Capítulo 8

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—Ha pasado un mes desde que te fuiste —susurro mirándome en el espejo de mi cuarto.

<< Un terrible mes >>

Analizo mi reflejo en el espejo; mi piel está muy pálida, puedo ver unas grandes ojeras adornando mis irritados ojos. Miro mi cabello atado en un desordenado moño. Mis ojos resbalan por mi cuerpo, estoy más delgada.

Unos toques en mi puerta me obligan a girar. Me siento en la cama justo cuando la puerta se abre.

—Cariño la comida ya está lista —mi mamá me mira con tristeza, se que quiere ocultarlo cuando está conmigo, pero la conozco bien, puedo ver cuánto la entristece el verme así.

—Gracias mamá, enseguida bajo.

Mi mamá se sienta a frente a mí.

—Hija se que no quieres hablar de esto —empieza a decir con cautela—, pero estoy segura que ir a un psicólogo te ayudará mucho.

Miro a mi mamá sin decir nada.

—Has estado en tu cuarto todo el día todos los días —prosigue—, solo te pido que lo intentes. Si no te sientes cómoda buscamos otro.

<< No puedo seguir, ya no tengo fuerzas >>

—Mamá —susurro—, estoy bien.

—Inténtalo —suplica.

—Esta bien mamá, haremos lo que dices —digo con voz apagada.

—Veras que te ayudará mucho.

Me abraza con fuerza, apoyo mi cabeza en su hombro y dejo escapar una solitaria lágrima.

—Hare una cita —dice mirándome. Me limpia la escurridiza lágrima—, te sentirás mejor mi niña.

<< No creo que eso sea posible, tengo vacío el corazón >>

******

Lizzy:

—¿Entonces estás pensando en aceptar el trabajo aquí? —pregunta Mafer.

—Aún no lo sé. —Juego con la cucharita en mis manos—. Hablé con Marcelo y me dice que pueden esperarme un tiempo, pero después debo regresar y terminar el curso.

—Entonces quédate.

—Pero ¿Que hago aquí? —pregunto frunciendo el ceño—, solo lo haría por Alberto, pero estaría engañándome a mi misma. Alberto me ha dejado muy claro que no me va a perdonar.

—Lizzy por favor. —Blanquea los ojos con impaciencia—. Ten paciencia.

—Cometí un error Mafer —digo con dureza—, yo creí que era lo mejor para mí, para él. Claramente fue un error, pero no lo voy a esperar toda la vida alimentando mi esperanza inútilmente. Debo aceptar las cosas.

Mi amiga me mira en silencio.

—Al menos piensa en la propuesta que te han hecho, es una gran galería la que te ha llamado. Es una buena oportunidad para tí —dice con seguridad—, además te esperan en Londres.

—Si, puede que tengas razón.

—Cambiando de tema —dice mi amiga tomando un sorbo de su jugo—, quiero ir a ver a Vanessa, hace días que no he podido ir.

—Fui a su casa ayer —suspiro con tristeza—, sigue igual.

—¿Me acompañas a verla hoy? —propone.

Asiento con la cabeza, terminando de comer el postre en mi plato.

******

Vanessa:

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