XXVI. Detrás de ti

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-Inosuke... Creo que deberías parar.

-Oh, vamos, Gonpachiro. Deja de ser tan aguafiestas y consiénteme al menos esta vez. -como si el pobre Tanjirou no lo hiciera ya habiéndole dado vivienda gratis, con todo lo que un hogar conllevaba. Le cocinaba, lo llevaba a comprar, a pasear... Le permitía usar todas sus consolas y juegos, e incluso su portátil ya en el vertedero, machacado por la irresponsabilidad de Inosuke con toquetear botones a lo loco y terminar metiéndose donde no debió. -Ya sabes que te voy a devolver todo el dinero, eso no es un problema. -ahí él llevaba razón. Todo lo que compraba desde el bolsillo del japonés se lo devolvía con transferencia al llegar a casa y era como si no hubiera pasado nunca por ninguna tienda.

-No es por eso... Me refiero a tu salud. -lo veía cargar con una montaña de bolsas de aperitivos y dulces para meterlos en la cesta que él llevaba. Era demasiado. -Vas a enfermarte.

-¡No subestimes mi estómago, puedo tomar muchas cosas sin que pase nada! -lo lanzó todo a la cesta.

-Como con el alcohol... -murmuró, siendo escuchado, por desgracia.

-¡El alcohol es una mierda asquerosa, por eso me afectó! -lo decidió nada más notar su resaca; jamás volvería a beber. Y al contrario que la mayoría de gente, sus palabras no eran vacías. Realmente odiaba la bebida y no planeaba tocar una botella más ni con un palo. Hizo suspirar a Tanjirou de cansancio psicológico, discutir con él era agotador.

-No digas que no te avisé... -dejó que añadiera lo que quisiera, dejándole claro que tenía altas probabilidades de tener razón. Si llegaba a ponerse malo por tanta chusmería no le dejaría repetir una compra así. Y solo eso, no le regañaría, era demasiado bueno como para echarle la bronca a alguien que se encontraría mal. Caminaba a paso relajado por uno de los pasillos mientras el alemán investigaba los estantes de ambos lados. Lo vio detenerse en uno y agacharse, tomando una pequeña caja colorida que podía abrirse.

-Hey, Kentarou. -lo llamó con un tono más tranquilo de lo habitual.

-Es Tanjirou... -pensó. -Dime. -observó cómo el otro giraba la cabeza hacia él, entrecerrando los ojos con brillo sugerente y un rubor ligero sobre los pómulos.

-¿Compramos esto? -alzó la mano a la altura de la cara, mostrando entre sus dedos un sobre de color lila metálico y un relieve redondeado por el objeto en el interior. Inmediatamente, el pelirrojo alcanzó colores potentes en todo su rostro, abriendo los ojos de sobremanera y presionando los labios en tensión. Le costó articular palabra. Tenía un preservativo en su sobre siendo sujetado, y en la mano contraria, la caja morada de la que lo sacó, llena de ellos. "Ultra sensible" podía leer. Un color para cada tipo, siendo los normales azules. Oh, joder... -¿O prefieres estos? -metió en sobre en su contenido y lo cambió por otra caja, una de tonos dorados y rosas. No había visto nunca aquellos pero... Eran de los que tenían estrías artificiales y relieve en protuberancias para "rascar" mucho más las paredes que los recibieran. Antes de que continuara con su presentación de cada clase de condones, interrumpió, ansioso.

-Creía que... no querías hacer nada de eso más... -tartamudeó un poco, agudizando levemente el tono por los nervios. Fue extraño que el extranjero se quedara quieto, en silencio, solo observando las cajas, ahora sin interés.

No lo sabía, pues no se lo dijo, ni lo demostró. Pero tenía una buena razón para no haber querido volver a fundirse con él en el acto carnal. Uno en condiciones, no como aquel último polvo de desesperación. Era mucho más sensible emocionalmente de lo que parecía a simple vista, no podía evitar relacionar sexo con sentimientos, se le mezclaban, era imposible para él separarlos, aunque fuera algo que mucha gente hacía fácilmente. Las pocas veces que tuvo relaciones con el pelirrojo, incluso si fue rápido, sintió que se sentía atado al otro. Y lo peor era que en cada una le agradó conectarse así. Sin embargo... El sexo era una trampa en la que sus sentimientos eran manipulados por las caricias y la consideración del contrario. Cada vez que lo habían hecho, había terminado más emparanoiado con él, más enredado, con más emociones, con más atracción psicológica. Tenía un problema y ya no existía solución, se dio cuenta en pocos días. Se había metido en un berenjenal del que no podía salir. Sus sentimientos eran tan intensos siempre que le hacían horribles jugarretas, y en este caso, terminaron por engancharle el corazón con un cepo. Ya no podía evitar nada, por mucha distancia que pusiera. Estaba comenzando a joderse. A joderse y enamorarse de un japonés al que no volvería a ver en cuanto pudiera volver al grupo. Por ello no quiso, para evitar roturas entre ellos, evitar sufrimiento futuro. Pero nada iba a servir a aquellas alturas, por ese motivo estaba comparando preservativos, porque se hizo a la idea de que no serviría continuar negándose. Ya había caído. Si iba a fastidiarse la existencia, que fuera habiendo disfrutado, como mínimo. Y bueno, las pocas veces que se juntaron fue a pelo, pero no era algo que a él le hiciera sentir muy cómodo en el sentido de la precaución. Era mucho mejor sin llevar nada, piel con piel, aunque... Mejor prevenir que curar. En silencio, optó por los primeros y echó a la cesta tres cajas. Conociéndose, se gastarían bastante pronto. Tanjirou no dijo nada, ni rechistó. Permitió que los añadiera, eso sí, con algo de vergüenza por la gente que lo viera. Suspiró por la nariz sin quitarle la vista de encima. Había tomado dos botes de la misma marca de preservativos. Lubricantes... Uno que, según la etiqueta, alargaba el tiempo de aguante por un aditivo de silicona, y el otro uno simple de sabor a fresa. No escogió, ambos los lanzó a la cesta.

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