Capítulo 5: El hombre de las marionetas.

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Viernes, 08 de Octubre de 2010.


El sol de la tarde estuvo en su punto más máximo cuando el famoso circo Everglow llegó con el alegre carnaval a la gran ciudad de Stoges. Mediante sus enormes trenes, que fueron directo al estadio.

Días antes de su esperada llegada, ya habían anunciado por las noticias que el circo no tardaría en llegar; haciendo la publicidad. Los habitantes se emocionaron al escuchar esa magnifica noticia, y se mostraron ansiosos cuando el circo se hospedó finalmente en la ciudad, y anunció que las puertas estarían abiertas para todo el público en la noche de ese Viernes.

El carnaval abriría, y con ello el horror también.

Todos estaban emocionados por comenzar con el espectáculo de esa noche, y cuando el tren se detuvo Patrick Saltsman comenzó a supervisar con autoridad que sus fieles sirvientes; quienes eran payasos. Obedecieran a todas sus ordenes, y construyeran al Everglow como él lo quería.

El circo tenía mucho que desempacar de los vagones, y los sirvientes de Patrick trabajaban duro por instalar el carnaval. Mientras, que la otra parte de los empleados del circense, o mejor conocidos como: los freaks. Tenían su almuerzo diario en la cafetería, y hablaban entre sí de cosas triviales para matar el tiempo.

El bullicio en la cafetería era tan grande ese día, que el nuevo payasito favorito del circense: Poppy. Recogió su plato de comida discretamente de la mesa, y se alejó con cautela de la cafetería de freaks para almorzar en otro lugar más pacifico y tranquilo.

Poppy ya se había acostumbrado a su vida en el circo, e incluso había aceptado ese cruel destino. Pero algo que jamás había podido soportar era el ruido que hacían los fenómenos a la hora de comer, y lo sucios que eran. No tenían modales, y comían como unos animales. La niña tuvo que contener muchas veces la bilis en su garganta para no vomitar frente a ellos, con miedo a lo que le llegarían a hacer si lo hacía.

Además, ella no soportaba comer en la misma mesa de los monstruos que la violaban cada noche.

Por eso se alejó hacia un lugar lejos de la cafetería, donde ellos no la molestarían en su almuerzo: su tienda. Era extraño, pero ella sentía que ese lugar era el más reservado que podría tener, ya que los fenómenos no irrumpían en su habitación por ordenes de Patrick de respetar su privacidad.

Era irónico, pero cierto.

Poppy se sentó en su pequeña cama al entrar, y le dio gracias a Dios por la comida antes de tomar su cuchara y empezar a comer. Mientras comía lentamente, observaba su reflejo en un espejo dorado de cuerpo completo, que yacía junto a la entrada. No se reconocía. Llevaba un torpe maquillaje de payasita, y un disfraz del mismo con unos zapatos enormes.

Ella veía que su cuerpo ya no era el mismo, y que tenía el rostro completamente cambiado desde que se miró en el espejo semanas atrás. Era diferente, y Patrick la obligaba a ponerse una rosada peluca de rizos locos para que hiciera juego con su vestimenta.

Poppy se sentía ridícula, pero ya nada de eso le importaba. Lo único que la hacía mantener en una especie de cordura era tener al joven manos de tijeras como un amigo incondicional. Kit era la única persona que la respetaba, y la muchacha estaba cayendo perdidamente enamorada de él.

El amor era lo único que salvaba a Poppy de ese infierno.

Lamentablemente la joven ya no tenía mucho tiempo para convivir con el chico manos de tijeras, ya que ella se había vuelto la sirviente personal de Patrick. Entonces, fue por eso que sintió una gran felicidad en su pecho cuando vio a Kit entrar repentinamente a su pequeña tienda, con una cajita que sostenía delicadamente entre sus afiladas manos.

El circo de horror de Patrick Saltsman ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora