Kari

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Hikari no recordaba haber ido a su habitación ni haber despedido a T-K la noche anterior, por lo que había tres opciones:

1- Sus padres los habían encontrado dormidos en el sofá. Aunque era poco probable porque hubiesen puesto el grito en el cielo, o mínimo conversado con ella en la mañana.

2- Taichi lo había despachado al llegar y llevado a ella a su habitación, lo cual le parecía vergonzoso, sobre todo porque unos pocos días antes había negado tener cualquier tipo de relación romántica con Takaishi.

3- Él mismo se había retirado del departamento sin ser visto por ningún miembro de su familia.

La castaña rogaba internamente que las cosas se hubiesen dado como la tercera posibilidad.

Unos días después, comenzaron las clases, pero como ya no iba al mismo salón que Takeru y los horarios de los clubes no permitían que volvieran a menudo juntos, no tuvo oportunidad de preguntarle esa semana qué había ocurrido. Pero de haber sido alguna de las dos situaciones que consideraba más peligrosas, sin dudas él hubiera sido el primero en contarle. Y como eso no había ocurrido, se relajó y no tocó el tema.



Continuaban reuniéndose con el resto de los niños elegidos como de costumbre, solo que de manera muy esporádica debido a las ocupaciones de cada uno. Definitivamente, crecer no era lo mejor del mundo como piensa uno cuando es pequeño.

En aquellas reuniones, Hikari varias veces notó que Mimi se los quedaba mirando con una expresión extraña en el rostro, como si intentara adivinarles los pensamientos o como si estuviera buscando algo que solo ella entendía.



Como cada primero de Agosto, Hikari llegó al sitio acordado por sus amigos unos minutos antes del horario indicado para conmemorar el aniversario del primer viaje al Digimundo. Pero no había nadie aun. Taichi había anunciado ese mismo día que llegaría tarde por su entrenamiento de fútbol, Yamato que tenía ensayo con su banda pero trataría de llegar a horario, y Joe intentaría hacerse un hueco en su apretada agenda universitaria. Pero ni Sora, ni Mimi ni Koshiro habían dicho que llegarían más tarde.

—Vaya, parece que hemos llegado temprano —oyó que dijo una voz masculina detrás suyo. Cuando Hikari volteó, se encontró a su mejor amigo acompañado por su digimon, Patamon.

—Sí, así parece —. Se corrió un poco en el banco para dejarles lugar, y Gatomon asomó la cabeza del bolso de la castaña, feliz de que su compañero y mejor amigo al fin hubiese llegado. Ambas criaturas se alejaron de los humanos para jugar semiocultos de los demás terrestres mientras aguardaban a los otros doce.

Takeru se sentó a su derecha, sonriente y desprendiendo un resplandor y una calidez muy propios de él que Kari sentía que le llenaban el alma. Le sonrió por acto reflejo.

Los minutos pasaban lentos y al principio, en silencio. Suponían que en cualquier momento el resto de sus amigos llegaría.

—Voy a llamar a Mimi —anunció Hikari cuando un cuarto de hora transcurrió sin señales de vida de ninguno. Tomó el celular de su bolso y marcó el número de su extravagante amiga.

—Entonces yo llamaré a Sora —dijo Takeru, haciendo lo mismo con su propio teléfono.

Pero ninguno de los dos pudo comunicarse.


—Toma. Te compré tu favorito —. Takaishi reapareció de pronto en el parque con dos grandes helados en las manos.

Hikari se lo quedó mirando, sorprendida porque no se había dado cuenta que el chico se había marchado mientras ella intentaba hacer contacto con los elegidos. Su hermano le había respondido que ya estaba en camino, que se había encontrado con Yamato mientras se dirigía al parque y que llegarían dentro de poco.

—Qué detalle, Takeru. No me lo esperaba —aunque lo agradecía, ya que la temperatura estaba llegando a los treinta grados centígrados.

