Jueves 22 de marzo del 2018

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Jueves 22 de marzo del 2018

Bajo el cielo pintado de rojo, un sol anaranjado sin su corona y nubes vagabundas. Una bella muchacha está sentada en uno de los tantos asientos del centro histórico de Trujillo. Vestida con una blusa blanca, un short negro y zapatillas azules. La jovencita pensativa mirada a todos los lados, en busca de la persona que la citó ese día. Mientras movía rápidamente la pierna derecha. Su ansiedad y desesperación aumentaban. Ya que sabía, muy en su interior, que posiblemente hoy. Seria el ultimo día que lograría verlo.

Mientras los minutos avanzaban, su preocupación también. No verlo llegar por ninguna de las esquinas le parecía raro. Más raro aún, porque el jamás era de llegar tarde. Pero hoy, ya va más de media hora que se ha pasado. Cerca del llanto y de irse del lugar. El susodicho aparece un poco agitado, con sudor en la frente. Signo que había corrido para llegar lo más antes posible al lugar donde ambos acordaron. A la muchacha, sin importarle lo sudado que esta, salta dándole un fuerte abrazo. Y besándolo casi con desesperación. Acción rauda, ya que su pareja le llevaba casi quince centímetros de diferencia.

Tras la acción de ella, él toma su mano. Y ambos comienzan a caminar entre risas, palabras besos, abrazos, juegos y bromas. Pero, entre conversaciones siempre había silencios que los ayudaban a no hablar de un tema muy delicado para ambos. Tema que, en más de una ocasión, logro hacer llorar a la dulce chica que siempre mostraba una sonrisa por más triste que estuviera. Pero, el tiempo avanza y sus pasos se hacían cada vez más lentos.

– Sabes – la joven tomo fuertemente el brazo de su acompañante – Me alegra tanto estar así contigo. Más hoy que pensé que no llegarías –

- Jajajaja, como vas a pensar eso pequeña – hablo el muchacho con una sonrisa poco creíble

- Pensé que no llegarías, que me dejarías un mensaje diciéndome que bueno... – no pudo terminar la frase por un pequeño sollozo casi imperceptible

- No digas eso –

- Pero el que estés aquí, significa que... –

Sus palabras fueron interrumpidas, por un beso que ni ella misma esperaba. Un beso que solo puedo aceptar.

– Lo siento mucho. Pero... –

Las palabras que continuaron de la boca del muchacho, destruyeron todo lo que el beso le había transmitido. Seguridad, calma y amor. Fueron masacrados. Sustituyéndolas por miedo, temor y tristeza.

El escuchar cada frase, provoco que su miedo de tres meses atrás volviera a atormentarla. Ella era consiente que este día llegaría, pero jamás pensó que seria tan repentino.

Entre sollozos y golpes al torso de su amado. La joven le reclamaba casi sin descanso por qué tan repentino suceso, si todo se había programado casi para finales de año. Y recién este estaba empezando.

Sus lágrimas aumentaron al punto de marcar su rostro en la polera roja que vestía el alto joven. Este por su lado no podía hacer nada para calmarla, solo trataba de pedir perdón ante un problema del que ni él era responsable. Y, ya cuando la luna se divisada en el horizonte y el cielo paso a un azul oscuro. La triste muchacha calmo su llanto y miro a su amado.

– No te vayas – lo abrazo – Por favor, no me dejes sola. Eres la única persona en quien puedo confiar, eres el único que me hace sentir segura, feliz y sobre todo amada. Por favor no me dejes aquí sola. Te lo ruego. Si te vas ¿Quién me escuchara en las noches cuando este triste? O ¿Quién me esperara en la línea telefónica hasta que haya conciliado el sueño? ¿Quién? ¡Maldita sea! ¡¿Dime quien hará todo eso?! ¡Dime! Por favor, dime – las lágrimas nuevamente brotaron de su rostro

– Lo siento – dijo el muchacho con la impotencia de no saber que hacer – Sabes que esto sale de mis manos, sabes que si fuera por mí me quedaría aquí contigo. Pero no puedo. Así que lo siento -

–¡Mentiroso! – reprocho ella. Quien sabía claramente que él podía quedarse.

Le habían dado la oportunidad de hacerlo, de alquilar un cuarto y vivir tranquilo en la ciudad que lo acogió desde su nacimiento. Pero él la rechazo. Por razones que jamás se atrevió a contarle.

– Si te vas – se separa del lecho del muchacho – Juro que no volverás a saber nada mí, juro que ya no volverás a escuchar sobre mí. Borrare mi cuenta y me creare otra que ni tú, ni nuestros conocidos en común conocerán – se secó las lágrimas.

Él, estupefacto. No supo que decirle. Solo expresaba una mirada de desconcierto y pena. Una mirada que gritaba, por favor no lo hagas. Pero, el sabía que su enamorada era muy obstinada. Y no se retractaba de lo que decía.

Luego de unos largos minutos de silencio, el tono de llamada de un celular. Interrumpe los pensamientos de ambos.

– Ya me tengo que ir – dice el joven levemente con la mirada hacia el suelo – De verdad lo siento –

Al percatarse que su amada aun estaba pensativa. Se acerca a ella y le da un beso que es correspondido. Un beso que transformo el parque donde estaban. Un beso que logro hacer que desaparezcan de la realidad. Un beso que sabían que era el último. Y por esa razón, ni se inmutaron a respirar.

Pasado suficiente tiempo. El muchacho de ojos azules se despidió con un te amo. Y un beso en la frente. Mientras que, la chica de grandes ojos. Guardo silencio unos segundos. Para luego también decirle lo mismo. Lo cual fue suficiente para que él, se retire del parque y de la vida de la joven mujer.

Tras la pantallaOnde histórias criam vida. Descubra agora