열넷

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    Las días transcurrieron de forma regular, en la nueva vida de Gea Saavedra. Llevaba contado el tercer viernes desde que Namjoon se había marchado a Los Ángeles, dejándole noches solitarias y un interminable conflicto interno, el cual era muchísimas veces más pequeño de lo que ella se lo pintaba.
    No hubo día en el que no se preguntara por él, en qué estaría pensando, si recordaría que ella le esperaba en Corea del Sur, más que preparada para acompañarle en las noches.
    Sí había salido en las madrugadas durante esas semanas, sin embargo, el silencio le extrañaba, porque con Namjoon siempre había algo qué expresar, o mejor aún, algo interesante qué escuchar de su parte.
    Iniciando la cuarta semana de ausencia del mayor, se espolvorean por todos los medios surcoreanos la llegada de Bangtan Sonyeondan al Aeropuerto de Incheon.
    En ese momento, una calma inmensa brotó por los poros de Gea, estaba de regreso, ya no habría noches solitarias, iban a volver a su pequeña y extraña costumbre, podrían escuchar a Seúl cantar nuevamente.
    Recordó sus pequeños avances, los sentidos que recuperó en esas semanas, le actualizaría sobre todo, deseaba dar saltitos de emoción y que él le tomara de la cintura para cesarlos.
    Se le detiene la respiración, un rubor le invade, recuerda la última vez que vio a Namjoon, como se envolvió entre sus brazos y le deseó un buen viaje, después de esto, siente nervios y pena, la imagen de sí misma saliendo por la madrugada a su encuentro se ha alejado, ya no quiere verle, siente ganas de vomitar, ¿debería disculparse, o lanzarse a sus brazos de nuevo?


    Para el viernes, el tiempo comienza a escasearle, tenía una decisión escurriéndole entre los dedos, a ese punto, su mente ya había formulado infinidad de posibilidades, consideró que Namjoon había olvidado sus últimas palabras, que no se presentaría esa noche. Se hizo pequeña en su habitación, llena de inseguridad, consideró todo escenario catastrófico, sin embargo, la impulsividad de Gea Saavedra sigue tan firme como siempre, a pesar de tal episodio de pánico adolescente, conociéndose: no sería capaz de quedarse en casa, a esa joven mujer se la comían siempre las ganas de forma fácil y terminaba enredada en cualquier situación con tal de no quedarse con las dudas de qué habría pasado, esa era ella.
    Se viste de una forma tradicional para lo que eran esas veladas: un hoodie, pantalones de chandal, ese día decidió ponerse zapatos, tenis negras, de entre los tantos pares que tenía. Se dejó el cabello suelto y lo peinó.
    Toma su teléfono, sale de la casa y Seúl comienza a cantar, aquella melodía le recibió con cariño, dando por iniciada su pequeña escabullida. Gea camina con las manos en los bolsillos, mirando hacia abajo y jugando con sus propios pies, a paso perezoso, sube hasta la intersección de su calle con la de Namjoon. Permanece ahí por unos segundos, podría ser que esperando a verle bajar la cuesta, saliendo entre la penumbra y mostrándole los hoyuelos en una sonrisa al mirarle a los ojos, sin embargo, tras unos segundos de espera, esto no sucede. Vuelve a mirar hacia el suelo y comienza a caminar en línea recta, lejos del edificio del moreno. Sus piernas han comenzado a funcionar en piloto automático, mientras su mente está más activa que nunca.
    Recapitula sus últimos días, como todo venía siendo simpleza y paz, el peso del odio hacia Seúl sobre sus hombros era casi inexistente ahora, el camino de regreso a casa no podía parecerle más estético actualmente, incluso se debatió si alguna vez fue más feliz bailando con el uniforme desarreglado por los pasillos de su casa en otro lugar que no fuera Corea del Sur, hasta los rostros de la gente a su alrededor le eran más vivos ahora, porque Gea había permitido a la luz inundarle la vida. Dio tantos pasos, que ahora desea reprocharse por no haber corrido antes, porque Seúl no tenía nada más que amor para ella, pero, ¿cómo no lo supo anteriormente? Si el lugar desde el primer día le canta canciones para dormir.
    Ríe levemente, alza la mirada, ha caminado hasta un punto alto del condominio, con una buena vista del Río Han para deleitarse a sí misma, con música de fondo, el frío ya no lo siente, pues la Gea resentida se lo ha quedado y posteriormente se ha ido lejos, muy lejos, espera que para siempre.
    Se recuesta a la cerca que le cuidaba de caer el pequeño acantilado, aún inmersa en ella misma, dando gracias, con las mejillas secas.


𝗦[𝗘]𝗢𝗨𝗟𝗘𝗗 | Kim NamjoonWhere stories live. Discover now