4. Inmarcesible

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Inmarcesible

adj. Que no se puede marchitar


Aitana

- ¡Me rindo!

Solté la guitarra con cuidado y, resoplando sonoramente, dirigí mi mirada hacia Luis, que intentaba sin éxito esconder una sonrisa. Sus ojos, resplandecientes, encontraban la situación divertida mientras que sus manos acariciaban las cuerdas de su guitarra.

- Tienes que poner el dedo tres en el quinto traste y apretar contra la cuerda con todas tus fuerzas. – con un rápido movimiento, Luis me entregó su guitarra y se sentó a mi lado. – Si no lo haces así, el sonido sonará hueco.

Sus manos se dirigieron a las mías y sentí un escalofrío subir por mi espalda al percibir sus dedos acariciando los míos, posicionándolos en la cuerda adecuada.

- ¿Ves? – susurró en mi oído al escuchar el sonido de la guitarra inundando mi habitación. – Ahora te toca practicar hasta que te duelan los dedos, enana.

- ¿Enana? – entrecerré mis ojos y levanté una de mis cejas en un gesto interrogante.

Una sonrisa pícara adornó su rostro mientras, ayudándose de sus brazos y de un salto, se levantaba del suelo.

Anonadada ante su descaro, repetí su gesto y poniéndome de pie, le tendí su guitarra. El negó con la cabeza y la depositó en mi cama; el sonido de la madera al chocar con el cabecero reverberó en la pequeña habitación rompiendo el silencio.

- Quédatela. – frotó las manos en sus pantalones vaqueros y miró su reloj. - ¡Mierda! Llego tarde a la clase de Mamen.

No pude evitar sonreír interiormente al verlo, sumamente nervioso, despeinar su pelo con una de sus manos mientras que la otra buscaba el teléfono a tientas por la mesa de escritorio.

- Luis. – susurré, sintiendo la garganta seca. – Luis.

Extendí su teléfono ante él tras carraspear para llamar su atención y tras un suspiro, lo cogió de mis manos rápidamente.

- Eres mi ángel de la guarda. – su tono burlón acompañó sus palabras y tras dejar un rápido beso en mi frente, se dirigió a la puerta. - ¡Nos vemos luego!

Rocé con la yema de mis dedos mi frente, donde segundos antes se habían posado los labios de Luis por una milésima de segundo.

- No. – susurré, apartando la mano como si el mero tacto de esta provocara quemaduras.

Como si el recuerdo de sus labios rozando mi piel quemara.


Cepeda

Mamen palmeó mi espalda mientras me instaba a sentarme para realizar el ejercicio de forma correcta.

- Espalda recta. – ordenó, corrigiendo mi postura. – Genial, ahora ya puedes enseñarme esa canción que nació ayer en una oleada de inspiración.

Sonreí ante el tono maternal de Mamen y busqué las hojas desordenadas de partituras y letras en el fondo de mi mochila.

- No puede ser considerada una canción. – suspiré, inseguro repentinamente. – Son solo un par de frases, que en realidad no son ni tan buenas.

Desde que tenía uso de razón, la misma historia se repetía cada vez que tenía que exhibir en público mis letras; tenía que mostrar al Cepeda sin barreras, abierto en canal. Los sentimientos plasmados en tinta, tan reales y sinceros. Y a mí al fin y al cabo me gustaba jugar al escondite.

- Cepeda, que nos conocemos. – recibí una mirada de reproche por parte de Mamen, que golpeó mi cabeza con uno de sus dedos. – Tienes un talento inmarcesible ahí dentro, muchacho.

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⏰ Last updated: Apr 10, 2020 ⏰

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Vuela || AitedaWhere stories live. Discover now