Capítulo 3

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-Tu madré me dijo que los ataques de ansiedad ya no son tan frecuentes ¿es cierto eso?-

Jean-Sí, hay ocasiones en las que ya no pasa duranten una semana-arrugué mi vestido con mis manos nerviosa.-

-Bien, ¿estas bien? Pronto es el día.-

Jean-Estoy bien. Es el día de la muerte de mis padres llevo cargando con eso desde los 6 años, ya no afecta tanto.-

-Jean...cada año te tienen que encerrar en tu habitación cuando llega ese día no creo que estés bien.-

Jean-Entonces dejare que me encierren cada año. Como dicen uno siempre donde fue feliz.-

-¿La muerte de tus padres fue feliz para ti?-

-No-sonreí con sarcasmo.-Pero ellos me hacían feliz por eso voy hacía ellos.-

La doctora se me quedo mirando con un rostro de tristeza. Jamás la había visto bien a la cara era atractiva, sus ojos marrones, su cabello corto pelirrojo, sus labios rojo intenso y un maquillaje ligero. Era linda.

Jean-Bien...si es todo tengo una fiesta y me esperan.-

Me levante de la silla y salí de la habitación. Desde la mañana me siento extraña como si alguien estuviera viéndome pero no había nada.

-Jean-la voz de mi madré me hizo salir de mis pensamientos.-

Jean-Mamá-hice una reverencia.-

-Necesito tu ayuda-la mire con una sonrisa fingida.-Tu padre olvido mandar a alguien por el pastel y la fiesta esta por comenzar.-

Jean-Quieres que vaya por el pastel al pueblo.-

-Sí. Alguien ira a recogerte solo tienes que esperar en el local ¿entendido?-asentí-Con mucho cuidado.-

Seguí mi camino hasta llegar a la puerta de entrada del reino y caminar hacia el pueblo, no estaba muy lejos por lo tanto no era agotador caminar. La gente de nuestro pueblo ya se encontraba dormida o no había nadie en la calle me molesta que ellos no puedan asistir a la fiesta es irrespetuoso.

Llegué al local del pastel donde el dueño esperaba y minutos después me lo dió con una amabilidad que parecía fingida. El pastel era bastante grande y tenía que esperar a que llegara un auto por mi.

Un perro paso por la calle corriendo pero solo lo ignore hasta que dos pequeños pasaron de nuevo corriendo.

-Disculpe ¿vió a un perro pasar por aquí?-se voz era entrecortada.-

Jean-Sí se fue para allá-señale el lugar a donde fue él perro.-

-Gracias princesa-los dos niños siguieron su rumbo y yo los seguí con la mirada.-

Ese camino me era conocido...ese camino llevaba al "bosque seco". Apreté el carrito donde estaba el pastel con fuerza y preocupación no puedo dejar que vayan a ese lugar.

Jean-Disculpe ¿puede cuidar el pastel mientras vuelvo?-mi pregunta fue dirigida al dueño del local el cual asintió.-

Tome mi vestido para correr más rápido y tratar de alcanzar a los dos pequeños. Un llanto de comenzó a escuchar y ahora es cuando me arrepiento de haber venido y más siendo de noche.

Seguí mi camino y pronto divise a los dos pequeños frente al bosque llorando.

Jean-¿Están bien?-llegué hasta ambos y los abrace.-

-Esta a-adentro.-

Jean-¿Él perro esta adentro?-asintió-Demonios.-

-No podemos entrar n-no-.

Mi mente estaba en blanco no sabía que hacer mucho menos como reaccionar. Había dos opciones: dejar al perro o entrar al bósque a recuperarlo.

Jean-Bien hagamos esto. Se quedaran aquí y no se moverán ¿entendido? Iré por su perro-ambos niños me miraron asustados pero no dijieron nada.-

Mire aquel lugar y poco a poco camine hacía el con mucho terror. Todo comenzaba a tornarse oscuro y se sentía un aura pesada pero no podía dar marcha atrás.

Las ramas estaban secas al igual que las hojas pero era otoño así que tal vez era normal aquí también. Un ladrido me puso alerta, al menos el perro seguía vivo. Camine hacia aquel ladrido que no se escuchaba lejos.

Extañamente él perro estaba frente mío minutos después de haberlo escuchado. Llegué hasta él y lo cargué en brazos, era un pitbull no muy grande. Este seguía ladrando como si algo estuviera detrás nuestra y tal vez si había algo.

Un gruñido se escucho pero yo no voltee por ningún motivo, estaba temblando pero seguí caminando a pesar de los ladridos. Se escuchaban pisadas a mis espaldas eran lentas y pesadas, comencé a caminar más rápido y de pronto él perro chilló y en ese momento decidí correr.

Tome al pitbull con fuerza y corrí con todas mis fuerzas hasta la salida del lugar, sentía un ataque de pánico pero trate de tranquilizarme. La salida se veía a lo lejos y justo detrás de mi se escucho otro chillidó pero este aún más fuerte y de pronto una corriente de tranquilidad me invadió llegando hasta la salida.

Donde los dos niños ya no estaban.

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