#O3.

9.3K 1.5K 1.2K
                                    

—Oooh... Definitivamente esto es malo.

Eijiro terminó de cargar al rubio hacía dentro de la cueva y suspiró con cansancio, mientras la pequeña lagartija se trepaba hasta su hombro y le entregaba la manzana que había conseguido. Frotándose contra su mejilla, el pequeño animal se mostró cariñoso y orgulloso por su logro. Eijiro sólo sabía preguntarse qué rayos haría ahora.

—Es malo, ¿sabes? Si estuvieras en tu edad adulta seguro lo habrías matado —explicó, mientras el pequeño animal ladeaba la cabeza y sacaba su lengua repetidas veces—. Ya sé que él te asustó, pero... Ugh, sólo no sé qué debemos hacer ahora. —Hizo una pausa, oyendo al silencioso reptil—. ¡Claro que no! Comerlo no es opción.

El pequeño híbrido de ojos carmesí no estaba seguro de cuanto tiempo llevaba en ese bosque, pero sabía que no podría haber sobrevivido de no ser por la pequeña amiga que hizo. Al parecer, alguien asesinó a sus huevos, por lo que cuando ella vio a Eijiro asustado y acurrucado en esa pequeña cueva, lo adoptó como si de su hijo se tratara, llevándole comida y protegiéndolo con su vida. Eijiro lo agradeció, claro, pues los dragones como ella eran de los considerados más fieles de su especie, por lo que le agarró cariño demasiado rápido, conversándole y contándole su plan maestro para ser el mejor híbrido de dragón del mundo.

Eijiro entrenó desde el día siguiente en que se perdió, tratando de convertirse en un dragón para empezar, abandonó esa idea cuando entendió que era imposible y prefirió aprender otras cosas que escuchó de Ashido y de su padre, como trepar árboles, cazar pescados o mejorar sus ataques. El pequeño, tan ingenuo y decidido, se prometió que volvería a casa sólo cuando hubiera conseguido sus alas, para dejar de avergonzar a su papá y para hacer feliz a su mamá.

Lamentablemente no había mejorado mucho en ese tiempo. Y claro que extrañaba a su mamá... Dormir en su regazo, surcar los cielos en su lomo. Extrañaba su precioso cantar como humana y lo acogedora que era como dragón... Él la extrañaba mucho. Pero su mamá sufría por su culpa, por ser débil... Por ser una vergüenza.

No podía regresar si eso significaba hacerle más daño.

—Ahora tenemos que pensar como regresar a Katsuki a su casa —Le explicó a la pequeña dragona. La cual le respondió, claro, aunque sólo él podía entenderla—. No... No sé dónde queda su casa tampoco.

—Ouch...

Ambos, Eijiro y la dragona se erizaron cuando escucharon un quejido provenir del chico. Eijiro le preguntó en un susurro a la otra por qué rayos su ataque había sido tan poco potente y la pequeña sólo se removía sin saberse explicar tampoco. Claro, era del tipo de dragones que necesitaba más de cinco años para mostrar un poco de su verdadero tamaño y sólo un año para tener crías, ¿qué podía esperar de una especie con una lógica tan absurda?

—Eso sí que apesta...

El rubio se terminó de despertar, sentándose con la ayuda de uno de sus brazos y llevando el otro a su cabeza, donde se había golpeado, según recordaba Eijiro. El pequeño de cabellos bicolor sólo se mantuvo quieto y resignado, mientras el chico terminaba de despabilar y abría su boca con sorpresa, señalándolo dramáticamente.

—¡Tú eres el hijo de la reina dragona! —gritó el rubio.

—¿Ni siquiera recuerdas mi nombre? —preguntó Eijiro, obviamente ofendido.

—¡Claro que no! ¡No recuerdo el nombre de débiles y cobardes como tú!

—¿Ah sí? —Eijiro presionó sus labios, ignorando sus ganas de llorar—. ¡Pues yo tampoco recuerdo el nombre de tontos feos y con cara de estreñidos como tú!

¡Casémonos mañana! | Bakugou Katsuki x Kirishima Eijiro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora