22. - Inseguridad.

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El viernes lo pasaron prácticamente encerradas en una sala de reuniones. La empresa les cedió un lugar donde poder trabajar y tener acceso de primera mano a mucha de la información que habían recopilado de la compañía que querían captar. Tendencias, ideología, objetivo de mercado, todo cuanto pudiese ayudar a la hora de crear un perfil sobre el que trabajar a la hora de ofrecerles lo que ellos querían oír.

Cuando llevaban allí un par de horas trabajando, se produjo un nuevo encuentro con Mikel Lacunza. Él apenas intervino, se limitó a escuchar las impresiones que había percibido Alba en los distintos puntos que habían tratado en aquella reunión, que había servido de toma de contacto. Mikel lo escuchó todo, lo analizó pormenorizadamente, pero no hizo ni un solo comentario al respecto sobre qué le parecía el trabajo que estaba desarrollando. Alba se sentía un poco perdida en cuanto a eso.

Por supuesto aquel encuentro volvió a los cauces del primero y se alejó diametralmente del tipo de relación más cercana que habían tenido la noche anterior, durante la cena. Mikel Lacunza no era la típica persona que se mostraba cordial en el trabajo si ya habías tenido un trato previo con él, no. Mikel Lacunza se subía a un púlpito mientras trabajaba y hacía sentir a todos que les miraba desde arriba, inalcanzable.

La relación con su hija volvió a la frialdad del primer día, aunque Alba pensaba que la cercanía que compartían cuando estaban lejos de la oficina tampoco era muy habitual entre un padre y una hija, realmente él la trataba como una "colega", como si compartieran el mismo rol o la misma edad, cuando no era más que su padre, papel que sólo parecía adquirir cuando quería recriminarle algo. Volvió a dirigirse tan sólo a Alba, dejando a su hija como mera observadora, ni siquiera se molestó en preguntar si tenía algo que aportar, si lo había desde luego Natalia no lo hizo.

Una vez Mikel recogió sus impresiones, se excusó con ellas y quedaron en verse para la reunión definitiva del sábado.

Después de pasar el día trabajando, volvieron al hotel con ilusión, habían hecho planes para salir a cenar juntas. Cuando hizo la maleta no sabía si tendría ocasión, pero por si se daba, Alba había echado un vestido que sin ninguna duda usaría para salir con ella aquella noche.

Natalia se maquillaba nerviosa, en realidad era la primera vez que iban a salir una noche juntas, solas, como si fuesen una pareja de verdad, que lo eran, pero a veces no disfrutar ese tipo de cosas hacían que no lo parecieran. La esperó en el pequeño salón que tenía aquella suite y cuando la vio aparecer se quedó boquiabierta. Se trataba de un vestido de tirantes con brillo en tonos dorados, no demasiado exagerado, el corte era sencillo, se ajustaba a su cuerpo hasta la cintura y luego caía acorde a sus piernas hacia abajo, hasta la altura de los tobillos, suelto pero insinuando su silueta al caminar, pegándose a sus muslos pero con una abertura lateral hasta algo más allá de las rodillas que le proporcionaba libertad de movimientos. Mirarla desde atrás debía ser pecado. Aquel vestido mostraba a la perfección la silueta sinuosa de su maravilloso trasero.

El culo de Alba Reche, una de las maravillas de la Humanidad.

Alba le estaba explicando el restaurante al que irían, había reservado aquella mañana y con suerte no hubo problemas para ubicarlas al tratarse de una mesa para dos, pero Natalia era incapaz de escucharla, se pasó segundos que por poco no sumaban minutos mirándola de arriba abajo mientras notaba como se hacía agua por dentro.

- Estás impresionante Alba - pudo verbalizar al fin.

La miró sonriente, ni siquiera se había dado cuenta de cómo la miraba hasta que alzó sus ojos hasta ella al escucharla hablar.

- Tú también, estás muy guapa.

Pero Natalia no terminaba de salir de la fascinación que le provocaba aquella chica, no hubiera podido contestar en ese momento si disfrutaría más tocándola conforme la descubre o disfrutándola con la mirada.

Lazos emocionalesWhere stories live. Discover now