16. Desa

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Antes de llegar a mi nuevo trabajo le mando un audio a Steve informándole mi cambio de rutina. Debe estar dormido, pinta... ahora sé que esos cuadros que vi en su apartamento son suyos, gana muy bien de ahí, pero además, tiene un par de galerías de arte resultado de la herencia que le dejaron sus padres. Habla muy poco de ello, pero también supe que tiene una empresa que maneja su hermano mayor al que casi no ve pero que le da su parte cada mes.

En la cafetería me topo con que no tengo ni una maldita idea de la mayoría de las cosas que se deben hacer, aun así, mi jefa, que parece tener fe en mí por alguna extraña razón y con la que congenié en la entrevista el día anterior, se muestra feliz de verme ahí. Me toca estar tras la barra y levantar afuera las cosas que fuesen estando ya vacías. Un par de chicas quizá de mi edad, preparan cafés sin parar, yo les pongo las tapas y los voceo. La gente se arremolina, es imposible siquiera respirar, pero de alguna manera me siento más activa que nunca. Recibo invitaciones a cenar, a comer, hasta propuestas menos agradables, pero no me importa, yo voy y vengo, y cuando hay un respiro, me muestran cómo se prepara alguna bebida. Ayudo en lo que puedo, soy escurridiza, así que al final de la jornada acabo con los pies adoloridos pero sonriente. Dejo el mandil donde me indicaron, tomo mis cosas que había dejado guardadas en un casillero. Me despido sonriente, poco hablé con nadie, pero la verdad aunque fue una puta locura, la mañana acaba antes de lo que siquiera pude darme cuenta.

Sin dudarlo, y aunque me siento molida, corro hasta donde dejé la camioneta y me dirijo a donde la solía aparcar para tomar el bus al albergue. Steve está ahí, aguardando. Arrugo la frente al verlo.

—¿Qué haces aquí? —pregunto acomodándome el cabello. Soy un desastre.

—Cuando me dijiste que ya venías, me salí para buscarte. Ya sabes, prefiero que no andes sola por esos lugares, aunque por cómo te ves ahorita creo que nadie intentaría siquiera acercarse, luces acabada —se burla. Le doy un empujón, mientras caminamos rumbo a la parada.

—Jódete.

—¿Qué tal estuvo? —pregunta quitándome la guitarra de la espalda.

—Cansadísimo, tiré solo dos cafés, lo cual es nada para alguien que nunca he hecho eso. La verdad es que me fue bien, mejor de lo que pensé —admito ansiosa por llegar.

—¿Por qué entraste a trabajar, Desa? —indaga entornando los ojos. Suspiro metiendo las manos en los bolsillos del pantalón, perdiendo la atención en la calle.

—Porque si quiero ayudar lo debo hacer con mis medios, con lo que yo puedo.

—Si le dijeras a tu marido, quizá te ayuda.

—No, aun no. Además, quiero hacerlo. Así está bien.

—¿Te das cuenta que estás enredando todo sin necesidad?

—Esto es mío, Steve, mis decisiones. Si quiero algo debo salir yo por ello, eso es todo —argumento decidida.

—Puede ser, pero...

—No quiero hablar de eso, las cosas con Riah últimamente están extrañas y necesito tener algo que no tenga nada que ver con él, necesito...

—Tu vida —completa sentado a mi lado en el bus. Asiento—. Parece que ya sabes lo que quieres, ahora falta que te atrevas a decirlo y enfrentarlo —dice reflexivo, examinándome. Lo miro extrañada.

—No lo sé aún. Me propuso trabajar con él, tiene una empresa que gira alrededor de muchas cosas ecológicas, me gusta y entiendo de ello pero... necesito crear mi propio camino.

—¿Así se lo dijiste?

—Podría decirse —reviro recordando mis palabras exactas en la mañana y como me deseó suerte a cambio. No, no fue así y me siento mal por ello. Riah no lo hace por mal, solo busca llegar a mí, ahora lo noto con mayor claridad y yo descifrarlo, ser lo que merece. Es más complicado de lo que logro entender.

Más de ti • LIBRO I, BILOGÍA MÁSWhere stories live. Discover now