VI. Cicatrices invisibles

583 60 107
                                    

Estaba agradecido, y mucho. Aquel sueño reparador le había recargado las pilas por completo. Se sentía maravilloso ahora que había podido descansar en condiciones después de una noche angustiosa y una mañana caótica. Estiró los brazos con un placer inigualable, y posteriormente, las piernas. Chocó un pie por accidente contra la mesita, pero no le importó. Se frotó los parpados durante unos segundos y abrió despacio sus ojos colorados, acostumbrando sus pupilas a la luz que se filtraba por el cristal de la enorme ventana. Se incorporó y acomodó sobre el sillón hasta que... Vio la cama vacía. Parpadeó confuso por unos momentos, asimilando que no fuera un error de percepción. No, no lo era. Definitivamente, no había nadie allí. ¡Se suponía que había hecho una promesa por propio incentivo de Inosuke! ¡Y la rompió! Estuvo a punto de levantarse cuando escuchó la puerta. No la que daba al pasillo, sino la que era de entrada y salida al pequeño baño que había. Se asomó hacia atrás, por un lado del respaldo, consiguiendo ver aquella cabeza azulada. Suspiró de alivio y se abofeteó mentalmente por haber dudado. Pero había estado tan tenso por todo lo ocurrido que todavía no sabía qué esperar. Sin embargo, su mirada no se detuvo ahí. Su cabello oscuro estaba húmedo, con una toalla pequeña sobre la cabeza... Y nada más que ropa interior. Sus pupilas redondas se dilataron por la inesperada vista. ¡Santo cielo, sabía que no se había equivocado con sus pectorales! Y haciendo juego con ellos, cada músculo de su diafragma se marcaba gracias al brillo de lo que dedujo que fue agua caliente en su momento. Se deleitó con los brazos, menudos bíceps tenía el desgraciado. Con que de esa musculatura era de donde venía su fuerza como para romper la pared y la escayola anterior... Y ni hablar de aquella tabla de chocolate que tantas ganas tenía de morder de repente, deleitarse con su supuesto sabor a dulce cacao blanco. ¡No, alto! ¡Eso no era decente, ni respetuoso! ¡Estaba devorando al alemán con la mirada y estaba mal! Antes de poder continuar escaneándolo a traición, se dio la vuelta y se sentó en condiciones, separado de él por el respaldo del sillón. No se movería hasta que se vistiera. Sin embargo... Este no lo hizo. El extranjero pasó por su lado y sus ojos se desviaron a lo primero que estaba a la altura de ellos. Redondo, sobresaliente. ¡Maldito fuera, no! ¡Eso ya sí que no! El torso era una cosa, ¡pero el trasero era otra distinta! Aunque tenía que admitir que tenía la forma perfecta para agarrarlo y no soltarlo, incluso parecía ser igual de cómodo que una almohada... ¡Basta, fuera impulso de idiotez, hormonas traicioneras! Pero sus ojos eran demasiado crueles, continuaban hundidos en aquella forma, en cómo se le marcaba la excitante separación de sus glúteos, sin una sola arruga en la tela, pareciendo que esta formaba parte de su cuerpo. Recorriendo cada centímetro de la pálida piel de la parte trasera de sus muslos. Muy blanca, a decir verdad. ¿Realmente era japonés, o alemán? Parecía nórdico. Tuvo un leve déjà vu confuso que no supo interpretar. Esa frase ya la había tenido en su cabeza en algún momento con alguien más... ¿Cuándo había pensado él aquello? Ah, no podía recordarlo bien, estaba muy perdido en sus piernas, más suavizadas, pero no por ello menos atractivas y sexis... Oh por dios. Por favor. Tenía que poner un alto a esas hormonas, ya comenzaba a parecerse a Zenitsu sin querer. Se había fijado en su estatura a la par que recordaba la imagen de sus dos amigos para comparar. Este chico parecía ligeramente más bajo que Zenitsu, solo una pizca. Y él mismo era más alto que el rubio por otro pequeño trozo de diferencia. Medía más que el extranjero, entonces. Por último, lo vio meterse a la cama. Un momento... ¿cómo lo hizo para ducharse con un brazo escayolado? Justo después de que se cubriera con las sábanas, ocultando toda tentación y dejando que el pelirrojo recuperara su control, habló.

-¿Te has duchado con un solo brazo?

-Yes. . -el chico se giró de lado, encarándolo y con la sabana por encima de los hombros. -There is nothing that I cannot do. No hay nada que yo no pueda hacer. -una sonrisa arrogante apareció en su delicado rostro de ojos orgullosos y entrecerrados. No se lo diría, pero había tardado una hora por culpa de las dificultades, con el brazo roto en alto en todo momento. Se le había agarrotado en hombro, incluso. Le dolía un poco el mismo, pero estaba bien.

Rage WildWhere stories live. Discover now