Takeru

118 7 0
                                    

«Lo sabía. He quedado como idiota.»

—Me refiero... Me refiero a que él lo mandó por mí, no que haya sido él quien quería verte —explicó hablando de forma atropellada y comenzando a tomar un color rojo intenso en todo el rostro. Sintió la sangre subir hacia esa zona y se avergonzó más, si acaso era eso posible.

»Es que yo... Yo no me animaba a escribirte, K... Hikari.

¿Qué pasaría por la mente de la castaña en ese momento? ¿Que era un cobarde? ¿Se imaginaría la razón por la que Yamato se había tomado el atrevimiento de concretar ese encuentro? No. No podía saberlo, como mucho, quizás lo intuía.

»Quiero decir... como de seguro estás ocupada con lo del instituto, no quería interrumpirte ni mucho menos ser una molestia. Espero... espero que no estés enfadada, Hikari. El tonto de Yamato pensó que...—¿que qué? ¿Qué necesitaba ayuda desesperada y urgentemente? Takeru no se consideraba en ese nivel de problemas... No todavía, al menos.

—No importa, Takeru. Ya entendí —por el tono de voz, le dio la impresión de que parecía decepcionada. Alzó la vista esperando hallar restos de aquel sentimiento en el rostro de la castaña, sin embargo, se topó con una ligera sonrisa —. Bueno, ya que ambos vinimos... ¿Me acompañas a hacer unas compras?

Aquella opción parecía ser la única vía de escape no vergonzosa para el rubio, de modo que aceptó. Además, se sentía agradecido de que su amiga no se hubiera ofendido, y en cambio, hasta lo hubiese invitado a formar parte de su día, aunque no de la manera en que había imaginado.

Fueron caminando hasta el centro comercial, de donde Yagami salió con tres bolsas grandes repletas de ropa para casi toda la familia y algunas prendas que harían de disfraces para sus compañeros digitales. Incluso insistió a Takeru para que se comprara un nuevo abrigo: lo que menos deseaba era que cayera enfermo por haber pasado tanto tiempo en la intemperie con aquellas temperaturas tan bajas. Finalmente él accedió para que la chica no se sintiera tan culpable.

Después de eso, la acompañó hasta el mercado, que abandonaron con otras cuatro bolsas llenas con las que Takeru tuvo que hacer malabares para poder llevar sin que le obstruyeran la visión. Casi sin darse cuenta, habían transcurrido ya tres horas desde que se habían encontrado en la plaza y comenzaba a anochecer, por lo que le propuso a Hikari regresar a la casa tanto si había acabado con las compras como si no, puesto que a ninguno de los dos le cabían más cosas en las manos.

—Si sigues comprando deberás conseguirte una maleta del mismo tamaño que las que trae Mimi cuando se queda una semana en Japón —bromeó.

—No exageres, tampoco es que he comprado tantas cosas —se defendió.

—Bueno, bueno. Como de la mitad de esas, entonces.

Hikari se dedicó a mirarlo con fingida ofensa, y regresaron al departamento de los Yagami a pie.

1 de Enero | 2ª edición (#DW2020)Where stories live. Discover now