—No es nada —le sonrió ampliamente mientras volvía a tomar asiento a su lado —. Supuse que tendríamos un largo rato de espera.

Y así fue. Ya había transcurrido media hora desde el horario pactado cuando comenzaron a comer los helados. Mientras tanto, estuvieron hablando del futuro: sus deseos, metas, inseguridades. Takeru quería ser escritor. Tenía pensado plasmar las aventuras del Digimundo en papel y hacerlas conocidas para todo el mundo; probablemente se vendiera bien como ficción infantil, pensó Kari. Y ella, un poco más madura y realista, confesó que le gustaría convertirse en maestra, aunque todo el mundo le decía que elevara sus expectativas y soñara en grande.

—¡Oigan! ¡Espérenme! —Un sonido agudo llegó a sus oídos arrastrado por el viento: era la inconfundible voz de Mimi. Tenía el rostro enrojecido, probablemente porque estaba corriendo hacia ellos. —¡No es justo, yo también quiero uno! —exclamó dándose la vuelta para mirar en la dirección por la que había llegado. Más o menos dos metros detrás de ella, se acercaba con paso calmo y expresión de cansancio, Koshiro. —¿Izzy, me compras uno? —pidió entrelazando las manos a modo de súplica.

El pelirrojo lanzó un largo suspiro. Sacó de su mochila un billete y se lo extendió a Tachikawa.

—Aquí tienes.

—¡Qué poco caballero eres!

A veces parecía que Mimi estaba lista para comenzar la vida de adulto pero en otras, como aquella, todo se iba por la borda.

—¿Qué ocurrió que se tardaron tanto? Ya nos tenían preocupados —preguntó Takeru, repasando el borde del cono con la cuchara.

Koshiro no pudo evitar tomar un color similar al de su cabello en el rostro. Miró para otro lado y comenzó a toser. Mimi los miró sorprendida y exclamó:

—¿Cómo, no se enteraron? Como los chicos no podían estar temprano, corrimos la cita una hora.

Kari y T-K se miraron, confundidos. Ninguno había recibido texto alguno con el cambio de planes. Llegaron a la conclusión de que la demora en el mensaje se debía a las reparaciones que aun se estaban realizando por los ataques de los digimon del año anterior, porque cuando Sora llegó al parque, pocos minutos después, les aseguró que lo había reenviado a todo el grupo.



Aquella situación volvió a repetirse. La primera vez, dieron una vuelta por la zona y tomaron unos refrescos, contando chistes o rememorando situaciones graciosas; ese día el tiempo transcurrió rápido, y la excusa fue que el avión de Mimi se retrasó y solo pudo avisarle a Sora, quien decidió no avisar al resto porque era sobre la hora y seguro ya habían salido para el parque.

La segunda, como fue a la salida del instituto, se quedaron haciendo los deberes en la incómoda y diminuta mesa de la cafetería. Esa vez Tachikawa se disculpó inventando que se había confundido el horario de salida con el de Estados Unidos, y Takenouchi aseguró que, aunque había salido temprano, tuvo que quedarse a ayudar a su madre con el negocio y no pudo liberarse a tiempo. Izzy ni siquiera pensaba excusas: trabajaba para empresarios norteamericanos que consumían la mayor parte de su día, por lo que, al igual que los otros tres varones, iba cuando tenía el rato libre.

Ya un poco cansada de aquellas tonterías, Hikari comenzó a ir solo con su hermano a las reuniones, que eran cada vez más esporádicas y breves. No le gustaba mentirle a la gente, así como tampoco le gustaba que los demás le mintieran, y los que habían sido sus amigos por tantos años, lo estaban haciendo.

No tardó demasiado en entender que esas demoras eran arreglos que habían hecho las chicas para poder dejarlos a solas a ella y a Takeru, y se decepcionó un poco de ellas. 

1 de Enero | 2ª edición (#DW2020)Where stories live. Discover now