여덟

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   Un viernes para altas horas de la noche, entre los íntimos muros del aclamado condominio en Hannam-dong, se congela el aliento de un joven rubio con cada suspiro liberado en medio de la oscuridad.
   Algo que caracterizaba a Kim Namjoon era su amor por observar todo a su alrededor cuidadosamente, era alguien inteligente que sabía identificar patrones con agilidad.
   En medio de su apretadísima agenda, a través de miradas disimuladas y salidas a hurtadillas, encontraba a Gea Saavedra, siendo caos y calma con cada paso de pies descalzos que daba por los adoquinados caminos del lugar.
   Algún punto del área en el que él vivía le permitía ver hasta la calle en la que la chica residía, en un par de ocasiones había conseguido verla caminar por el área de casas particulares después de un día escolar. También estaba aprendiendo a jugar con las horas y días en los que ella acostumbraba a pasearse por el Hill, no pasó por alto como sus salidas eran más constantes los fines de semana, después de la una de la mañana, en ropa holgada y cálida, con el alma adolorida y desbordando en pensamientos demasiado profundos y críticos como para pertenecer a una joven de tan corta edad.
   Y por razones así, Namjoon quería saber más, aprendérsela hasta decir basta. Tomar entre sus manos ese proceso de reencuentro con ella misma que estaba atravesando la muchacha de ojos redondos, cuidarle cada pequeño nuevo detalle.
   No negaba que la muchacha le parecía preciosa, su rostro lejos de los cotidianos rasgos asiáticos eran como una enorme bocanada de oxígeno puro. Sus cejas, pómulos y labios le agradaban, junto a otras muchas cosas más en ese rostro de feroz juventud, era algo inusual y magnético, era innegable, le ocasionaba una irremediable curiosidad, también le transmitía paz y vicio, pero estas dos últimas siguen en la etapa de negación dentro de su ajetreada mente de estrella musical.
   Hundido en sí mismo, con los codos sobre una mesa de concreto y la barbilla entre las manos, se pregunta cuál ruta habrá decidido tomar Gea esa noche, porque casi podía sentirla suelta por ahí, tal vez en un hoodie, el pelo en dos trenzas, argollas plateadas sencillas, labios secos y manos rojas. Así decidió cuadrarla esa noche en su mente. Deseó poder encontrársela para averiguar cuántas de sus suposiciones habían sido acertadas.


—Buenas noches, Namjoon-ssi.

   Él sonríe, sin todavía haberse volteado a verla para concluir con su pequeño juego de adivinar de esa noche seulense, un guiño de emoción le recorre.

—Buenas noches, Gea-ssi.

   Escucha los bajos pasos acercarse, él no se inmuta y lo siguiente que capta su atención es un rostro joven frente a sí, sobre un cuerpo delgado y ligero, ahora la vista se le ha perdido en dos orbes negros, mirándole fijamente.
   El pequeño juego de adivinanza concluye, dándole como resultado dos aciertos: llevaba el cabello trenzado y los labios secos.

—¿Cómo está esta noche?

—Me encuentro bien, un tanto cansado, ¿y usted?

—Me encuentro bien.—Ella sonríe levemente.

   Interpreta su pequeño levantón de comisuras como una genuina muestra de progreso, esa noche la diferencia entre la llorona de unas semanas atrás y la linda extranjera presente ante sus ojos en ese momento era notoria, el interior del joven se llena de gozo, ella empezaba a cambiar y eso alegraba a Namjoon.

—Me alegro, Gea-ssi.—El asiático deja sus manos de su barbilla y ahora las ha dejado sobre la mesa, optando una postura más relajada.

   Él exclama dentro de sí, casi logra apreciar modificaciones en el batir de sus pestañas al parpadear, estaba siendo testigo de la más extraordinaria metamorfosis y por su mente no lograba asomarse una mínima idea de cómo expresar el gozo que le atormentaba en ese momento.

—¿Cómo han estado sus días?—Gea cuidaba el respeto al dirigírsele, a pesar de eso, hay un tinte de casualidad en su baja voz.—Escuché que su grupo lanzará su álbum dentro de poco, imagino que están ensayando muy duro.

𝗦[𝗘]𝗢𝗨𝗟𝗘𝗗 | Kim NamjoonWhere stories live. Discover now