6. - Me cago en todo lo cagable

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Apenas Alba abrió los ojos aquella mañana, impactó de nuevo en su mente el último pensamiento que había tenido justo antes de dormirse la noche anterior.

Esto no puede volver a pasar.

Natalia y ella se habían tumbado en el césped tras la cena, recordaba haberla llevado hasta allí buscando rebajar la tensión que convivía con ellas desde el enfado que tuvieron. Le apeteció tumbarse un rato junto a ella y disfrutar de las estrellas acompañada por la incipiente conversación que empezaban a tener tras los minutos de silencios. Sin embargo, Alba tardó poco en darse cuenta de que quizá aquello no había sido una buena idea.

A medida que Natalia vaciaba su copa de vino sus palabras eran cada vez más sinceras y descaradas. La tirantez y la timidez que le provocaban el nerviosismo habían pasado poco a poco a un segundo plano, trayendo ante ella a una chica completamente distinta, tan segura de sí misma que conseguía que sus palabras, demasiado atrevidas, calaran a través de su piel.

Le pareció enternecedor que confesase haberse sentido vulnerable, aunque un asomo de culpabilidad ensombreció aquel sentimiento de ternura, se había quedado anclada en su forma de mirarla, recordando que justo minutos antes le había dicho que estaba allí porque le gustaba estar con ella.

Natalia le gustaba, le caía realmente bien. Le parecía increíble que llevase tan solo cuatro días conociéndola y que ya le hubiese mostrado más cosas de ella que a gente a la que conocía desde hacía años.

Tan poco le pareció tan raro. Cuando conoció a Noemí le cayó bien casi desde el primer saludo. Luego, con el trascurso de los días, conectaron de una forma que iba más allá de la simple relación profesora alumna que tenían. Conectaron en lo personal, en la forma de ver muchas cosas, en el gusto por la fotografía y el arte en general. No era pues de extrañar que alguien que vivía y había sido criada por una de sus mejores amigas sería un pequeño clon encantador de ella.

Sin embargo tampoco era así.

Natalia y Noe compartían muchas cosas que las podían identificar rápidamente como madre e hija. El carácter, conocía el genio de Noemí y verla discutiendo con Natalia los primeros días era como ver a la misma persona ante un espejo. El poso cultural que envolvía a ambas cuando hablaban acerca de distintas cosas, ciertos gestos que repetían una y la otra y que eran prácticamente iguales. Pero en Natalia también había encontrado a una persona maravillosa de una forma totalmente novedosa, genuina en sus comentarios y su forma de comportarse, y en esos gestos no reconocía a Noemí, así que llegó a la conclusión de que Natalia había conseguido que se sintiese tan a gusto con ella por sí misma, no por el afecto que le generase su madre.

Nada más bajar las escaleras de la casa escucho a Noemí hablando con su hija. Estaban desayunando en la cocina. Todo había sido demasiado extraño la noche anterior y los recuerdos aún viajaban agitados por su cabeza.

Cuando Alba había dado por concluida su nefasta clase de astronomía, se excusó en el cansancio que las clases de natación habían provocado en ella para retirarse a su habitación. Natalia, insistió en acompañarla a pesar de sus reticencias.

- ¿Ves? Ya estoy aquí. Exactamente a unos cien metros de dónde estábamos, no era necesario que me acompañases – Alba seguía hablándole con aquel ronroneo dulzón que no podía evitar y a Natalia se le ponían los bellos de punta solo escucharla.

- Ya, pero es que soy una buena anfitriona. Te hago la cena, me aseguro de que encuentras tu dormitorio...

La chispa que Alba encontró en las palabras y los ojos con que Natalia la miraba aquella noche, no los había visto antes en ella, y aquello empezaba a crearle una curiosidad que conseguía perturbar su aparente calma.

Lazos emocionalesWhere stories live. Discover now