cuarenta y cinco

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– ¿Qué decís flaca?

–AY NO HABLES COMO ÉL

–Deja de gritar- Le rogué y ella se sentó en el sillón, aún con su abrigo y su cartera puesta.

– ¿Y?- Me preguntó mirándome a los ojos.

– ¿Y qué?

– ¿Cómo fue?- Indagó dando por hecho todo lo que había pasado.

Me reí: no nos podíamos conocer tanto.

–No creo que quieras muchos detalles- Le dije y largué un suspiro.

–No, tenes razón- Me miró y se paró.

– ¿Sabes qué? Lucas es un amor- Me dijo y abrí los ojos extrañada. –Y no, no es una babosa...

Largué una carcajada y ella me pegó.

–Bueno, estas un poco ciclotímica- Bromeé y ella me miro. Fue hasta el baño y pegó un grito. Yo me levanté corriendo.

–NI SE TE OCURRA LIMPIARLO

–Ah no, claro. Vamos a vivir cincuenta años con el espejo todo manchado

–Unos días...- Le propuse excusándome.

–Que letra de mierda que tiene, por favor

–Dejalo, mala. Demasiado que hace algo

Me miro levantando una ceja.

–Anda a correr, no sé. Estas muy embobada. Toma aire- Me dijo y asistí.

Unas horas después de almorzar, casi llegando a la hora de la merienda, me vestí y cargué música en mi celular dispuesta a hacer un poco de ejercicio. Antes tenía el hábito de hacer actividad física todos los días, pero en el verano es imposible.

Llegué al parque mirando el cielo. Estaba muy pesado y a punto de llover. No quise esperar mucho más y comencé trotar. Al cabo de una vuelta la lluvia comenzó a caer fuerte y se me dificultaba un poco mirar a donde pisar.

Iba muy concentrada en la música cuando sentí mi corazón detenerse.

Nunca me había ocurrido pero la posibilidad siempre estaba. Jamás me imaginé lo que sería sentir el tener un arma en la cabeza, hasta ese momento. No sabía como reaccionar, qué hacer, que decir. Me limité a levantar las manos mientras pretendía entender algo de lo que el encapuchado me preguntaba. Estaba shockeada.

Me pegó una cachetada cerca del ojo y volví a caer a la tierra. Rápidamente tiró de mis auriculares y el celular cayó al suelo. El lo levantó y, cuando me lo pidió, le di el poco dinero que tenía en el bolsillo.
Se fue corriendo, como si el asustado fuera el. Me quede parada, petrificada. No sabía que hacer, ni a donde ir.

Sentí el calor en mi mejilla y mi ojo latiendo fuerte, dolía.

Me senté en un banco lindero a la calle mirando un punto fijo. Estaba en una mezcla de angustia y bronca. Maldije en voz baja al recordar todos los recuerdos que tenía en el celular.

Antes de que pueda pararme sentí el motor de un auto frenar sobre el cordón.

– ¿Gorda?

Levante la cabeza y sí, cuando no. ¿Qué otra persona en esta vida me iba a llamar así? ¿Quién más, además de él y yo, vendría a correr al parque casi anocheciendo? Achiné mis ojos para perfeccionar mi vista pero fue imposible.

Me acerqué al auto y la puerta se abrió. Ignacio bajo rápido del auto y se acercó hasta donde estaba. Velozmente me envolvió entre sus brazos y aunque no era una situación muy grata, me estremecí al volver a sentir el calor de su cuerpo después de tantos meses.

– ¿Qué paso?- Me preguntó y yo solo levante la vista para ver como su pelo se mojaba de a poco. Tocó mi ojo con delicadeza y yo lo cerré en señal de dolor.

Me dirigió hasta el asiento del acompañante y me senté. Cerró la puerta y en el tiempo que tardó en subirse, observé el auto. Hacía mucho tiempo que no me subía.

– ¿Te robaron?- Me preguntó cuando sentí que arrancaba el motor del auto. Solo asentí.

– ¿Querés ir a hacer la denuncia?

–No- Dije rápidamente y el me miro. –No tiene sentido, es solo el celular y un par de billetes

–Dios, mira lo que te hicieron- Exclamó enojado mientras movía su mano de la palanca de cambio a mi mejilla.

Bajé el parasol intentando mirar mi ojo. No sé si había sido el momento de shock o que, pero no sabía que había ocurrido.

Cuando me vi supe que el golpe no había sido una cachetada, sino uno de puño cerrado. Maldije en voz alta y el frenó el auto mirando el semáforo. Hizo un movimiento extraño y me alcanzo su celular.

–Avisale a alguien- Dijo y lo mire.

Alguien, ¿Tomás? ¿Por qué pensaba esas cosas en un momento así?

cambios | c.r.oWhere stories live. Discover now