5.

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El atardecer era precioso, y luego de tanta oscuridad, se merecían un descanso. 

El hotel nunca había sido del agrado de Elizabeth, pero Madison estaba tan convencida de que podrían construir algo allí que simplemente lo llamó confianza ciega y aceptó. En la carretera, luego de que todo se fuera a la basura y tuvieran que huir, también se sintió a salvo por un momento antes de llegar a la base, ya que aunque estuvieran ahí afuera corriendo peligro, sabía que estaba segura por el simple hecho de que estaba acompañada. 

Aquel atardecer, con Madison a lo lejos discutiendo con el mayor de los Otto, quien insistía en que fueran con ellos, la ojimiel se recostó en el suelo, dejando que el sol le calentara el rostro y creara más pecas en el mismo, si es que eso era posible. Solían burlarla por su aspecto en cuanto llegó a los Estados Unidos, y la pelirroja había terminado odiando a su padre por obligarlos a mudarse, pero Alicia Clark cambió aquello cuando se hicieron amigas y la defendió de todo aquel que intentara lastimarla.

- ¡Elizabeth!- Madison le gritó, desaforada.- ¡Elizabeth, tienes que salir de ahí!

¿Seguía regañándola por estar mucho tiempo al sol? ¿En serio Madison estaba regañándola como lo hacía cuando era pequeña y no podía evitar tratarla como si fuera su hija? Tenía que superar en algún momento que ya no tenía diez años.

- Solo es un segundo, hace frío.- le contestó con ambos ojos cerrados y sus brazos detrás del cuello acolchando su cabeza. Sería una lástima levantarse de allí estando tan cómoda, con la acera absorbiendo el calor del sol y sus extremidades entumecidas de la tranquilidad repentina de no tener que huir por un momento.

- ¡Muertos, levántate de ahí!- ahora era Jake quien le gritó, y esta vez, eligió creer.

En cuanto abrió los ojos, uno de los no muertos de los que habían querido advertirle había llegado lo suficientemente cerca y la miraba desde lo alto, con expresión de gutural hambruna de la que sería presa si no se largaba de ahí. ¿Cómo podía de pronto haber no muertos en la base?

A la pelirroja se le fue el aliento, arrastrándose a rastras por el piso sin poder ponerse de pie, trastabillando con sus cordones, tropezándose con sus propias botas. El no muerto se arrojó sobre ella, ya lo tenía encima. Elizabeth tomó de los hombros a la criatura con ambas manos intentando alejarla de su cuello, mientras esta tronaba sus dientes intentando morderla desde el aire.

- ¡Elizabeth!- Madison atravesó, presa de una velocidad descomunal, el pequeño aparcamiento de la base, intentando llegar a tiempo para salvar a la muchacha en peligro.

La ojimiel gimió por el esfuerzo, la criatura era mucho más fuerte que ella y no estaba segura de poder resistir por más tiempo. El sudor ya le corría por la frente pero no se dejaría ganar, no moriría por haber estado disfrutando un poco de sol en una base del infierno. 

La Irlandesa juntó las pocas fuerzas que le quedaban y logró arrojar al podrido a su lado, pudiendo ponerse de pie mientras se tambaleaba del esfuerzo. La criatura, sin embargo, no se dio por vencida tan pronto, así que la joven acabo por fin con su vida dándole un buen pisotón en la cabeza. Sus botas tampoco habían sobrevivido al ataque sorpresa, ya que ahora estaban cubiertas de sesos que emanarían un asqueroso hedor con el calor del sol.

Madison llegó a sus brazos en cuanto todo hubo terminado, abrazándola con fuerza mientras la alejaba del lugar a rastras. Elizabeth aún no podía creerlo, ¿de donde habían salido todos esos muertos? ¿Eran a caso los cientos de miles de extranjeros con los que Troy Otto había experimentado?

Las dos, sangrantes y con los ojos desorbitados, comenzaron a tomar sus cosas, indicándoles a los demás que era tiempo de irse. La irlandesa se aferró a su bolso, asegurándolo en su hombro mientras volvía a tomar el rifle con mirilla que Madison le había terminado obsequiando.

[Como decir hasta luego] •Troy Otto•Where stories live. Discover now