cuarenta y seis

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Negué con la cabeza y marqué el número de Sol.

Con apenas cuatro dígitos su nombre había aparecido en la pantalla, a veces olvidaba que eran amigos.

Hablé con mi amiga lo más rápido que pude. Ella se había ido unas horas antes que yo al departamento de los chicos. Solo le dije que estaba yendo al departamento y que no tenía forma de comunicarme.

Al cabo de unos minutos arribamos en el edificio y el guardó el auto en la cochera del mismo. Subimos juntos desde el ascensor del subsuelo y temblé un poco del frió de estar mojada.

Le alcancé mis llaves y el abrió la puerta para cederme el paso. Lo extraño de todo esto era que estábamos actuando como si continuaríamos siendo novios.

–Pegate una ducha- Me propuso dejando un beso sobre mi cabeza y yo asistí.

Entre al baño sin pensar en nada y el agua caliente me tranquilizó. Cuando cerré la ducha recordé que no había traído ni ropa interior para vestirme. Saliendo del shock grite maldiciendo.

Me envolví en la toalla más grande que encontré y salí. Me encogí de hombros, Ignacio no iba a ver nada que no haya visto antes.

El apareció riéndose desde la cocina en el mismo momento en que se abrió la puerta. Sol entró corriendo para abrazarme y atrás, como no, Tomás.

–Voy a...llamar para que bloqueen el celular- Dijo Nacho tartamudeando y yo asistí.

Lo vi desaparecer en la cocina y volví mi mirada a Sol y Tomás.

Probablemente nadie se estaría percatando de la situación de que estábamos solos y yo solo envuelta en una toalla, pero mi cabeza no dejaba de funcionar ni en momentos así.

– ¿Qué paso?- Preguntó Tomás llegando hasta donde estaba y pasó su brazo por mi cintura.

–No sé, estaba corriendo y...sentí un arma acá- Dije señalando mi cien. –No reaccionaba así que tuvo que pegarme para que le de mi teléfono.

Tomás se agarró la cabeza con las dos manos y giró.

– ¿Por qué no me dijiste que querías correr y te acompañaba?- Dijo en un tono posesivo y alto.

–Bueno, ya esta- Exclamó Sol mirándolo y lo fusiló con la mirada.

– ¿Estabas con Nacho?

Preguntó sin darle importancia a los celos, en ese momento nada más importaba.

–No, debemos ser las únicas personas que eligen ese parque para correr- Expliqué y él apareció por la cocina.

–Paré el auto justo por el semáforo y la encontré en el banco media shockeada- Le dijo y Sol asistió.

–Ya bloqué el teléfono para que no lo usen- Me comento y le sonreí.

–Gracias, siempre tan atento vos- Le dijo Sol como si fuese mi madre. Tomás miraba la escena con una cara no muy buena.

–Bueno, me voy a ir, si necesitan algo... ya saben.

Caminó hacia la puerta y nos miro a nosotras.

–¿Queres que te alcance a algún lado?- Le preguntó a Tomás. Me reí: ninguno quería que pase tiempo con el otro.

–No, te agradezco.- Respondió cambiando su tono por uno amable.

Él abrió la puerta y Tomás se acercó para despedirlo.

–Gracias- Le dijo sincero y yo sonreí. Nacho solo hizo un gesto con la cabeza y él cerró la puerta.

–Voy a buscarte hielo para el ojo- Dijo Sol agarrando las llaves.  

No, no teníamos cubeteras. Si, había un kiosco en la esquina del departamento.

Asistí y ella bajó rápido. Fui con cuidado hasta la habitación para ponerme la ropa interior. Vi la remera de Tomás sobre mi cama, la había dejado ahí antes de salir a correr. No di muchas vueltas y me la puse, para estar cómoda. En ese momento el entró a la habitación y me abrazó con tanta fuerza que pensé que iba a quebrarme.

–Perdón- Dijo con un hilo de voz y besó mi cabeza, igual a como lo hacía Ignacio.

Me mantuve unos segundos abrazada a su cintura mientras el jugaba con mi nuca, y me separé solo para besarlo.

–Descansa un rato- Me dijo cuando Sol abrió la puerta atolondradamente.

–Te va a hacer bien- Explicó y yo asentí, mirándolo.

Estaba raro, vio una situación no muy linda. Mi amiga se acercó a la habitación con el hielo envuelto en un repasador. Lo apoyé en el ojo y los miré, esperando que me dejaran sola.

Así hicieron y apenas salieron de la habitación, cerré la puerta para tirarme a la cama con el celular en la mano. No lo dude mucho y busqué su nombre en la agenda.

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cambios | c.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora