서른 둘

126 12 2
                                    

    La nociva brisa les acariciaba con gozo y los cláxones de los autos anunciando el final de un día laboral en Seúl, HaSup se hace sentir al lado de Gea con el sonido de sus botas negras y el olor de su colonia.

—Voy a extrañar esta pequeña mano—le dice él con gracia, alzándola en el agarre y observándola por una detallada última vez.

—Yo extrañaré a tu gata.

—¡Ah! Esa pobre gata tuvo que vernos coger más de una vez, debería cobrarte la terapia.

    Gea ríe.

—También voy a extrañar el olor de tu cuarto—le dice ella.

    HaSup le devuelve la sonrisa.

—Te siento distinta,—la encara y habla con una sonrisa ladina—a cuando te conocí y empezamos a salir, has cambiado.

    La mira directamente y en esa conversación se va a dedicar a admirarle los rasgos para quedárselos en su memoria. Siempre recordaría esa chill, breve y linda relación con la chica de exóticas facciones y mente llena de ideas que le robó al aliento cuando la vio por primera vez en la cafetería del colegio.

—Gracias—le sonrió ella.

    Gea brilla bajo el atardecer de Seúl, observa su alrededor con cariño y llega a la entrada del condominio. Esa era la última vez en que Lee HaSup le iría a dejar a casa, se acopla a su pecho en un abrazo, más que feliz, guardando dentro de sus recuerdos favoritos el olor del surcoreano, las imágenes de su tiempo juntos parpadean por su mente y está complacida porque nadie ha salido herido en esa ocasión.

—Oppa,—se separa un poco y le mira directamente a los ojos—muchas gracias por haberme soportado y cuidado de mí, lo aprecio muchísimo.

—No tienes porqué. Y sabes que seguiré considerándote mi amiga, no dudes en acudir a mí en caso de necesitar algo algún día.

    Gea sonreía, porque le encantaba cuando los corazones quedaban intactos tras una ruptura, aunque de todas formas existía cierta melancolía alrededor.

—También cuentas conmigo—le corresponde—. Gracias, de verdad.

—¡Ah, Gea!—suspira él, lleva una mano a la rosada mejilla de la chica—Qué afortunada quien vaya a ser tu persona correcta—le besó la mejilla—. Eres un sueño.

    Se hizo pequeña entre su uniforme y sintió sus mechones de cabello rozar sus mejillas.

—Tu también—balbuceó—. Eres un partidazo. Dile a tu hermana que gracias por cubrirnos tantas veces.

—Lo haré. Que sigas bien, linda—observa el perfil avergonzado de la chica iluminarse con las luces de los autos que pasaban cerca. Le concibe una mirada llena de cariño.

—Lo mismo digo para ti. Quiero verte zorreando el próximo curso y viviendo toda tu experiencia de pre universitario.

—Uh, yo también, con suerte y no me muero del estrés y me da el tiempo para existir.

—¿Crees que al señor de seguridad del Hill le afecte no volver a vernos juntos?

—Creo que en realidad no le agradábamos—arquea una ceja, dándole un corto vistazo al hombre a unos metros de ellos—. Ve, entra, que me voy a poner a llorar—bromea.

—Hasta luego, oppa.

    Se inclina hacia la fémina y le deja un dulce beso en la frente.

—Hasta luego.

    Ambos se voltean en direcciones contrarias, lejanos a cualquier sentimiento oscuro o pesado, agradecidos por el tiempo que pasaron juntos, también complacidos de haberle dado un final bonito. Quedaría como una vaga incógnita en el mundo cuánto tiempo tardaría Gea en admitir que sintió un peso menos sobre sus hombros ese día.

𝗦[𝗘]𝗢𝗨𝗟𝗘𝗗 | Kim NamjoonWhere stories live. Discover now