26. Zakariah

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La puerta se cierra y dejo de hacer lo que hacía, me siento sobre la cama y escondo mi cabeza entre las manos, me froto el rostro y luego gruño. La rabia últimamente la siento presente, las cosas entre los dos están rompiéndose o quizá ya están rotas.

Por un lado, desde que enfermó la semana anterior, me tiene un tanto preocupado. Luce pálida casi todo el tiempo, desmejorada, incluso ha bajado de peso, lo sentí el fin de semana que la hice mía en varias ocasiones, pero sobre todo por la noche, cuando la rodeé después de esa extraña pesadilla. A ella no suele ocurrirle eso, la verdad es que es de pésimo sueño, tanto que ya no sé qué hacer para que duerma y sé que eso es lo que la está desmejorando. Lo que no tengo una maldita idea es de por qué no duerme, por qué ese grito cargado de dolor tan solo dos horas después de haber al fin logrado caer rendida. Su cara, su expresión, eran de completo horror, de miedo.

En este punto ya temo averiguar la verdad de lo que está ocurriendo, incluso me he planteado la idea de que tenga alguna enfermedad y me lo esté ocultando, la noto tan frágil a últimas fechas.

Por lo menos ahora hablaremos y no es que no lo hubiese pensado, de hecho estaba decidido a ese mismo día encerrarla en la habitación hasta que lo hiciéramos de una maldita vez. Esto no puede seguir así.

Después del viernes, donde pensé que algo entre ambos se componía, estúpidamente, me dejó muy molesto su actitud del sábado. El domingo simplemente me sentía tan enojado que fui la gran parte de la mañana a correr, luego al gimnasio y más tarde, Loen me buscó para ver si veíamos juntos el partido. La Desa de antes me hubiese acompañado, la de ahora estaba trabajando en ese lugar donde la exprimen por completo, o huyendo de mí, ya no sé.

Cuando esa noche noté que no vendría temprano a la cama, intenté dormir, lo logré a ratos, pero cuando la escuché recostarse supe que sería otra noche en la que no descansaría aunque en esta ocasión no abandonó la cama como el día anterior en el que nunca regresó.

Desa se está exigiendo de una forma brutal, esta mañana me sorprendió lista para el entrenamiento en el cual ha avanzado tanto que Melanie incluso está sorprendida, la verdad es que ahora mismo yo ya no, noto en mi mujer una determinación que nunca había visto, una bravura que me fascina, pero me preocupa la razón de su auto exigencia. A pesar de las ojeras y la poca energía que se le ve, insistió en quedarse a entrenar, es como si estuviese buscando demostrar con ferocidad todo lo que puede hacer, como si estuviese dispuesta a reventar su cuerpo con tal de sacar todo lo que esconde, pero no me habla y no sé qué es eso en realidad.

Lo cierto es que esa noche, la noche de ayer realmente me preocupó como nunca antes, tanto que estuve a punto de derribar la puerta del baño. A Desa algo le pasa, algo que la martiriza pero su expresión de ayer no puedo ni describirla, mi sol no estaba ahí, ella simplemente lucía ausente. La pesadilla me confirmó las sospechas. Pero de nuevo al despertar se marchó envuelta en un mutismo que cala y se fue. Desa, con el paso de las últimas semanas, se ha ido apagando, pero ayer fue como si se extinguiera.

Al salir del gimnasio, esta mañana, vi un par de llamadas perdidas de mi madre, le marqué tenso. Las cosas ya no podían seguir así, esto tendría un punto final, determiné después de haber golpeado la pera hasta que los huesos dolieron.

—Zak, hijo —respondió deprisa.

—¿Sí? ¿Todo bien? —pregunté desconcertado por su tono. La escuché suspirar.

—Sí, sí. ¿Ustedes? ¿Cómo están? —reviró serena. Fruncí el ceño, la acababa de ver el viernes, por un lado, por otro, no suele preguntar por ella.

—Bien, ¿pasa algo?

—No, ¿por qué habría de pasar?

—Te dio un arrebato de madre preocupona, porque no estoy acostumbrado —bromeé.

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