlo fue asqueroso. Estuve a punto de vomitar y la enfermera que lo retiraba parecía empeñada en rozar cada parte de mi garganta. Al parecer estaba entrenada para infringir la mayor cantidad de dolor posible o era una novata. El médico me indicó realizar movimientos con los ojos, los alumbro con una linterna y procedió a revisar las heridas que al parecer habían curado bastante. No me permitieron hablar hasta que tomara algún tipo de líquido.

—Por favor, dígame algo.

— ¿Sofía aún está aquí? —Tenía la garganta seca, necesitaba mucho más líquido qué lo que me habían ofrecido en ese pequeño vaso. El medico negó con la cabeza.

—Ella se encuentra bien señor Dalmau.

—Pero ¿está aquí? —intenté levantarme sintiendo el tirón en las heridas por el esfuerzo.

—Sí, está en el hospital. Le pido que no me obligue a solicitar más custodia para usted. Debe descansar.

A caso ¿no entendía que el hecho de que me prohibieran verla solo acrecentaba las ganas de hacerlo? Era ilógico el sentido común de ese hombre, ya había visto lo que era capaz de hacer para verla pero preferían mantenernos alejados en vez de calmar esas ansias con cualquier clase de interacción. Incluso una llamada me habría bastado por el momento.

¿A quién quería engañar? Necesitaba tocarla.

Escuché sonidos fuera de la puerta, el médico le decía casi en modo de regaño a alguien que no podía permitir que nos viéramos Sofía y yo por el momento.

—Si la he llamado aquí es para que calme un poco la ansiedad del paciente. No me interesa arriesgarme más por su testarudez.

Abrieron la puerta y Maya apareció.

—Hola profesor —No pude evitar la decepción en mi rostro. Ya me había indicado que no podría ver a mi rubia pero un poco de esperanza tampoco era mala.

—Hola —carraspee.

— ¿Quiere que le dé un poco de agua? —Intentaba ser amable y yo con mi cara no se lo estaba haciendo fácil.

DARK MINDWhere stories live. Discover now