El Theatron

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Un efusivo Érebo se retira cual amargo viento del salon del trono.

-¿Dee..qué...de qué hablaba Érebo?- dice Afrodita.

Un desdichado Ares la mira, y con ojos llorosos le responde:

-Tuve que casarme con Perséfone para poder salir del Olympus Mons; pero lo hice por ti, porque te amo Afrodita- toma la mano de ella y derrama sus lágrimas cual agüacero triste y desconsolado.

Mas Afrodita en su corazón, se siente destrozada, burlada, traicionada. Pero qué podía hacer si aquello habia sucedido por su causa.

-¿Por qué no te liberaste?

-No tuve elección, pero solo tú puedes liberarme.

-¿Cómo?

-Luchando con ella en un duelo a muerte. Solo así, me liberarás; por eso debes entrenar.

Afrodita deseaba con todas sus fuerzas liberar a su amado de unas cadenas a la cual ella había atado. Tomó su espada y salió decidida a ser la mejor de las guerreras.

Caminó, paso a paso rumbo al Theatron y no demoró mucho en encontrarse con su primer oponente.

Caminó, paso a paso rumbo al Theatron y no demoró mucho en encontrarse con su primer oponente

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-¿Piensas entrar al entrenamiento?-le dijo uno de los dioses color de ojos miel.

-Sí, pienso aprender a controlar un elemento.

-Para eso debes tener el don y tú aún no controlas ni uno.

-Pronto lo haré.

-¡Afrodita!- la voz de Atenea se escucha a sus espaldas- Bienvenida, yo te llevaré a la proedria, estarás allí mientras aún no conserves un elemento.

Sentada en las gradas, la bella dama mira esto y aquello, sus ojos no pueden acaparar todas las maravillas que los dioses hacían con el fuego, con el viento y con la tierra. Qué maravilla, pensaba, poder iluminar sus manos de fuego o expulsar las hojas con el viento.

Sin darse cuenta, se levantó y dando pasos se dejó llevar por el espectáculo que se elevaba ante sus ojos. De pronto, una tormenta de fuego la envolvió. Y en su afan de protegerse alzó sus manos apagando el fuego..

-¿Cómo lo hiciste? ¡Apagaste mi fuego!- reclamó el enojado dios de ojos color miel

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-¿Cómo lo hiciste? ¡Apagaste mi fuego!- reclamó el enojado dios de ojos color miel.

-Controlo el viento- afirmó una orgullosa y emocionada Afrodita.

-Si, claro, era evidente que ibas a tener el don de manejar el elemento más debil.

-Aún así apagué tu fuego.

Qué emocion, qué alegria, el corazón de Afrodita desbordaba y no temía demostrar con sutileza la danza de sus manos al compas de los remolinos de viento.

Pero de pronto, su felicidad fue interrumpida por el levitar de las rocas.

Pero de pronto, su felicidad fue interrumpida por el levitar de las rocas

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-¿Levanté las rocas con el viento?- pensó. Mas las rocas permanecían firmes solo movidas a la par de sus dedos.

-¡Oh Dios! ¡Controlo la tierra!

Todo el Theatron estaba sorprendido por tal hazaña. Cada uno de ellos pertenecía a solo un elemento, mas Afrodita parecia no tener barreras para esto. Excepto tal vez, el agua. Este ultimo elemento solo era alcanzado por unos contados dioses, Poseidón.

-Bien, Afrodita, tal vez hayas controlado el viento y la tierra pero no pudiste obtener el fuego, hasta el momento soy el único.

Afrodita extendió su dedo índice y se concentró. El inmutado Dios temía lo que iba a suceder y sucedió.

 El inmutado Dios temía lo que iba a suceder y sucedió

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-¡Qué?!

-Asi es, ya no eres el único que controla el fuego, amigo- una Afrodita sarcástica demostró, como por arte de magia, el fuego arder en sus manos.

Atenea, quien estaba observando desde una esquina, se acerca a Afrodita.

-Solo te falta el agua, pero para ello necesitas pasar una prueba muy fuerte.

-Dime cuál.

-Inundación.

Ares & Afrodita: Nacimiento ÓrficoOnde histórias criam vida. Descubra agora