4.

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Jake llevó a la Irlandesa y a Madison hacía el pozo. El camino fue silencioso, nadie se atrevió a decir palabra y el mayor de los Otto parecía bastante frustrado por las decisiones incoherentes que su hermano estaba tomando en su ausencia. 

Gracias a Dios, él ya estaba allí y pronto todos abandonarían aquella base para largarse al rancho. No sabía que planes tenía Troy para sus violentas acompañantes, pero estaba seguro de que gente como aquella serviría de maravilla para su hogar.

Su hermano menor se aproximó hacia él, aún con su ojo herido, sosteniendo una sonrisa que a Jake le pareció indescifrable.

- ¿Qué le pasó a tu mano?

El ojiazul señaló a la pelirroja con la cabeza, quien caminaba detrás de Madison, sin pensar en separarse de ella ni por un solo segundo.

- Con un maldito pedazo de vidrio.- se permitió reír, su dolor ya casi era nulo comparado a la desesperación de no saber si el llamado Travis seguía con vida. Si había muerto, tendrían que necesitar un milagro para calmar a aquella familia y salir en una pieza.

Pronto, el pozo se divisó frente a ellos, mientras ya podían escuchar los gritos de ira incontenida del que se hacía llamar Travis. Jake se permitió volver a respirar del alivio, el maorí estaba repleto de sangre seca, su ropa estaba hecha jirones y más de diez muertos lo rodeaban como si fuera una maldita arena de gladiadores, pero se encontraba en una sola pieza y vivo aún.

- ¡Sáquenlo, sáquenlo de una vez!- ordenó él, mientras su hermano menor permanecía tieso detrás de él como un niño asustado. 

Troy tenía miedo de como podrían reaccionar las mujeres o el mismo Travis en cuanto lo tuvieran cerca y cayeran en la cuenta de que había sido todo su culpa, de que su captor y agresor se encontraba presente, viendo con suma inocencia como sacaban al maorí de la trampa en donde él lo había puesto.

- ¡Travis!

- ¡Maddie!- gritó con la última gota de aire que le quedaba, se encontraba exhausto y bañado en sudor. Estaba realmente agotado, como si aquellos monstruos hubieran estado jugando con él desde la pasada noche.- Ellie, ¿no te hicieron daño?

- La saque barata esta vez, Trav.

- Ven aquí, tomate de mi.- le ordenó Madison a su esposo, y con la fuerza de ambas mujeres, lograron al fin sacarlo de aquel infierno.

El moreno se puso de pie reincorporado, nuevamente en la civilización y rodeado de soldados que desearía poder estrangular con sus propias manos, más sin embargo, no abrazó a sus acompañantes mujeres, sino que se lanzó de lleno contra el menor de los Otto. Lo había tratado como a un maldito perro, se lo había dado de comer a los muertos y habían intentado experimentar con él, matándolo lentamente para tomarle el tiempo.

- ¡Para, para ya!- gritó Troy, intentando quitarse al hombre de encima.

- ¿Quieres aprender algo? ¿Te gusta la ciencia?- el moreno escupió en su pecho, Elizabeth hubiera querido tener el gusto de hacerlo ella misma.- ¡Te enseñare algo, pedazo de mierda! Ha intentado matarnos, mató a todos los extranjeros.

La mandíbula de la pelirroja se tensó, abatida. Después de haber creído que el maldito era una buena persona y solo estaba tomando precauciones para que no hirieran a los suyos, después de aceptar su comida asquerosa y todas las ofrendas que podría haber gastado en los extranjeros en lugar de en ella, todo era una farsa coraza de buena persona.

Las personas, para no sorpresa de Elizabeth, siempre terminaban siendo monstruos. Los monstruos no siempre son grandes, no siempre su apariencia te da miedo. Hay monstruos pequeños, monstruos que en su exterior son iguales a ti.

[Como decir hasta luego] •Troy Otto•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora