CAPÍTULO III

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POV NATALIA

Las clases ese día habían sido una decepción total y absoluta, no había cosa que me gustase menos que moverme de casa para perder el tiempo junto a un puñado de alumnos. Uno de mis profesores de clases intermedias había decidido no ir por que se encontraba algo mal, así que nos habíamos pegado hora y media tirados al sol en el cesped del parque de al lado, que no digo que esos momentos no me gustasen, pero tenía cosas que hacer precisamente ese día y me enervaba un poco tirármelo a la bartola.

La noche anterior me había pasado hasta casi las 3 de la madrugada escribiendo para actualizar al día siguiente, puesto que estábamos en un momento álgido de la drama y Marta me había dado una ideaza para ir poniendole final a todo ello. 

Me daba una pena tremenda que la historia se acabase, pero lo cierto es que ya llevaba unos meses escribiendo y se me habían ocurrido un montón de ideas que no había llegado a desarrollar, de otros temas para historias nuevas que me moría por escribir. 

Siempre había sido una mente inquieta y creativa, mi imaginación realmente no conocía límites y un sueño o cualquier vivencia o momento me habían trabajar la cabeza a dosmil por hora para desarrollar situaciones ficticias.

Tenía por delante un fin de semana largo y tedioso en el pub, el sitio donde trabajaba desde hacía 3 años. Mi jefa era encantadora y en general el ambiente de trabajo envidiable, pero era noche de fútbol y aquello se ponía hasta los topes, además de los innumerables babosos con los que tendría que lidiar durante toda la tarde y hasta el cierre. Así que me decidí a subir el último capítulo que había escrito antes de prepararme para irme.

Me había ataviado con unos pitillo negros, deportivas y una camiseta de manga corta, colgando de un bolsillo llevaba el mandil y en mi riñonera, bien sujeta al pecho el tabaco. De camino a trabajar me dedicaba a liarme el cigarrillo que me fumaría justo antes de entrar y probablemente me fumaría también las horas pensando en el descanso, que no llegaría antes de la mitad del turno.

Hacía algo de fresco y la chaqueta vaquera que me había colocado no me resguardaba tan bien como hubiese deseado. Marta se había burlado un poco conforme salía de casa, presumiendo de que ella no tenía que trabajar y pasaría la noche en casa calentita, seguramente cenando del chino y viendo netflix hasta dormirse. A la muy hija de puta le gustaba restregarme sus días libres, aunque luego lo hacía yo también entre semana. Su suerte era que a pesar de que de lunes a viernes las pasaba canutas entre clase y su curro en una tienda de ropa, de la que salía como a las 23:00h, los fines de semana era mas libre que un pajarillo y en el fondo la envidiaba por ello.

Tenía entendido además que Paco estaba a punto de llegar, osea que en el fondo prefería tener que estar fuera de casa toda la noche, a escuchar los gemiditos de mi amiga y los improperíos de su aparentemente tímido novio.


-Ay, joder, lo siento. -susurró un chico moreno y altísimo con el que acababa de chocarme debido a mis prisas y seguramente también a las suyas, la falta de atención también era común-. ¿Estás bien?

-Sí, perdón, no estaba mirando. -me disculpé también yo-. ¡Adios!


Tampoco es que llegase tarde, pero desde luego no me apetecía nada conversar con un desconocido al que acababa de comerme por no mirar por donde iba en la calle y que además, me había hecho un respaso de arriba a abajo que casi me quedo en el sitio, que fatiga.

Julia, mi jefa, estaba esperandome en la puerta para compartir el piti pre-turno como cada día de trabajo. Hoy estaba especialmente guapa. Julia era una de esas personas cuya personalidad rezumaba seguridad y belleza por todos lados. Era encantadora, preciosa, amable, sincera y tan risueña que podía llegar a ser envidiable, plus, su risa era de las mas contagiosas que había escuchado nunca. ¡Ah! Y era tan fan de Alba Reche como yo.

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