Capítulo 12

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Te amo...

– ¿Qué significa eso? – mi cuerpo estaba apoyado sobre el tronco del gigantesco árbol, mientras que él colgaba de una rama.

¿No lo sabes? – negué con la cabeza, era pequeña y no sabía muchas cosas, era muy comprendible a mi temprana edad – El otro día oí a tu mamá decirle "te amo" a tu papá, y como tampoco sabía muy bien que significaba les pregunté, ellos me dijeron que cuando amas a una persona te preocupas por ella, la quieres mucho y siempre estás pensando en que esa persona esté bien... – explicó mientras se tambaleaba, su cabeza ya estaba roja de toda la sangre que se le estaba acumulando, sin entender nada de lo que me dijo lo ignoré – ¿Tú me amas? – su voz tembló al decirlo.

Mmm, no.

¿Por qué?.

Por que yo... amo a otra persona – dije sonriendo al recordar a aquel pequeño castaño.

¿Y quién es esa persona? – parecía enojado, como si le hubiese quitado un dulce.

Adam, mi hermano – suspiró aliviado, de forma inesperada la rama se quebró y Salvador cayó al suelo golpeandose la cabeza.

Preocupada me levanté y fui en su rescate, sus ojos parecían contener lágrimas de dolor, se sentó mientras acariciaba con su mano la zona dolorida, lo abracé para que no sintiera dolor, mamá solía abrazarme cada vez que algo me dolía asi que pensé que sería lo mismo.

¿Te duele? – asintió con su cabeza, no sabía que hacer para que ya no le doliera.

Dicen que cuando te dan un beso te deja de doler – sin decir nada aparté la mano de su cabeza y deposité un beso.

¿Listo? – negó tristemente.

También me duele aquí – señaló su frente, deposité un pequeño beso.

¿Ahora? – negó nuevamente y señaló su rodilla que estaba levemente raspada, sin miedo a la poca sangre que salía de la herida besé su rodilla, lo miré esperando a que me diga que ya estaba mejor pero su expresión seguía siendo de dolor, suspiré sin saber que hacer hasta que señaló sus labios, con la esperanza de que le dejara de doler, le di un diminuto beso en sus labios que duró a penas unos segundos, cuando me alejé sonrió y se puso de pié muy contento.

¡Ya estoy mucho mejor! – me abrazó muy fuerte, él era una cabeza más alto que yo, por ende mi oído quedaba en su pecho, donde podía oir claramente los latidos de su corazón, iban a un ritmo muy rápido, como si hubiese corrido una maratón.

Desperté un poco asustada, el sol ya había salido, ¿me había quedado dormida?, miré la pantalla de mi celular, ¡en media hora entraba a la escuela y aún no estaba preparada!, maldición, a la velocidad de Flash me bañé, vestí y salí corriendo, no quería llegar tarde.

Llegué al edificio y se me hizo realmente raro entrar y no encontrarme con nadie en el pasillo, ¿habrían entrado a clases?, todo estaba en completo silencio, subí a mi salón y estaba vacío, sin rastros de nadie, del bolsillo saqué mi celular y noté que era sábado, sintiéndome realmente una estúpida decidí volver a mi cama cuando unos golpes llamaron mi atención, resonaban por todo el pasillo, siguiendo el sonido llegué hasta el gimnasio de la escuela, a través de la ventana de la puerta de entrada pude divisar a un chico picando una pelota de baloncesto que cada tanto arrojaba al aro, ¿quién era este chico? ¿Por qué razón estaría en la escuela un sábado por mañana?, muerta por la curiosidad decidí averiguar quién era, sin dudar entré y para mi mala suerte la maldita puerta hizo tanto ruido que llamó la atención del chico, al girarse pude notar que su rostro era muy conocido, insegura caminé hacia donde se encontraba.

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora