#O8. | Final

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Eijiro se arregló tanto como creyó conveniente, peinando sus cabellos pelirrojos con gel y parándolos en punta. Le gustaba ese estilo, y ya que sus papás le habían dado mucha más libertad, su cabello se veía bastante bien abandonando el clásico y aburrido peinado hacía abajo que tanto le hacía parecerse a su mamá. Y sí, su mamá era hermosa, pero él quería su toque masculino propio y su pelo definitivamente se veía viril hacía arriba.

Mirándose una última vez al espejo, arregló sus ropas y bajó corriendo hacía el vestíbulo. Ahí, su madre y su padre lo esperaban sentados en sus tronos y unas personas se hallaban justo frente a ellos.

El pelirrojo entendió que había hecho esperar mucho a los visitantes, por lo que se apresuró a llegar a su trono más pequeño entre sus dos padres y sentarse, disculpándose con los presentes. O eso intentó, pues poco o nada salió de su boca cuando se encontró con ese cabello despeinado que tanto reconocía y la mirada segura y varonil de Bakugou dirigiéndose a él.

Él observó a los padres del rubio a sus lados y luego a su madre, quien le guiñó un ojo emocionada y Eijiro sólo presionó sus labios, sonrojándose nuevamente. ¿Qué hacía Katsuki ahí? ¿Y por qué estaba arrodillado ante ellos? Dios, ¿por qué se veía tan bonito con sus ropas de todo un príncipe caballero?

—Lamentamos la demora de nuestro hijo —dijo su padre, aunque su tono era bastante suave y tranquilo—. No esperábamos su visita, familia Bakugou.

—Lamentamos también la imprudencia, familia Kirishima —respondió el padre del rubio—, queríamos acordar una reunión con tiempo de anticipación, pero nuestro hijo se negó a aguardar ni un día más.

—Es un idiota imprudente, es la verdad —dijo la madre de Katsuki.

Todos en la habitación rieron, mientras el rubio menor soltaba una especie de gruñido, aunque pronto volvió a su expresión seria y tan, tan viril. Desde el punto de vista de Eijiro, claro.

—¿Entonces? —preguntó la madre del pelirrojo—. ¿Qué deseas, príncipe Katsuki?

—Yo... —Katsuki bajó la mirada, aclarando su garganta—. Yo, el príncipe Katsuki, con la aprobación de mis padres y exigiendo la aprobación de tus padres. Aquí... Frente a ellos, frente a las autoridades máximas de nuestros reinos, te exijo a ti, Kirishima Eijiro, tu mano en matrimonio, porque no hay nadie con quien desee vivir mis días y guiar mi reino que no seas tú.

La habitación se quedó en silencio después de esa ¿pedida de mano? Pues en ningún momento Katsuki pidió absolutamente nada, sino que le exigió a sus padres y al mismo Eijiro que aprobaran el compromiso sí o sí. Pronto, las risas de la madre del pelirrojo se oyeron y la tensión en la habitación se suavizó, mientras Katsuki no apartaba su carmesí mirada de él y él sólo podía sentirse más y más avergonzado, con su corazón latiendo como loco.

—Una interesante exigencia —soltó el padre del híbrido.

—Al menos saben que este mocoso de mierda no aceptará un no por respuesta.

—Bueno, todo depende de Eijiro —señaló su padre—. Él es quien decide, es el futuro rey de este reino y sabrá qué hacer.

El pequeño miró a su padre y este le asintió en aprobación. Levantándose de su trono, el pelirrojo avanzó hasta colocarse frente al rubio y le murmuró avergonzado que se levante. Katsuki dejó de arrodillarse, mirándolo fijamente y mostrándole también el apenas visible sonrojo de sus mejillas.

—Es-Esto... Esto es vergonzoso...

—Estoy esperando que aceptes, tonto.

—¡Lo... ¡Lo sé...! ¡Sólo...! Uh...

—Sabía que eras lento, Eijiro, pero no pensé que tanto —Katsuki suspiró—, pero bueno, si no puedo convencerte con eso... Lo intentaré de nuevo con otra cosa.

—¿Qué?

—Iba a ser un regalo de compromiso, pero...

Katsuki se giró hacía uno de los sirvientes que estaban cerca, recogiendo algo que cubría con una franela negra. Eijiro lo siguió con la mirada atentamente, sin comprender de qué se trataba ni cuando el rubio estuvo nuevamente frente a él.

—Si con esto no me das el sí... Te lo sacaré en una batalla.

—¿Qué es?

El joven príncipe sacó la franela con cuidado y la dejó caer al suelo, enseñándole una pequeña urna con un huevo dentro. Eijiro observó el huevo y reconoció los colores y la forma, tratándose del huevo de un dragón pequeño, pero... Acaso era...

—Después de descansar un día entero, mis padres y yo volvimos a recoger los cuerpos de esos sujetos... Fui a enterrar a la dragona en la cueva donde nos escondimos todo ese tiempo y, cuando terminé... Me pareció ver algo brillar más adentro. Creo que quizás debimos haberla revisado mejor, porque... Justo ahí, encontré esto.

—¿Eso...? ¿Entonces ella...?

—Parece que uno de sus huevos sobrevivió... Y ella lo estaba cuidando mientras nos cuidaba a nosotros. Le pregunté a mis papás si sobreviviría porque ha estado mucho tiempo solo, pero... Ellos dijeron que sólo ustedes lo sabrían.

—Katsuki ha venido al reino desde entonces a preguntar la condición del huevo, cariño.

—¿Mamá? ¿Tú sabías...?

—Él me pidió no decírtelo, no quería darte falsas esperanzas.

—Construimos una urna especial que sirve como incubadora, pero no estamos seguros de si sea capaz de eclosionar o no...

—Yo creo que lo hará —dijo Katsuki rápidamente—. Pero no quiero ser... El único que crea. Quiero que cuidemos los dos de él... Juntos.

El pequeño príncipe dragón observó la incubadora y el huevo que descansaba dentro, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y una sonrisa feliz se formaba en sus labios. Katsuki se acercó hasta que las manos de Eijiro también tomaron la incubadora y, mientras el pelirrojo niño lloraba desconsoladamente, la habitación se llenaba de sus "sí" junto a los sollozos.

—Sí quiero... Sí quiero casarme contigo, Katsuki...

El rubio le regaló una sonrisa resignada ante el, ahora, adorable llanto de su prometido, mientras Eijiro lloraba y sus padres los observaban con tranquilas sonrisas. Ambos niños aún tenían que vivir varios años antes de estar seguros de querer casarse en su mayoría de edad, pero ahora sus madres tenían un muy buen presentimiento.

—¡Casémonos mañana!

—¿Eh? —Katsuki jadeó—. Es-Espera, aún no-

—¡Casémonos mañana, Katsuki!

Sus padres sonrieron al ver el sonrojo en las mejillas del rubio cuando Eijiro le dio un beso en la mejilla, mientras el pequeño huevo descansaba en su incubadora en medio del pecho de ambos chicos.

Nadie notó, ni siquiera Katsuki o Eijiro, el instante en que el huevo se removió ligeramente, regalándoles el mejor obsequio de todos: Esperanza de un muy, muy hermoso despertar.


FIN


+


¡Y con esto terminamos, personas hermosas!  En serio me siento muy feliz de que les haya gustado la historia, a mí me hacía mucho ilusión mostrársela a todos ustedes. Gracias por el amor, el cariño, los comentarios, los votos, por absolutamente todo. Se les quiere mucho y sigan cuidándose. x

¡Casémonos mañana! | Bakugou Katsuki x Kirishima Eijiro.Where stories live. Discover now